El líder más importante de la era moderna
‘Todo parece siempre imposible, hasta que se hace...’ (Nelson Mandela)
El 5 de diciembre de 2013 me enteré por mis amigos sudafricanos que Nelson Mandela nos dejó, para iluminar desde el infinito, con su legado y ejemplo, a las futuras generaciones. A partir de ahora, el 18 de julio y el 5 de diciembre serán unas fechas especiales para toda la humanidad. La dimensión de su legado y ejemplo son incalculables.
Madiba, como se lo conoce en Sudáfrica, es el símbolo de la dignidad y la lucha contra el odio. Padre de una nación moderna y pujante que en 1990 estaba totalmente aislada por el mundo y desahuciada por los expertos como un país viable. La fuerza, ejemplo y convicción de un solo hombre, condenado a cadena perpetua en una celda de cuatro metros cuadrados, lograron inspirar a una nueva generación para transformar los prejuicios de una sociedad dividida en esperanza, solidaridad, libertad y compromiso.
Gracias a Mandela la discriminación racial (apartheid) está hoy donde le corresponde, en un museo, como el testimonio de la separación, odio y violencia a la que pueden llegar los seres humanos. El apartheid es el nombre con el que se bautizó a la ley que reglamentaba la separación oficial de negros, blancos y mulatos en Sudáfrica. Fue el símbolo máximo de las políticas públicas de discriminación y racismo en el mundo.
Cuando se habla de razas, si alguien gana, todos pierden, sostenía Nelson Mandela para argumentar que la nueva Constitución de Sudáfrica era para todos, y si se ponían derechos especiales para un grupo en particular se estaría reconociendo que negros y blancos son diferentes. La palabra negro no aparece en ninguna parte del texto constitucional sudafricano.
Mandela mandó a destruir las cárceles del apartheid y con esos escombros y piedras hizo construir los edificios de las nuevas cortes de justicia y la sede de la Corte Constitucional. Su legado estaba plagado de simbolismos y ejemplos de reconciliación. Le pidió al presidente saliente, F. W. D. Klerk, que acepte ser el jefe de su gabinete ministerial, para garantizar a las minorías de su país que la nueva Sudáfrica sería para todos. El expresidente aceptó la invitación, y por ese acuerdo de paz y reconciliación les dieron a ambos el premio nobel de La Paz en 1994.
En la Sudáfrica de Mandela no hay reelección presidencial, a pesar de su abrumadora mayoría y el pedido clamoroso popular e internacional para su reelección. Madiba sabía que el poder puede corromper y emborrachar a cualquier ser humano y que la alternancia es la mejor herramienta para evitar la tiranía. Él tuvo la grandeza de renunciar al poder para dar ese ejemplo a las futuras generaciones de políticos y líderes del mundo.
El jueves se fue un símbolo de libertad, humanismo, amor y paz. En su tumba se levantan los principios que guiarán, con el tiempo, los valores de la democracia moderna y el liderazgo universal. Las nuevas generaciones leerán su vida y su legado en todas las universidades y colegios, su voz será la voz de una política posible y deseable en tiempos de cambio global.