Doble aguinaldo
El anuncio de un doble aguinaldo ha generado en la población sentimientos encontrados
El Gobierno sorpresivamente ha decretado la obligatoriedad en el pago de un segundo aguinaldo denominado “Esfuerzo por Bolivia” a todo trabajador asalariado que desempeñe funciones en el sector público o privado. La ejecución de dicha medida se basa en un principio de equidad en la redistribución de la riqueza dado el buen desempeño de la economía nacional.
Sin embargo, este pago ha generado en la población una antagónica doble sensación. Por un lado, el lógico beneplácito de tener una doble remuneración que retribuya al esfuerzo laboral; y en contraposición, la preocupación de que este ingreso adicional genere un proceso inflacionario, y que por tanto, al final este pago (por más justo que sea) se termine desvaneciendo por el incremento de precios. Así, la pertinencia
de tal medida puede ser evaluada desde un punto de vista bueno, otro malo y un último feo, para llegar a una posible conclusión sobre el impacto que este tipo de acciones puede generar.
Lo bueno. El aguinaldo adicional, en esencia, es una retribución salarial realizada en un solo pago, orientada a reconocer la contribución de los trabajadores a la generación de valor, excedentes o utilidades en las entidades donde laboran. Desde una perspectiva de política social, es un mecanismo efectivo de inclusión, que incrementa el poder adquisitivo del asalariado con posibilidades de ser catalizador del ahorro o la adquisición de bienes de inversión. Como efecto indirecto, la mayor capacidad de compra genera demanda por bienes y servicios, dinamizando la economía.
Lo malo. Cuando no está presupuestado, el pago de este beneficio puede generar en el corto plazo problemas de liquidez, que en caso extremo puede traducirse en principios de insolvencia, puesto que su obligatoriedad significa sustituir otros compromisos de pago (deudas financieras o proveedores). En un plazo más largo el riesgo se traduce en sacrificar inversión de capital. Desde una perspectiva macroeconómica existe una alta probabilidad de que los índices de inflación se eleven en la medida en que el doble aguinaldo presione al consumo, ora de bienes o servicios primarios (tomate, pollos, arroz o pasajes) ora de secundarios (televisores plasma, celulares o idas al cine), que al final son incorporados en la nueva metodología de cálculo de inflación.
Lo feo. La medida podía haber sido consensuada y trabajada técnicamente con anterioridad a su ejecución entre las partes afectadas, ya que no todos los sectores tienen necesariamente las “espaldas” suficientes para el pago inmediato, como es el caso de pequeñas-medianas empresas, entidades de trabajo social u organizaciones sin fines de lucro. En conclusión, resulta paradójico cómo una acción de inclusión puede tornarse en un elemento de controversia y que el doble aguinaldo se perciba como un “regalo” antes que una retribución por un mayor esfuerzo laboral.