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Campaña programática

Al concluir este martes su 96 asamblea, la Conferencia Episcopal de Bolivia (CEB), entre otras conclusiones, hizo una importante invocación a los actores políticos del país. Les pidió que en la campaña electoral para los comicios de octubre de 2014 privilegien sus programas de gobierno y eviten dañar o menospreciar “la integridad de los candidatos”. Demandaron así, los obispos, una campaña “realizada en el marco del respeto”.

Este llamado no es nuevo y suele repetirse en cada proceso electoral. Y es que, en general, las fuerzas políticas que compiten en elecciones utilizan como parte de su “estrategia de campaña” la opción por la llamada “guerra sucia”. Es evidente que también se difunden promesas y propuestas, pero el ataque ruin (casi siempre anónimo) al contrario sigue teniendo fuerte e inevitable presencia, en especial en los medios de comunicación.

¿Qué hacer? ¿Es posible, como demanda la Conferencia Episcopal, una campaña electoral que prescinda de actitudes y lenguajes de ofensa y se ocupe, exclusivamente, de atraer votantes mediante la promoción de planteamientos programáticos y candidaturas? Es difícil. Requeriría, para empezar, un compromiso público de todas las fuerzas políticas. Y también la decisión ciudadana de castigar electoralmente a quienes se dediquen al insulto.