¿Y Túpac Katari volvió?
La imagen de Túpac Katari conecta simbólicamente un pasado ancestral con el mundo de hoy
Hay frases que se inmortalizan ya que muchas de ellas son parte de la construcción posterior al mito y la leyenda, trazando simbólicamente los horizontes políticos e ideológicos a proseguir. Se mitifican alcanzando niveles de trascendencia, incluso venciendo a su propia historicidad. Una de ellas sin temor a equivocarnos es aquella arenga lanzada por Túpac Katari antes de ser descuartizado en la localidad de Peñas: “Volveré y seré millones”. Con el correr del tiempo, esta frase se instaló en el imaginario de los pueblos indígenas, principalmente aymaras con una fuerte carga simbólica para su propia resistencia. Luego, cuando los indígenas llegaron al poder, Túpac Katari se convirtió en un ícono imperecedero asociado a la construcción del Estado Plurinacional.
La imagen de Túpac Katari actualmente es parte insoslayable de la narrativa estatal, en tanto se constituye en uno de los ejes discursivos del proceso descolonizador. La presencia de Túpac Katari y de su compañera Bartolina Sisa no sólo acompañan a la de otros héroes que forman parte de la simbología del Estado Plurinacional, sino que además su expansión —a través de las diversas apelaciones discursivas emergentes desde las esferas estatales— hace que la imagen de Katari adquiera un cariz mitológico. Desde la película Insurgentes de Jorge Sanjinés hasta el nombre del primer satélite boliviano, el ícono de Katari se erigió en un hilo conductor de un nuevo orden simbólico en construcción. Por lo tanto, el Estado Plurinacional se edifica, sobre todo, en un conjunto de actos y celebraciones rituales que originariamente, por ejemplo, tenían la función de control sobre las deidades de la tierra; pero hoy tienen el papel de visibilizar aquel universo simbólico andino, articulados, esta vez, a la legitimación del nuevo Estado Plurinacional.
Esta apelación a la figura de Katari tiene una directa conexión con aquellas dimensiones míticas del mundo andino, ya que la comprensión de este orden simbólico está cargada por un misticismo milenario que signa inexorablemente la propia estructura social. Efectivamente, hay un misticismo vinculado a aquellos mitos restauradores de un orden social, por ejemplo el incario, que inclusive resistió al embate cultural del orden simbólico colonial. De allí que Sinclair Thomson sostiene que el movimiento encabezado por Túpac Amaru en torno a la figura mesiánica del Inka introdujo un nuevo elemento en la visión indígena de la región andina, la visión comunaria que se desplazó de una esperanza de autonomía y soberanía comunitaria: “el rey era el común por quien mandaban ellos”, hacia un proyecto utópico de soberanía Inka.
La cultura andina está plagada de símbolos, mitos y rituales. Además, el mundo indígena está caracterizado por su noción circular del tiempo: el pasado está en el futuro. Por lo tanto, los mitos aluden a los regresos, al tiempo preterido donde juegan un papel decisivo este simbolismo para la configuración de las visiones indígenas. La vuelta simbólica de Túpac Katari no solamente es un referente del proceso de descolonización que busca el Estado Plurinacional, expresado en miles de indígenas encaramados en el centro mismo de la construcción estatal, sino que prontamente incluso llevará el nombre del primer satélite boliviano en el espacio. Quizás aquí radica la significación de Túpac Katari, ya que conecta simbólicamente un pasado ancestral con el mundo de la globalización de hoy, proyectándolo a un devenir.