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Transformar la iniciativa empresarial de la región

Los empresarios creativos no son un subproducto del de-sarrollo, son generadores de empleo y un componente crítico del mismo.

/ 8 de diciembre de 2013 / 04:00

Los empresarios creativos no son un subproducto del de-sarrollo, son generadores de empleo y un componente crítico del mismo. En América Latina, donde el crecimiento de la productividad siguió rezagado aun durante el reciente auge de las materias primas, alentar el surgimiento de empresarios dinámicos es esencial para la preservación y ampliación de los avances económicos y sociales logrados en la última década.

Se trata de una región de emprendedores. De hecho, la proporción de emprendedores, empleadores y negocios formales es mayor que en otras regiones con un nivel de ingreso similar. Uno de cada tres trabajadores en América Latina es autónomo o es un pequeño empleador, e inclusive la proporción de empresas registradas comparativamente también es grande.

Pero no todos los emprendedores fueron creados iguales. Según un nuevo informe del Banco Mundial (El emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación), el hecho de que existan tantas empresas pequeñas puede en realidad ser el síntoma de un desequilibrio dañino: los empresarios “transformadores” no generan suficientes puestos de trabajo de calidad. En América Latina son pocos los empresarios que generan empleo.

Siguen siendo muy pequeños incluso tras décadas de operación. Las empresas con 40 o más años de actividad emplean a alrededor de 110 personas; mientras que en Asia oriental a más de 170; en Europa oriental, alrededor de 220; y en países de alto ingreso, a 250.

Los empresarios exitosos son aquellos individuos que transforman ideas en empresas comerciales rentables, un proceso que requiere la capacidad de innovar, introducir productos nuevos y explorar nuevos mercados. Para prosperar, los empresarios transformadores requieren de un ambiente económico e institucional favorable, que acentúe los resultados esperados de sus ideas innovadoras. Empero, la baja innovación caracteriza la realidad empresarial regional.

Con excepción de Brasil, que invierte el 1% de su PIB en investigación y desarrollo (I+D), la región invierte mucho menos (menos del 0,5%), es decir un tercio el nivel de China y apenas un cuarto el nivel de los países de ingreso alto. Asimismo, las empresas formales lanzan productos nuevos a un ritmo menor que en otras regiones en de-sarrollo. No sorprende que en Bolivia, Honduras, El Salvador, Guatemala, Paraguay y Perú el número de patentes por millón de habitantes otorgadas en Estados Unidos  es menor a uno, muy por debajo de lo que debería ser para su nivel de desarrollo.

Una nueva investigación patrocinada por el Banco Mundial  constató que las empresas con más de 100 empleados no utilizan los sistemas más actualizados de gestión de talento basado en desempeño. El estudio reveló que la proporción de empresas familiares prácticamente duplica a la de EEUU. El número de firmas que ingresan al mercado exportador también es muy bajo. En Chile, Colombia y México el porcentaje de empresas que eligen exportar es mucho menor que en países como Bangladesh, Pakistán o Tanzania.

Hasta las notorias Multi Latinas,  del sector manufacturero invierten  en promedio apenas $us 0,06 por cada $us 1.000 de ingreso en I+D. Mientras tanto, las multinacionales invierten $us 2 por cada $us 1.000 en China y $us 2,6 por cada $us 1.000 en países de ingreso alto

En los últimos años, las políticas latinoamericanas se enfocaron en la asistencia a pequeñas y medianas empresas. Pero estos esfuerzos también deben dirigirse a las nuevas empresas. Son las compañías jóvenes las que suelen crecer. Fortalecer el capital humano, alentar la competencia y mejorar los derechos de propiedad intelectual también puede ayudar a inclinar la balanza.

Pero hay desarrollos prometedores. Las agencias de promoción de exportaciones están aumentando el número de empresas exportadoras en varios países, mientras que los avances científicos han transformado positivamente la agricultura en otros países.

Hoy en día, quienes toman decisiones tienen mayores posibilidades de centrar sus esfuerzos y recursos en fomentar el crecimiento. Luego de años de lidiar con debilidades macrofinancieras, ahora pueden centrar su atención en construir las bases para aumentar la productividad. Los empresarios transformadores serán cruciales en este esfuerzo, y si bien no existe un número ideal de éstos, lo cierto es que el futuro de América Latina dependerá de tener muchos más.

