Icono del sitio La Razón

Retrato de Hannah Arendt

Lo bueno de vivir en La Paz es que uno puede estar casi seguro de que algunas películas interesantes pero no masivas no se estrenarán, como en las grandes capitales, de manera que se puede sin culpa comprarla en una esquina cualquiera y verla en casa. Así hice con la que lleva el nombre de la famosa filósofa Hannah Arendt (en adelante Ana, por comodidad), dirigida por Margaret von Trotta. Es un retrato del momento más mediático, para usar la jerga actual, que vivió la Arendt, cuando decidió volverse periodista y asistir por “invitación” (en realidad se invitó, pues, según la película, se carteó con el director del New Yorker para ofrecerse como corresponsal) al “juicio del siglo”, llevado a cabo en Israel contra Adolf Eichmann. Quería hacerlo porque, siempre según la película, nunca había visto a un nazi. Motivo por lo menos extraño, dado que había vivido en Alemania el ascenso del nazismo y luego en el exilio había tenido tiempo de meditar y escribir largamente al respecto del fenómeno.

La cuestión es que el filme muestra a Ana en Jerusalén, donde el juicio le proporciona el descubrimiento que hiciera famoso el libro que resultó de su experiencia: Eichmann en Jerusalén. Su tesis, la poca relevancia que como criminal tenía éste, fue acompañada además por otro motivo polémico: su aseveración de que el genocidio no hubiera sido tan grave si los dirigentes judíos no hubieran colaborado activamente con los alemanes, por lo que se ganó enemistades y repulsa de los propios judíos.

Norman Podhoretz, importante crítico norteamericano de la época, en un brillante artículo no duda que la obra tiene un sutil afán infatuado de provocar y escandalizar a la opinión pública. Yo no la he leído, pero Podhoretz da algunos argumentos al parecer irrebatibles sobre su endeblez y debilidad. Y va más allá, al señalar que la forma de actuar de Ana no es nada más que parte de la típica soberbia de los intelectuales judíos. No sólo son la tribu elegida, no sólo son lo más granado de la cultura europea y mundial, también son las principales víctimas de la Historia.

Para indagar un poco más acerca de la complejidad del hecho del nazismo puede ser útil una mejor película, actuada increíblemente por Kenneth Branagh y Stanley Tucci, entre otros: Conspiración. En el filme, 15 jerarcas militares y altos funcionarios de Hitler se reúnen (reunión organizada precisamente por Eichmann) para discutir la manera más práctica y económica de deshacerse de 11 millones de judíos; un guión excelente que permite sentir el carácter entre grotesco y terrorífico de lo que se propuso Alemania en esa época.

Pero volviendo a Ana, hay que concluir que debió ser una de esas personas que se caracterizan por ser inevitablemente interesantes. Se entiende que Heidegger, casado y bastante mayor, haya perdido un poco la cabeza por ella cuando era su estudiante, pues era inteligente y bonita, combinación difícil de encontrar. Se cuenta que una vez que enviudó de su segundo matrimonio recibió dos ofrecimientos para casarse, uno del poeta Auden, ambos desechados. De hecho en la película, aunque ya un tanto añeja, los hombres parecen estar siempre rodeándola y más o menos hechizados por su inteligencia, calidez y simpatía, mientras ella fuma y fuma.

Tres años después de lo que cuenta la película, en ocasión de la Guerra de los seis días, declaró que “se sentía infinitamente orgullosa de la victoria israelí”, afirmación que parece un poco sobreexcitada para alguien como ella, tan preocupada por el sufrimiento humano.

En fin, que para nosotros, latinoamericanos, bastante ajenos a la problemática europea de esa época, su terrible historia podría ser una buena lección para no exagerar con las ideologías reivindicativas. Pero unas líneas de Eliot también podrían ayudar a evaluar con ánimo más resignado todo lo que pasó y podría pasar: “La historia quizá sea servidumbre / la historia quizá sea libertad. Ve, ahora se desvanecen / las caras y lugares, con el Yo que, cuando podía, los amaba, / para quedar renovado, transfigurado, en otra ordenación /… / Esos hombres y aquellos que se les opusieron / y aquellos a quienes ellos se opusieron / aceptan la constitución del silencio / y están en el redil de un solo partido. / Por más que heredemos de los afortunados / hemos tomado de los derrotados / lo que tuvieran para dejarnos-un símbolo; / un símbolo perfeccionado en la muerte”.