Días atrás tuvo lugar en La Paz la primera Cumbre de Descolonización, Discriminación y Lucha contra el Racismo, que contó con la participación de delegados de diez países (México, Guatemala, Ecuador, Colombia, Argentina, Chile, Venezuela, Perú, el Congo y Bolivia), que acordaron 19 mandatos para encaminar la lucha contra estos males que todavía afectan a los países en desarrollo.
Uno de ellos fue establecer en Bolivia un centro continental para promover y organizar procesos descolonizadores. Otro mandato fue “recuperar el nombre de Abya Yala para nuestro continente”, denominación que significa “tierra en plena madurez o tierra de sangre vital”, empleada para referirse a la región antes de la llegada de Cristóbal Colón. Asimismo, se discutió la necesidad de asegurar la participación de los medios de comunicación en procesos de descolonización y la de incorporar políticas en educación y formación con el mismo objetivo. También se acordó que en toda la región, como ya ocurre en Bolivia, el 12 de octubre sea declarado Día de la Descolonización en todo el continente.
Hay, pues, un terreno fértil para el pensamiento descolonizador, que no sin dificultades y contradicciones puede ser puesto en práctica como el mejor camino para que los pueblos ejerzan su derecho a la autodeterminación.