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Latinoamérica: 10 años de inclusión

Seguir avanzando es posible, si se logra el compromiso de todos, especialmente los que pueden más

/ 20 de diciembre de 2012 / 05:00

2013 marca una década desde que América Latina y el Caribe cambiaran dramáticamente y para bien. Luego de décadas de estancamiento, la región inició una rápida transformación económica y social en 2003 que sacó a 73 millones de personas de la pobreza, acrecentando la clase media en más de 50 por ciento o 50 millones de personas

Según nuestros datos,  hoy en día hay más latinoamericanos viviendo en la clase media que en la pobreza.  Esto, sin incluir a quienes se ubican en la clase vulnerable, o clase media baja y que tienen una mayor probabilidad de caer en la pobreza. Ciertamente, las millones de personas que mejoraron su situación pueden dar fe de que no sólo los ricos se beneficiaron del crecimiento económico. Mientras que la desigualdad crece en todo el mundo, América Latina experimentó una disminución significativa por primera vez en cuatro décadas.

Sin embargo, los latinoamericanos son los primeros en alegar que estos logros no son suficientes. Según Latinobarómetro, muchos latinoamericanos dicen estar peor que los demás. Esto puede deberse a una cuestión de percepción — a medida que la prosperidad alcanza a más personas, nuestra percepción de la mejora relativa disminuye.  No caben dudas de que aún falta mucho por hacer. Y el momento de hacerlo es ahora. Uno no arregla el techo cuando llueve.

Aunque, definir prioridades se hace cada vez más difícil en un mundo en constante cambio,  “la batalla de la productividad”, no puede esperar. Si la región aspira a un estatus desarrollado en las próximas décadas, es imprescindible la creación de mayor riqueza y para ello es clave mantener la competitividad, anclada en una reducción de los costos logísticos, mejora de la infraestructura y la calidad de la educación.

Como si esto fuera poco, las tendencias globales de las próximas dos décadas apuntan a un continuo desarrollo de China como superpotencia económica,  la independencia energética estadounidense, más demanda de las materias primas agrícolas para alimentar a una población en crecimiento y la veloz innovación tecnológica en un mundo cada vez más móvil e inteligente.

El crecimiento sostenido de China es buena noticia para los exportadores de materias primas. Por otro lado, la autosuficiencia energética en EEUU, especialmente en gas natural, puede implicar una caída en el precio del petróleo, cuestión que puede afectar a México, Venezuela y Ecuador y favorecer a las naciones de América Central que dependen del crudo o los grandes países agropecuarios del sur.

Para sostener el progreso logrado y ampliarlo —en este incierto contexto— el Estado debe contar con más recursos y ser más eficiente en su uso para proporcionar servicios de calidad. Afortunadamente, parte de la reciente transformación regional se debe a los esfuerzos de los gobiernos por orientar el gasto público hacia resultados, con el beneficio añadido de una mayor confianza del público en su gestión.

Empero, los latinoamericanos más ricos —y ahora la clase media— evitan los servicios públicos como la educación, seguridad y la salud apenas tienen la capacidad económica de adquirirlos privadamente. Actualmente, el Estado sirve a los más vulnerables mientras que las clases acomodadas no ven beneficio alguno en formar parte del contrato social más amplio. Esto debe cambiar.

Hoy en día, con la excepción de Brasil, la recaudación tributaria promedio de los países de la región es de apenas 17 por ciento del PIB —la mitad del promedio para los países de la OCDE—.

Asimismo, menos del 4% de la recaudación proviene del impuesto a la renta personal, comparado con 27% en los países industrializados. Para compensar el déficit, muchos países adoptaron impuestos indirectos y regresivos como el IVA, que gravan más a los que menos tienen.  La región deberá confrontar estos difíciles desafíos, y los que resultan de una rápida urbanización o degradación ambiental hasta conmociones económicas globales, aumento en el precio de los alimentos y la desestabilización que genera la violencia y el crimen.

Pero seguir avanzando es posible, si se logra el compromiso renovado de todos,  empezando por aquellos que tienen la capacidad de hacer más, de lo contrario las sociedades se mantendrán fragmentadas, los gobiernos tendrán recursos limitados para realizar las inversiones necesarias, y los pobres y vulnerables tendrán pocas oportunidades de prosperar.

