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Para la olla

La semana pasada una mujer productora rural del municipio El Puente (Tarija) contaba que en su comunidad están en consulta para decidir si quieren ser municipio urbano o no. Ella a su vez preguntó: ¿Nos conviene? “Ni a usted, ni al país compañera”, le respondió una mujer, también productora rural que provenía de Porongo, un municipio cruceño que quedó dentro de la mancha urbana de Santa Cruz. ¿Por qué? Quiso saber la tarijeña. “Sencillo, a partir de ser urbano su municipio, usted tendrá que pagar impuestos como en la ciudad, es decir por metro cuadrado y no por hectárea. Sólo por eso usted terminará vendiendo su parcela, dejará de cultivar y de ser productora de alimentos, y tendrá que pasar a consumir los plásticos que le vendan otros”.

La productora de Santa Cruz sabía perfectamente de lo que hablaba, puesto que eso sucedió con más del 50% del municipio de Porongo, desde finales de los 90, donde en la actualidad se levantan casas que producen ingentes cantidades de basura inorgánica, bolsas plásticas y cajas de plastoformo, fruto del consumo de pizzas, hamburguesas, pollos broaster… Desechos que son arrojados al vertedero que está en los márgenes del río Piraí y con cuyas aguas se riegan los cultivos de Porongo, Buena Vista y Montero. Por el otro extremo, Porongo ha presenciado cómo sus tierras cultivables en los márgenes del Parque Nacional Amboró día a día se depredan con la tala indiscriminada que llevan a cabo brasileños y menonitas, quienes alquilaron o compraron tierras en la zona para la siembra de monocultivos.

¿Así nos preparamos para afrontar la seguridad alimentaria con soberanía? En su más reciente informe sobre la demanda de alimentos, la FAO insiste en la necesidad de aumentar la producción de alimentos trazando una meta del 70% para 2050, año en el que se prevé que la población mundial llegue a los 9.100 millones de habitantes.

Según una investigación de la Fundación Tierra, en la actualidad hay aproximadamente 700.000 hectáreas en manos de brasileños principalmente, argentinos, peruanos y colombianos, quienes se dedican a la producción de soya y la crianza de ganado.

El crecimiento de las manchas urbanas perjudica profundamente la provisión de alimentos a la población. Los países del mundo están en busca de tierras para sembrar papas, zanahorias, arroz, choclos, cebollas, naranjas, manzanas, duraznos. Los monocultivos no hacen la comida diaria que llega a nuestras mesas.

Las políticas de seguridad y soberanía alimentaria deberían puntualizar sus esfuerzos de financiamiento, provisión de semillas nativas, agua para riego y consumo en la agricultura familiar, que se fundamenta en una cultura comunitaria capaz de generar empleos en el área rural, respetando el medio ambiente y la biodiversidad.