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Síndrome de Aguinaldo

A partir de la promulgación del DS 1802, referente al pago del aguinaldo “Esfuerzo por Bolivia” a favor de servidores públicos y trabajadores privados, se ha generado una avalancha de reacciones y opiniones favorables y desfavorables por parte de los diferentes sectores, tanto de los beneficiados como de los que se han sentido afectados por la medida.

De lo anterior se observó de manera predecible que la fracción de los empleadores privados, y propiamente el empresariado en sus diversos niveles, inició una intensa campaña en contra de este beneficio para los trabajadores, a través de una ola de amenazas y de amedrentamiento a la población, presagiando oscuros escenarios para Bolivia.

Lo primero que sacaron a relucir fue su arma más tradicional: “la amenaza del despido”. Continuaron con una tarea de intimidación psicológica hacia todos, anunciando de manera agorera una inminente inflación que ocasionaría la pérdida del poder adquisitivo de los salarios; y asimismo apelaron a la sensibilidad de la gente a través de una lógica autocompasiva, en la que este sector se autocalificó como víctima de esta medida, que fue tildada como “enemiga del empleo”.

Paralelamente promovieron divisionismos al interior de la sociedad, al oponer a los grupos no beneficiados, como los jubilados, en contra de los trabajadores, resaltando enfáticamente que habría sentimientos de rencor de quienes no reciben el beneficio en contra de quienes sí lo reciben, minimizando el impacto de bienestar del sector trabajador, exacerbando los sentimientos de la población a través de opiniones permanentes en los medios de comunicación; asumiendo posiciones contradictorias con su línea como la de señalar, por un lado, que el doble aguinaldo es un abuso y, por el otro, alentar a los jubilados a exigir el cobro de este beneficio, pretendiendo generar un ambiente de conflicto.

A raíz de lo anterior, queda a la vista que las acciones del empresariado pretendieron generar una especie de “secuestro” del sentimiento de bienestar de los beneficiados con la medida, y sustituirlo por sentimientos de miedo y duda. No obstante, lo que más sorprende es que algunos de estos “secuestrados”, de manera sorpresiva, se han dejado arrastrar por la lógica de “sólo si los empresarios están bien, nosotros podemos estar bien”, operando un fenómeno similar al Síndrome de Estocolmo, pues siendo estos trabajadores evidentes “víctimas del secuestro”, asumieron una relación afectiva hacia sus “secuestradores”, haciendo eco en escalas menores de aquella ola de amenazas y amedrentamientos en contra de sus propios compañeros y en contra del común de la población.