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El origen de Maya

Las recientes elecciones chilenas constituyeron un remezón, tanto por la elevada abstención como por el avance de la izquierda. Por ejemplo los comunistas, proscritos por años del sistema parlamentario, pasaron de tres a seis diputados y diputadas, entre ellas Karol Kariola y Camila Vallejo, quienes proceden de las luchas estudiantiles. Jóvenes y emblemáticas figuras del Partido Socialista también ganaron, una de las electas fue Maya Fernández Allende, nieta del presidente Salvador Allende, quién triunfó en los barrios de Ñuñoa y Providencia, un tradicional reducto de clase alta, contra la candidata de derecha. Meses atrás, en un sospechoso conteo, Fernández perdió el cargo de alcaldesa de Ñuñoa por un puñado de votos.

Conocí a Maya hace más de dos años. Buscaba las huellas de su madre, Beatriz, más conocida como Tati, integrante del Partido Socialista, pero entre 1968 y 1970 militó en el Ejército de Liberación Nacional (ELN) bajo el comando de Inti Peredo, en la época en que se organizaba la guerrilla de Teoponte. Tati fue la encargada de la comunicación con La Habana y de la logística que desde Chile facilitó el ingreso de vituallas, armamento y combatientes hacia Bolivia, a través de cruces fronterizos clandestinos, burlando la vigilancia policial en sus todoterreno.

Una vez pregunté a Maya Fernández si sabía el origen de su nombre; me dijo que no. Le expliqué que en aymara maya significa “primero”, pero que con seguridad su madre tomó el nombre en homenaje a Rita Valdivia, una estudiante oriunda de Cochabamba conocida dentro del ELN como Maya. Ella, bajo el influjo de la muerte del Che, se había incorporado al ELN cuando estudiaba en la República Democrática Alemana (RDA). Es probable, añadí, que Tati y Rita compartieran entrenamiento militar en Punto Cero en Cuba y quizá también algunas acciones operativas en Chile.

Rita había nacido en 1946, en un pueblo del Valle Alto. De muy joven se trasladó a Venezuela y luego a la RDA para estudiar en la universidad Karl Marx de Leipzig. Militaba en el Partido Comunista de Venezuela, hasta que desencantada de esa organización se contactó con un grupo de jóvenes estudiantes bolivianos de izquierda que decidieron seguir las huellas del Che en Bolivia. Se fue para Cuba, y en octubre de 1968 estaba en Cochabamba como responsable del ELN, encubierta bajo la fachada de una inquieta joven folklorista. Murió en Cochabamba la noche del 14 de julio de 1969. Cuando la Policía rodeaba su casa, herida pidió a un compañero que la ultimara para no caer prisionera con vida. A su vez Beatriz, quien atravesó la traumática experiencia del golpe militar fascista del 11 de septiembre de 1973 en La Moneda que acabó con el gobierno socialista de entonces y la vida del presidente Allende, se suicidó en la Habana en 1977.

A generaciones como la de Maya Fernández, por su tradición e historia familiar, les corresponde reencauzar  —desde el poder que ahora ostentan— la política chilena, dotándola de justicia, participación y trasparencia. Pero también, por esas mismas circunstancias, tienen la tarea de contribuir a que su sociedad construya una nueva y equitativa relación con Bolivia, aquella tierra por la que su madre luchó para plantar una semilla de revolución y solidaridad social.