De munícipes y prohibiciones
‘Si la moral quisiera apoyarse en sanciones legales, fomentaría hábitos hipócritas’. (A. Escohotado)
La ceguera intelectual, como se sabe, asocia la moral con el derecho. Eso es patético porque produce un puritanismo irritable e hipócrita. Como dice Antonio Escohotado, “si la moral quisiera apoyarse en sanciones legales, fomentaría hábitos hipócritas; y si el derecho quisiera sancionar una moral, se haría sectario, fomentando el desprecio a sus leyes”. Esta distinción es desconocida por los concejales cochabambinos, quienes esta semana sancionaron una “Ley Seca”, y peor aún, como si fuera una “verdad revelada” para extirpar todos aquellos demonios que acechan a una “ciudad ejemplo”. A nombre de la “seguridad ciudadana, la salud pública y la estabilidad familiar”, esta ley contempla un dispositivo para una caza de brujas contra todos aquellos que osen (¡qué aberración!) transgredir esta “noble normativa”.
Los concejales seguramente son abstemios, ¿o simplemente juegan a aparentar ser sobrios?, y asumen un rol divino, paternalista y colonialista de “salvar a la ciudad” de las inmundicias en que ha caído. Cochabamba —para ellos— es un lugar ideal para filmar escenas sobre Sodoma y Gomorra. En la mirada miope y reduccionista de estos concejales la complejidad social se comprime en hallar un chivo expiatorio: el alcohol. ¡Ohh! Solución divina para conjurar la hecatombe que se cierne sobre la ciudad: la violencia, la muerte, los accidentes, la infidelidad, la drogadicción, el machismo, la pobreza.
El demonio de las mil cabezas, el culpable de todos los males de esta ciudad inmaculada será extirpado, y con ello empezará una “nueva sociedad”, más productiva y civilizada. Se elimina, por ejemplo, los famosos “San lunes”, jornada en la que los albañiles se reúnen para tomar chicha y comer algo; (posiblemente los concejales consideren a estos trabajadores como “harapientos y ociosos”).
Desde la Colonia, las élites aristocráticas u oligárquicas consideraban a los indígenas como salvajes, y veían en el consumo de alcohol, especialmente de la chicha, a una práctica embrutecedora, que inclinaba a los indios a actos irracionales; y de allí surgían las salidas misioneras para salvarlos a través de la educación. Desde esta perspectiva, el espíritu de esta ley seca parece discriminatorio. ¿Si el objetivo es eliminar el consumo del alcohol, entonces la norma también debería prohibir el expendio de bebidas espirituosas los viernes? ¿Cuál es la razón para vetar el consumo de alcohol los lunes y no así los fines de semana?
Más allá de esta disquisición, cualquier pretexto sirve para dar rienda suelta a un moralismo hipócrita y a una discriminación solapada. Como dice Filón, “quienes no se permiten la ebriedad, y se consideran sobrios, son presa de las mismas emociones del ebrio”. Y precisamente aquí radica la ironía del sarcasmo: desaprovechan su sagrado entusiasmo, ya que son presas de su propio discurso moralista. Estos justicieros paganos, con un aspaviento parecido a una majadería o una ignorancia descomunal, creen tener la fórmula para convertir a Cochabamba en un oasis celestial. Como diría Eurípides, “el pagano piensa que la templanza pertenece a la naturaleza individual”. O en el caso de Baco, quien no obliga a las mujeres a ser castas, pero aquellas que por naturaleza lo son, “participarán en las orgías sin corromperse”. Ya Hipócritas aconsejaba “ceder a la ebriedad una o dos veces, de cuando en cuando”. A ver si no me equivoco, la enseñanza de esta ley seca sería: ¿Para los concejales está mal beber, pero está bien ser estúpido?, ¿o es que el asunto es ser un abstemio hipócrita con una cabeza hueca?