Voces

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Los opinólogos

Causa mucha gracia, a veces hasta disgusto, escuchar a algunos opinólogos que fungen de ‘analistas’

/ 24 de noviembre de 2013 / 05:12

Causa mucha gracia, a veces hasta disgusto, escuchar a algunos opinólogos que fungen de “analistas”, políticos y económicos, para dar criterio sobre algún tema en particular.

El caso más reciente vino del cuestionado Premio Nacional de Periodismo Humberto Vacaflor, quien en radio Panamericana dijo que como efecto del decreto supremo que aprobó el Gobierno para el doble aguinaldo, “los transportistas de Oruro han incrementado los pasajes”.

Nada más alejado de la verdad, tendencioso y repugnante para alguien que dice ser periodista porque miente. La nota periodística publicada en varios medios, y por supuesto en LA RAZÓN, refiere que el alza de las tarifas en el transporte público de esa ciudad, aplicadas desde el miércoles 20, fue una decisión tomada el 18 de octubre en su ampliado general. Es decir, mucho antes de la nueva norma.

Personalmente, tampoco estoy de acuerdo con ese decreto, me parece hasta irresponsable cuando no había necesidad de congraciarse con nadie ni con nada, porque el “doble aguinaldo” no garantiza el voto electoral. Hoy la gente ya aprendió a recibir todas las dádivas, pero puede votar por cualquiera.

Pero eso no me da derecho a mentir ni falsear para atacar a una gestión con la que podemos discrepar. “Opinadores”, suele decirles el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, para recordarles sus “sesudos” análisis, y “certeras” proyecciones de la situación política y económica del país, que al final ninguno acierta y quedan como clarividentes trasnochados.

Qué se puede esperar de alguien que fue candidata a la presidencia de un partido político, luego “pasa” como “analista”, y otra vez se convierte en militante de otra tienda política para 2015. ¿Será creíble su comentario? Para colmo, dice que “nunca dejará de ser analista, porque esa es su profesión”. No es cuestión de mantener la profesión o no, es cuestión de ética. De ser transparente y responsable
con la población.

Otro docente universitario que fue funcionario de esta gestión y destituido de su cargo no deja de hablar en contra de este gobierno. Se nota su resentimiento, no es imparcial, menos objetivo en sus cuestionamientos.

Si bien no hay objetividad ni imparcialidad en nada, al menos respétense como profesionales, si así lo fueren. Pero al final, la culpa no es de ellos, sino de los mismos periodistas que los entrevistan como “analistas”. Gran culpa la tenemos nosotros, no todos, pero debiéramos acudir a nuevos profesionales con credibilidad y honestidad intelectual.

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¿Desinformados?

El acceso a la información para los periodistas es un vía crucis, y mejor ni pensar para los ciudadanos

/ 16 de noviembre de 2014 / 05:30

Necesitamos saber, por favor, cuál fue el motivo del viaje de la ministra (…) a la Chin”, fue mi pregunta el viernes pasado como periodista a uno de los responsables de comunicación de un ministerio del país. La respuesta: “No sé, pero se lo puedo averiguar en gabinete”. “Entonces lo llamo enseguida”, le dije. Al otro lado del teléfono me respondieron: “Está bien, pero ¿puede ser para el lunes?”.  ¡Plop! Casos inexplicables, hasta infantiles y absurdos como éste hay muchos que los periodistas vivimos cada día en busca de la información.   

Es frecuente asistir a oficinas de Comunicación y Relaciones Públicas en las que el acceso a la información es casi nulo. En algunas nos dicen que no saben nada, en otras, solo puede hablar el ministro o el director; y más allá, mande su cuestionario, que en muchos casos tarda  más de un mes en ser resuelto. Recuerdo un caso anecdótico en el que enviamos un cuestionario al responsable de prensa de una institución minera para que a través suyo (como lo exigen) le lleguen nuestras dudas al gerente. Durante más de un mes dijeron que el cuestionario ya había sido enviado, pero hasta el momento no entregan las respuestas. Tal fue la irresponsabilidad de este señor, que preferí llamar directamente al señor gerente para preguntarle sobre sus respuestas. “Pero si hace un mes que se las entregué al comunicador de la institución”, me dijo. Le reclamé al “periodista-abogado” y éste me contestó: “Mentira, si no me ha enviado nada”. ¿Quién miente? ¿Qué esconden? Hasta el día de hoy no llegó la información solicitada por este periódico.

