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Agenda 2025, sin recursos

El Gobierno ecuatoriano del presidente Rafael Correa está empeñado en formar una amplia masa crítica de docentes para implementar una reforma educativa. Seguramente cansado de la burocracia, politización sindical y la baja calidad de la formación en las escuelas normales, decidió crear la Universidad Nacional de Educación, con el objetivo de formar “docentes y especialistas altamente calificados para promover la innovación y la mejora continua en el sistema educativo”. Para este emprendimiento Ecuador busca contratar nada menos que a medio millar de docentes y los buscan afanosamente en el mercado internacional, ofreciendo salarios de hasta 5.000 dólares mensuales, además de bonos adicionales para vivienda. Se especula que, de ser exitosa, la experiencia formativa podría extenderse hacia otros campos del conocimiento en el afán de contar con una masa crítica.

Argentina por su parte, de la mano de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, emprendió una sostenida campaña para formar recursos humanos de alto nivel, becando a sus mejores graduados. Cada año, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas ofrece 2.500 becas de unos 1.000 dólares mensuales (al cambio oficial). Primero por tres años, prorrogables a otros dos y con la posibilidad de contar con un apoyo para la formación posdoctoral en universidades reconocidas mundialmente. De esta manera, en pocos años Argentina contará con miles de científicos del más alto nivel y en todos los campos del saber.

Políticas similares se están implementando en Chile y no se diga en Brasil. Hace años que este país vecino, por intermedio de la Capes, gasta al año varias decenas de millones de dólares para capacitar a sus recursos humanos a nivel posgradual, sea en las universidades brasileñas o en el extranjero. Con esta política, Brasil ha formado miles de doctores que ahora pueblan sus universidades, mejorando su calidad y armando además un sistema posgradual que no tiene nada que envidiar a ningún otro país industrializado.

Ninguna de estas saludables medidas ocurren entre nosotros. Los recursos del IDH, que pudieron cumplir estas tareas, fueron entregados a las universidades públicas sin ninguna orientación clara y definida para su uso. Hace poco, el Gobierno dispuso que una parte de esos recursos, que no es pequeña, sea otorgada como becas a estudiantes de la licenciatura. No está mal que universitarios que tienen acceso a una educación gratuita, seguro de salud y comedores subvencionados, reciban recursos para actividades culturales, pago de vivienda, etc., pero ese no es el camino para formar una masa crítica de científicos y académicos. No es en la licenciatura donde se dará ese salto, sino en el posgrado.

Se puede decir que esta dimensión de la educación superior no existe en Bolivia, o mejor, existe pero de una manera que simplemente recicla y no forma investigadores. Se trata, salvo contadísimas excepciones (y una golondrina no hace verano), de maestrías profesionalizantes. Los escasos doctorados, por otra parte, no aprobarían la rigurosa acreditación que impera en otros países. De seguir esta ruta, las brechas científicas entre Bolivia y sus vecinos, no digamos el mundo, que son grandes, se ampliarán a escalas siderales. Es de esperar que la agenda para 2025 contenga una estrategia de formación de científicos y científicas. Sin ellos, la propia estrategia quedará coja.