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Orejas americanas en Francia

Cuando hace algunos meses las primeras revelaciones del agente converso de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) Edward Snowden sacudieron al planeta por la amplitud con la que Estados Unidos espiaba por igual a países adversos y amigos, Francia emitió una tibia protesta, que luego se disipó cuando París montó una intervención unilateral en Mali, para erradicar la erupción de una manada islamista que comprometía la estabilidad de su antigua colonia. Noblesse oblige, porque seguramente los ultra sofisticados instrumentos de inteligencia de la NSA le sirvieron en ese emprendimiento.

Pero todo cambió el 22 de octubre, porque el vespertino Le Monde insertó con mínimo detalle, en varias páginas, la gigantesca red de intercepción de la NSA en los teléfonos, celulares, correos, SMS, GPS y otros medios de comunicación electrónica usados por políticos, empresarios y gente común en Francia. Se constató que en sólo 30 días, del 10 de diciembre de 2012 al 8 de enero de 2013, la tenebrosa agencia realizó 70,3 millones de registros hechos por los franceses. A ello se añade el modus operandi para la colecta de datos que consiste en una señal que se enciende automáticamente en la central cuando ciertos números telefónicos anotados como sospechosos son utilizados. Lo mismo ocurre con mensajes (SMS) y correos, de manera sistemática, en cuanto se usan ciertas palabras claves. La denuncia es tan verosímil que cita inclusive la sigla para cada operación, así por ejemplo, el programa US-985D concierne Francia.

En ocasión del primer reclamo francés, el 8 de junio, el director nacional de inteligencia, James Clapper, declaró: “Para las personas marcadas al exterior de nuestras fronteras no las controlamos sin motivos legales fundados, tales como la amenaza terrorista, informática o la proliferación nuclear”. Más tarde, el presidente Obama no se excusó ante sus aliados y países amigos por semejante indiscreción, sino simplemente prometió una revisión en los procedimientos hasta hoy observados. Las recientes revelaciones, sin embargo, constataban que el programa Genie, que consiste en emplazar implantes de escuchas, se instalaron —también— en la embajada francesa en Washington y en su misión en la ONU.

Ante esta nueva fase del atropello, Francia no pudo ocultar su indignación y convocó a la Cancillería (Quaid’Orsay) al embajador americano en París, para que se explique, al igual que el canciller Laurent Fabius exigía al vicepresidente John Kerry.  Lo grave en este caso es que ninguno de ellos, ni siquiera el presidente Obama, pueden hacer propósito de enmienda, por cuanto el espionaje es parte ineluctable de la seguridad estadounidense.

Mientras tanto, los países agredidos, encabezados por Brasil, demandan que bajo la égida de Naciones Unidas se pueda regular en alguna forma el universo electrónico de las comunicaciones, por cuanto este tipo de interferencias mellan la dignidad y la soberanía de Estados independientes. A nivel del Consejo de Europa, se considera el montaje de un sistema de defensa antiespionaje que proteja a sus miembros de incursiones indiscretas. Un intento difícil de alcanzar a corto plazo por la brecha tecnológica existente y por el caudal que dispone Estados Unidos: sólo el programa PRISM permite a la NSA un acceso privilegiado a los servidores y datos recolectados por los nueve gigantes de internet con centenas de millones de adherentes en el mundo, entre ellos Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Paltalk, YouTube, Skype, AOL y Apple.

Añádase a ello los medios con que cuenta la comunidad de inteligencia norteamericana: un presupuesto anual de $us 75.000 millones para las 16 agencias, que emplean a 110.000 personas, sin incluir los contratantes y subcontratantes, entre los que cobraba el sicofanta Edward Snowden.