Preparar el retorno
No estamos moviendo el terreno para recibir a los migrantes que ya se preparan para volver
Con mi cuerpo cansado y resfriado, por las muchas charlas de feminismo comunitario que he realizado en el Estado español, transito las diferentes ciudades, mirando y tratando de sentir esta España de 2013. Es un proceso raro, pues apenas empecé a hablar de lo que estamos construyendo en Bolivia, que es el feminismo comunitario, las charlas se multiplicaban. Yo ya tengo un poco de cuidado respecto a estos entusiasmos, pues en otras oportunidades pude comprobar que, en general, el mundo europeo occidental es bastante consumista.
¿Que quiero decir con esto?, pues que tienen cientos de charlas cada día, entonces, algo que para nuestros pueblos puede ser vital como una insurrección, para oyentes en el norte es algo comestible y desechable y van por otra novedad. Yo me conformo en las charlas con gente a quienes de verdad les interese Bolivia y el proceso político de cambio que vive nuestro pueblo, y que en un diálogo apasionado podamos mutuamente aportarnos y, si fuera posible, planificar estrategias en común, pero la realidad es que han sido eventos con mucha gente. Entre preparar una charla y otra, encuentro un espacio para escaparme y salir a caminar por las calles de Madrid, en búsqueda de regalitos no muy caros que alegren a las personas queridas.
En una de las tiendas me encuentro con que el vendedor era un boliviano, quien aparte de rebajarme lo más que pudo, me dijo que quiere volver a nuestro país, que España es una sociedad triste, que ya no aguanta, que cuando vino de visita a Bolivia vio una sociedad viva, alegre, a pesar de los problemas. Quedé sorprendida, pues no era lo que podríamos decir un compañero militante del proceso de cambio, era más bien alguien que se fue a buscar la vida individualmente.
En la noche, durante un conversatorio en un centro del barrio de Lavapiés, otro compañero también hace referencia a la vida de los migrantes en España, que ellos mismos se cocinan y lavan su ropa, cosa que en Bolivia no hacían, y entre broma y broma le digo que ahora el país ha cambiado, y que cuando vuelva ya no es justo y tampoco va a encontrar mujeres que fácilmente se lo cocinen y laven, que está bien que haya aprendido para que cuando vuelva haga su parte del trabajo doméstico que antes se lo cargaba a una mujer.
A propósito de todas esta impresiones de mujeres y hombres migrantes que ya se preparan para volver, creo que no estamos moviendo el terreno para recibirlos; nos parece necesaria una política pública que pueda discutir la descolonización y la despatriarcalización desde las y los retornados, pues se mezclan mitos, vergüenzas, complejos y logros. Es necesario generar diálogos y reflexiones que alimenten este proceso de cambio, pues desde los centros intelectuales y académicos están tomando las propuestas del vivir bien y la despatriarcalización como si no hubieran sido propuestas desde Bolivia, y es necesario parar esta invisibilización, creando espacios con migrantes y retornadas y retornados, como formas de defender la producción de conocimientos de nuestros territorios.