Políticas de proximidad
El contacto estrecho entre los legisladores y sus electores incidiría en la eficacia de su trabajo
La crisis del discurso liberal de la representación, expresada en la desconfianza hacia los parlamentarios, ha generado interesantes reflexiones en el mundo académico y político. Una de ellas se inscribe en los que se llama la “política de la proximidad”, cuya ambición es desarrollar nuevos estilos de trabajo parlamentario, en estrecho contacto con la gente y sus demandas. Es útil emplear estas ideas para detectar si, en efecto, en Bolivia, se ha producido un desplazamiento de las visiones liberales de la representación.
La “política de proximidad” es sobre todo un discurso sobre la representación política que establece, según sus defensores, una serie de equivalencias entre proximidad = implicación = participación = eficacia = legitimidad. Me explico, el contacto estrecho y permanente entre los legisladores y sus electores incidiría decisivamente no sólo en la legitimidad, sino también en eficacia del trabajo de representación.
Palabras como “interés general” o “bien común” dejan de ser nociones abstractas, verdades indiscutibles; la lógica de la actuación se desplaza hacia el reconocimiento de los intereses “particulares”. De ahí proviene el énfasis actual en la función de “gestión” que predomina en las instancias legislativas bolivianas, y que encuentra su sentido en la resolución de necesidades concretas, sobre todo en el ámbito rural.
Esta política implicaría un profundo cuestionamiento a la pretendida trascendencia y autonomía del representante respecto a los intereses e identidades particulares de los representados. Aquél quedaría convertido en un “portavoz” de las demandas de su grupo, su actuación sería controlada por sus electores. En la Asamblea Plurinacional, pero sobre todo en las asambleas departamentales, es posible encontrar esta modalidad de trabajo político, encarnada en la actuación de diputados uninominales y asambleístas por territorio, vinculados estrechamente con los sindicatos campesinos o con grupos corporativos como los cooperativistas mineros. Pero, ¿las mediaciones partidarias no desvirtúan esta relación de proximidad?
Este discurso ha consagrado nuevos mitos políticos: la particularidad, la experiencia vivida y la consulta permanente. Ella funciona, supuestamente, por medio de mecanismos participativos que renuevan permanentemente el lazo de confianza. Sin embargo, cuando se estudian las historias de vida de los representantes, se encuentran otras conclusiones: las políticas de proximidad, el “estar ahí”, forma parte de estrategias políticas individuales y colectivas, ellas buscan legitimar un liderazgo, una política; por tanto, pueden ser empleadas de manera instrumental tanto para capturar bolsones electorales como para defender intereses corporativos.