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El crecimiento verde e inclusivo

América Latina camino a Río+20

/ 17 de junio de 2012 / 04:00

El desarrollo económico y social se erige como el pilar de la estrategia latinoamericana para crear una sociedad más equitativa y moderna. Tras décadas de lucha por alcanzar el equilibrio correcto entre crecimiento e igualdad, la región ha dado un paso al frente, sacando a más de 73 millones de personas de la pobreza en la última década, incrementando la riqueza, registrando tasas de crecimiento promedio de 4% y convirtiéndose en una fuente de estabilidad en medio de la incertidumbre mundial.

Estas formidables conquistas, sin embargo, podrían verse amenazadas en caso de no ser ambientalmente sostenibles. Para lograr esto, la región lidia con la necesidad de continuar creciendo para combatir la pobreza y resguardar los recursos naturales para que generaciones venideras puedan utilizarlos de manera productiva. Ésta es la esencia de una agenda de crecimiento verde con beneficios para todos.

La región de América Latina y el Caribe (ALC) podría convertirse en una víctima de su propio éxito económico. La reciente bonanza regional derivó en una urbanización explosiva, en las tasas de motorización más elevadas del mundo, y en una matriz energética que tiende a apartarse de su tradicional impronta hidroeléctrica.

El éxito económico de ALC está íntimamente ligado a la generosidad de la naturaleza. Más del 97% del PIB (Producto Interno Bruto) regional se genera en países que son exportadores netos de materias primas: petróleo, minerales y productos agropecuarios. Estos recursos podrían reducirse significativamente en menos de una generación de no variar las actuales tasas de extracción o de no adoptarse técnicas agropecuarias más inteligentes.

La buena noticia es que la región se encuentra a la vanguardia respecto de algunas de las prácticas verdes más innovadoras del mundo. Actualmente ostenta la matriz energética de más bajo carbono del mundo en desarrollo, el sistema de transporte rápido más extenso del mundo y el primer mecanismo de seguro ante riesgos catastróficos para mejorar la capacidad de recuperación frente a un desastre natural. También ha adoptado esquemas de pago para la conservación del medio ambiente que ayudaron a Costa Rica a convertirse en un ícono ambiental en el ámbito mundial y un paraíso del ecoturismo, luego de ser el peor deforestador de la región a mediados de la década de 1990.

Gracias al programa de Áreas Protegidas de la Amazonía (ARPA), que cubre una superficie similar a la de Francia, hace cuatro años que Brasil registra un descenso en su tasa de deforestación.

En lo urbano, Río de Janeiro, sede de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable Río+20 que se llevará a cabo la semana próxima, es uno de los líderes verdes de la región. La ciudad es una de las primeras en el mundo en implementar un sistema de monitoreo de emisiones de gases de efecto invernadero.

Le ofrece a sus residentes el segundo sendero para bicicletas más largo de América Latina, luego de Bogotá. Y luego de mejoras en su sistema de ferrocarriles suburbanos, el número de viajeros aumentó a niveles que hacen innecesarios los subsidios, un ahorro de $us 121 millones al año.

El desafío ahora será mantener y expandir estas y otras iniciativas a medida que ALC se urbaniza, la creciente clase media aspira a una vida mejor, mientras la exposición a los desastres naturales aumenta.

La región tiene la oportunidad de escoger un camino que derive en un crecimiento robusto y sostenible. Las opciones que se tomen ahora definirán las próximas décadas para sectores cruciales como infraestructura, energía y servicios urbanos, todos los cuales definen el crecimiento económico y la calidad de vida de las mayorías.

La región  puede liderar el uso de prácticas agropecuarias más eficientes y climáticamente inteligentes, así como medios de transporte de carga más eficientes y ecológicos, como ferrocarriles e hidrovías.

Algunos podrán argumentar que  promover la adopción en el Sur de políticas de crecimiento más responsables es injusto. Después de todo, el mundo desarrollado no pensó mucho en el medio ambiente a medida que generaba niveles sin precedentes de riqueza, salud y seguridad. Hoy, Estados Unidos emite 18 toneladas de CO2 por habitante y Europa 7,8 toneladas. El latinoamericano promedio emite el equivalente a 2,8 toneladas de CO2.

A pesar de ello, estoy convencido de que los dirigentes regionales están menos interesados en señalar con el dedo a los culpables y prefieren tomar las decisiones correctas que llevarán a la región y su gente por un camino de prosperidad continua y sostenible.

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