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Irán

Seis poderes mundiales están, al momento de redactar esta columna, ocupados en las negociaciones para tratar el enjundioso asunto del programa nuclear de Irán. Los seis poderes en cuestión son el Consejo de Seguridad (el club de los 5) más Alemania. ¿Y por qué Alemania?, se pregunta cualquiera. Por ahora, no tengo la respuesta.

Cuando EEUU realizó el primer ensayo nuclear, antes de partirles la madre a los japoneses, no había ni dios ni ley que regule tal tipo de armas. Con el tiempo, el club de los cinco se las arregló para que exista una normativa e institucionalidad para la regulación de las armas nucleares. De esta manera, se consolida (aunque no siempre de una manera eficaz ni elegante) el statu quo, vale decir, la posición alcanzada por los cinco primeros miembros del club. Es justo decir que este club no actúa monolíticamente. En la medida de sus posibilidades, Rusia y China tratan de balancear el poder de EEUU, que ahora justamente incorporó un refuerzo alemán a la cancha. Así que el club de los 5 + 1 es, en realidad, el club de los 6–2. Rusia y China han expresado, en su momento, su apoyo al programa nuclear de Irán en el marco del uso pacífico de la tecnología nuclear.

Irán, asumiendo la inviolabilidad de su soberanía, desea diversificar sus fuentes de energía como mejor le parezca y ha decidido hacerlo mediante el uso (pacífico, dice Rouhani) de las fuentes nucleares de energía. Pues le está costando mucho, incluso la vida de varios de sus científicos que estaban a cargo del programa nuclear.

En Asia (aparte de Rusia y China) India y Paquistán también cuentan con armas nucleares. Los dos por (casi) las mismas razones: India para detener la amenaza militar paquistaní, y Paquistán para detener la amenaza militar india. Ninguno de los dos países firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear y en ambos casos lograron desarrollar armamento nuclear en absoluto secreto. Las malas lenguas dicen que Israel también tiene armamento nuclear. Los israelitas dicen que son puras habladurías… pero se niegan sistemáticamente a firmar el Tratado de No Proliferación.

Desde hace años, Irán e Israel se han estado amenazando mutuamente con cruzar a balazos los 1.787 km que los separan… por diversas razones, todas ellas vinculadas con el frágil equilibrio de poder en Oriente Medio. Pero ha sido ahora, justo ahora, en el momento de una guerra civil incontrodecilable en Siria, en el momento de tensión por la muerte de los científicos iraníes y en el momento en que Israel amenazó con atacar a Irán incluso sin el apoyo de la comunidad internacional, cuando el club de los 5 (+1) se moviliza para intentar controlar la situación. El horno no está para bollos.

Para los iraníes, el desarrollo de tecnología nuclear es un asunto de soberanía energética. Desde el punto de vista de un país que siente amenazas malignas, cae dentro del cálculo de lo racional (como lo fue en su momento para India y Paquistán) disponer de su propio armamento nuclear, máxime cuando la amenaza más visible y más elocuente (los miro, pero no los menciono) podría estar escondiendo sus propias ojivas.

Desde el punto de vista de EEUU, es imprescindible cerrar con candado la puerta del club. Israel es su socio más firme en Oriente Medio; ya se tuvieron que tragar el sapo de Siria, cortesía de Putín. Y ahora Egipto. Egipto, que entusiastamente recibía los más de $us 1.000 millones de ayuda militar estadounidense, está en serias conversaciones para un programa de colaboración militar con Rusia. Y desde el punto de vista de Europa: ¿hasta dónde es racional jugar para un equipo que podría salir perdidoso en un realineamiento contrahegemónico, centrado en Eurasia?