La irresponsabilidad también es frecuente en otra institución relacionada con bancos y entidades financieras, en la que se supone que la “información es transparente”. “Claro, cómo no, te la mandamos, pero hasta el final de la tarde o tal vez hasta mañana temprano…”. Al final nunca llega. “Muchas gracias por todo, como siempre un excelente servicio”, fue mi respuesta con ironía cansado de esperar, porque no es la primera vez que sucede esto.

Pese a que la Constitución Política del Estado (CPE) y el Decreto Supremo 28168 garantizan el acceso a la información, en la práctica este derecho no se cumple. Se me ocurren tres razones para que esto no suceda. Primero, muchos de los que trabajan en oficinas de comunicación nunca han hecho periodismo, por lo tanto, no conocen las necesidades de un periodista. Segundo, las autoridades que no quieren declarar temen “meter la pata”, porque no dominan ni conocen su trabajo. Tercero, están prohibidos de declarar, ya que solo puede hacerlo la máxima autoridad ejecutiva (MAE). Entretanto, el perjudicado no solo es el periodista, sino la población, porque se le niega el derecho a informarse.

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¿Independientes?

Tengo sobradas razones para poder afirmar que los medios de prensa imparciales no existen

/ 5 de octubre de 2014 / 04:40

Para ser independiente en periodismo hay que tener otro trabajo del que comer”, decía Gervasio Sánchez, fotoperiodista argentino especializado en conflictos bélicos.

Claro, solo así uno tiene la libertad de cuestionar, fiscalizar e interpelar al poder para que nadie te amenace con cortarte la publicidad para silenciarte. Causa gracia y vergüenza ajena cuando algunos medios y periodistas se muestran como “imparciales, independientes y objetivos”, y reclaman publicidad estatal.  

Trabajé en cuatro periódicos (Última Hora, Presencia, La Prensa y La Razón),  experiencia que me da sobradas razones para afirmar que los medios de prensa imparciales, independientes y objetivos no existen.

Sería largo contar las huelgas en Ultima Hora por la manipulación de las noticias a favor de una alcaldesa, o los paros en La Prensa cuando se cambiaban titulares a favor de Goni. Peor fue ver las tapas naranjas del matutino Hoy cuando su propietario era el mirista Samuel Doria Medina. Ni pensar en el primer dueño de La Razón, Raúl Garáfulic, quien se enfrentó al alcalde Germán Monroy (Chaza) por los terrenos de Auquisamaña. No voy a cansarlos con eso, pero pruebas existen de la “independencia” de los medios. No obstante, está claro como el agua que la propiedad de los medios define su independencia.

Antes, uno era un periodista digno cuando no se subía a un vehículo oficial y llegaba a un acto con sus propios medios. Mejor si en el acto no comías nada. Entonces nadie te podía decir que solo fuiste a cubrir por comer. Hoy, los organizadores primero piensan en comida y bebidas para los periodistas.
Un medio solo puede ser independiente si no depende de las principales fuentes del poder; mejor si no hay publicidad estatal para que nadie “dicte” los titulares o haya intocables. Hoy veo llorar a exdirectores reclamando por la publicidad estatal. Están ofendidos porque su libertad de expresión está en riesgo y porque la empresa no tiene ingresos. Nada más falso en la historia de la economía de los medios que supieron sobrevivir con inteligencia y honestidad.

Para colmo, la pasada semana la ministra de Comunicación, Amanda Dávila, dijo que el canal estatal es “totalmente independiente y autónomo” por ser una empresa estratégica, y que desconocía incluso quiénes dirigían el canal a excepción de su gerente. Bolivia no tiene medios estatales, lo que siempre hubo son medios al servicio del gobierno de turno, y ahora no es la excepción. El día en que el país tenga medios con políticas estatales al servicio del pueblo sabremos que son de propiedad de todos los bolivianos. Entretanto, los independientes sigan con el cuento del tío.

