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El disparate de la escasez del tomate

Bolivia y el fruto perdido de los pueblos andinos. En algún momento dado, quizás las aves transportaron del trópico a las alturas semillas del solanum lycopersicum en sus excrementos. Éstas, al adaptarse a la altura, transformaron la baya venenosa en algo comestible. Hoy ese fruto es el rey de la cocina. En 2003 hubo un bonito experimento en Tiquipaya: cultivar las especies nuevas de tomate desarrolladas en Europa para observar cómo se comportaban en su tierra de origen. Y tantas empresas que hicieron ese peregrinaje científico con fines comerciales. Curiosamente el tomate es hoy, tras el paso de las heladas, un cultivo perdido; la hortaliza cara que se la tiene que importar del Perú. Vaya homenaje a nuestro pasado y heredad biológica.

Y hablando de peligros, hay un asolapado enemigo en la tierra: fusarium oxysporum. Un parásito débil. Un oportunista. Necesita tener la planta agotada por el estrés, con sobrecarga productiva. Sólo así puede infectar los conductos del transporte de savia. La planta reacciona alertada por las toxinas producidas por el hongo y en afán desesperado de sobrevivencia cierra sus conductos infectados cometiendo suicidio. Se marchita, las raíces se pudren y aparecen esas mortales esporas rosadas que se dispersarán en el aire para proseguir con su ciclo. Así se construye su leyenda negra. Como en los años 90, en algún lugar de Hawaii, en cultivos de coca de la Coca-Cola se reportó una variante agresiva. La DEA abrió sus ojos y lo usó como micoherbicida fumigando cocales en Colombia, Perú y Bolivia en su guerra biológica contra la droga. No hay un remedio contra el fusarium oxysporum, los químicos que pueden matarlo son más dañinos que él mismo.

Las soluciones se encuentran en la prevención. Y eso es lo que nos falta. El Chapare es un desastre. De la coca al plátano, del plátano al tomate, a la papa…

El mejor clima para el cultivo del tomate es el andino. Lo que Florida, California, Westland, Almería hacen es imitar las condiciones climáticas andinas en los invernaderos. Las transnacionales de las semillas tratan de adaptar la planta vía hibridación a otras condiciones climatológicas. ¿Cómo es posible que Bolivia sufra de escasez? ¿Dónde están esos estudiantes bolivianos que cada año con becas del Gobierno y ayuda extranjera desfilan por Wageningen? Para los que no lo saben, esa universidad es la Meca de la horticultura. Nuestros ingenieros agrónomos y sus doctorados y masterados. Si dan ganas de huasquearlos al escuchar que una helada arruinó los cultivos de tomate. El país muestra una ausencia de planificación agrícola. La mayoría de las empresas productoras de semillas se fueron hace tiempo de Bolivia porque no se respetan derechos de autor, no hay infraestructura para la horticultura y porque el control fitosanitario es pésimo y el clavibacter michiganensis se encuentra por todos lados.

Sueño que alguna vez se construya un parque de cultivos urbanos en El Alto. La base de la producción del tomate tiene que ser bajo techo. El altiplano podría convertirse en la nueva Almería. Hay ventajas fitosanitarias naturales como la altura, muchas plagas no aguantan los 4.000 metros. La cantidad de radiación ultravioleta es ideal para lograr la cantidad de azúcares y ese rojo profundo. Conversé sobre el tomate con un compatriota que trabaja para una transnacional de alimentos. Él andaba en viaje de negocios por Europa, y dijo: Lo que falta en el país es inversión, capacidad tenemos de sobra. Espero que alguna vez se deje a un lado esos hobby cultivos y se haga horticultura en serio. Que recitemos la oda de Pablo Neruda: “Y la calle se llenó de tomates”.