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Exitosa propaganda

Como en ninguna otra administración, hoy los medios guberna-mentales ganaron mucha audiencia

/ 17 de febrero de 2013 / 04:43

Los medios de comunicación gubernamentales son exitosos. Así de contundente. Creo que, como en ningún otro gobierno, en este proceso de “cambio”, los medios gubernamentales (me cuesta decir estatales, porque pienso que aún no cumplen esa función) ganaron mucha audiencia; y eso es destacable para los fines del Gobierno.

En 30 años de democracia, ni el canal 7, ni la otrora Radio Illimani (hoy Patria Nueva) ni la Agencia Boliviana de Información (ABI) tuvieron tanta cobertura. Nunca antes los periodistas estuvimos pegados a las imágenes de Televisión Boliviana o de la radio que en simultáneo transmiten los actos oficiales del Gobierno.

Que digan que sus transmisiones son tediosas, cansadoras, parcializadas, oficialistas, es otro tema. Me refiero a la estrategia comunicacional que han adoptado en este gobierno. No hay periodista que siga la coyuntura o esté de turno en un medio serio que, los domingos, no vea y escuche el programa El Pueblo es Noticia, en televisión y radio, para tener la contraparte del oficialismo.

Los programas estatales han concentrado la sintonía mediática con la participación de senadores, diputados, ministros, viceministros, directores, asambleístas, dirigentes de organizaciones sociales y todas las autoridades del Ejecutivo. Lograron un espacio importante donde todos los medios privados oficialistas y opositores se cuelgan de sus transmisiones para tener repercusiones.

El momento más esperado es cuando habla el Presidente del Estado Plurinacional (quien diga lo contrario, no es ético). En efecto, ¿cuántas veces, gracias a los discursos del Primer Mandatario, los periódicos y los medios audiovisuales hemos tenido aperturas de tapa? ¿Es o no es verdad? Y ése es un mérito de los medios estatales, que siempre han sido manejados por los gobiernos de turno. Hoy no es la excepción. La diferencia está en que en los gobiernos del MNR, ADN, MIR, UCS, NFR, entre otras siglas que hoy suenan como los “chicos malos”, no pudieron concentrar, en ningún programa ni en ninguno de sus actos oficiales, tanta cobertura.

Proponiéndoselo o no, parece que están aplicando dos principios básicos de los 11 planteados por Joseph Goebbels. El primero, el de la “simplificación y del enemigo único”, que señala que se debe “adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo”; y el segundo: el del “principio de la unanimidad”, que se refiere a “llegar a convencer a mucha gente que piensa como todo el mundo, creando impresión de unanimidad”. Cierto o no, la verdad es que la propaganda es exitosa.

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El Señor 10%

El Señor 10%es un ‘recaudador’ de fondos de las máximas autoridades de las instituciones públicas

/ 9 de diciembre de 2012 / 09:53

El Señor 10% pulula en muchas regiones del país y en algunos países vecinos. Ejerce un cargo público, pero en los hechos es un “recaudador” de fondos y recursos para la máxima autoridad ejecutiva. Es un especialista en la coima, en el chantaje, en la presión y, sobre todo, en el cobro de las dádivas sin dejar rastros. No gira facturas, ni firma contratos, ni documentos que lo delate. Cuida todos los detalles para no ser descubierto.

Es militante político, hombre de confianza de la autoridad, muchas veces amigo de infancia, colegio, universidad o simplemente vecino de barrio. Donde el político se acomoda en un cargo público, el Señor 10% es convocado para cumplir con el trabajo que domina.

¿Cuál es el modus operandi de este personaje? La institución pública convoca a licitación para la adjudicación de una obra, material de construcción, servicios u otros requerimientos. Esta convocatoria sólo es para cumplir con la norma, para decir que todo el proceso fue transparente; pues en la realidad muchas empresas que cumplen con todos los requisitos quedan fuera de la adjudicación sin explicación alguna. ¿Cómo ganan las otras aspirantes? Pues ahí está el negocio. El hombre de los billetes exige un 10% del valor total de
la adjudicación por adelantado. Caso contrario, no hay trato.

Los montos no son nada despreciables. No hay obra cuyo costo no esté por debajo de los $us 100 mil. Otras pasan del medio millón de dólares. Calcule el 10% y tendrá un indicio de la friolera que se recauda. Pero no olvide que eso sólo es de una obra. En un año de gestión se adjudican más de una veintena de licitaciones.

Un empleado recuerda que uno de ellos vivía en la zona San Pedro de La Paz y que cada mañana subía a El Alto a trabajar. Era funcionario público, su cargo: “recaudador” de fondos para la máxima autoridadejecutiva.

Otro lamenta que un burgomaestre, galeno de profesión, dejó a varios microempresarios colgados con grandes deudas en El Alto. Le dieron el 10%, pero la autoridad los estafó; pues al final no les pagó la ejecución de varias obras adjudicadas. Ahora no pueden denunciarlo por temor a ser descubiertos como parte del negociado. Pero no descartan el “ajuste de cuentas” como la única salida para recuperar los daños y perjuicios ocasionados. La cosa es seria y peligrosa.

El Señor 10% recorre por todas las instituciones públicas. Hace pocos días me costó creer que eso pasa en una institución paceña de mucho prestigio. ¿Cómo controlar, qué hacer con algo que es vox populi en esferas públicas? ¿Será por eso que todos quieren ser candidatos?

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Cómo muere un diario

Históricamente, los medios siempre tuvieron sus tendencias políticas, pero nunca como hoy

/ 30 de septiembre de 2012 / 04:47

Un presentador de noticias decía hace un tiempo que “la muerte de los periódicos es un hecho, debido a la internet y las redes sociales”. No voy a perder el tiempo en explicar las ventajas de cada una de ellas, pero sí puedo asegurar que hay muertes peores para un periódico.

Recuerdo que en la década de los 90, uno de los primeros medios escritos en cerrarse fue el periódico Hoy, otrora famoso por su suplemento Hoy Deportivo de todos los lunes. Pero de pronto, el ingreso de políticos del MIR (Movimiento de la Izquierda Revolucionaria) mató el medio, porque “pintaron” sus noticias de color naranja. Pocos años después, exactamente el 2 de junio de 2001, el periódico católico Presencia también murió porque la Iglesia Católica permitió el ingreso de socios políticos “sin capital”. “Es una pausa”, decía la última tapa de uno de los mejores medios en la historia del periodismo en Bolivia y en América Latina.

No es una exageración, fue el único que ganó premios internacionales de valor. Ni Maya ni Paya, fue otra cosa. Pero ya pasaron 12 años y nunca más volvió. Se fue y extrañamos el buen periodismo que se predicaba en esa redacción que le faltaba sólo un año para sus Bodas de Oro.

Con 70 años de vida, otro gran periódico de la avenida Camacho, Última Hora, también cayó en desgracia por la intromisión de socios orientales tirados a la derecha. Muerto Mario Mercado (su dueño y conductor), el matutino de larga vida se fue como si nada al fracaso, cuando no había redes sociales ni periódicos digitales.   

Históricamente, los medios siempre tuvieron sus tendencias políticas, pero nunca como hoy, cuando todos se pusieron sus camisetas. Hay medios totalmente identificados con el oficialismo, y otros con la oposición. Cada uno juega a su lado. Cada quien mira la noticia de acuerdo con sus intereses. Unos amplifican la noticia que les conviene, y otros sencillamente la ignoran o minimizan en una breve columna. Calibran la información de acuerdo con la línea del medio. Eso sencillamente se llama “manipulación de la información”.

Lo más nefasto para el periodismo es justamente la manipulación, decir lo que no es, o querer mostrar lo que no fue; peor aún, pensamos desde los medios que la gente nos cree, nada más falso. Más bien perdemos credibilidad, lo más preciado de un periodista y de un medio de comunicación. Por eso es tan importante —que si bien no existe la plena objetividad ni imparcialidad— mantener la verdad sobre todas las cosas. La receta para los medios es muy sencilla: cuestionar lo que está mal y reconocer lo que está bien.

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