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Un árbol y muchas flores

Esta semana estamos de luto por vidas pequeñas y cortas como flores delicadas. Y estamos de luto por una vida alta y frondosa como un árbol que dio frutos, flores, semillas y se apagó como debía ser, cuando era su hora.

A la vida y muerte del árbol Madiba se le ha dedicado mucho tiempo y muchas palabras de celebración y de homenaje. No podía ser de otra manera: a pesar de circunstancias casi imposibles de superar, Mandela se enraizó en su dignidad y fue capaz de lograr pacíficamente la liberación de su tierra. Pero Mandela tuvo 95 años para lograr su misión, para hacer de su vida algo que genera celebración y que nos permite decir al verlo alejarse: por ahí se fue un hombre que hizo que su tiempo entre nosotros valga la pena.

¿Qué podemos decir en cambio de las vidas breves, chiquititas, que se extinguieron sin haber siquiera tenido tiempo de afianzar sus raíces sobre la tierra? ¿Qué palabras pueden haber para hablar de aquellas esperanzas que no llegaron a crecer, pues fueron arrancadas sin razón alguna?
A los pequeños Alexander, Masiel, Alexia y Luan no les dieron tiempo de llegar a definir si serían altos y elegantes cipreses, o vistosos jacarandás, o lindos y acogedores molles.

Ellos no pudieron más que aprender a caminar en pasitos inseguros, decir quizás una palabra o dos, y contener dentro de sus miradas y sus reacciones todo el potencial de lo que podíamos esperar de ellos en el futuro, así como la semilla contiene ya en sus circunvoluciones y sus asperezas los frutos que nos ofrecerá, si le damos tiempo.

Madiba tuvo el lujo del tiempo: se le permitió crecer, llorar, amar, aprender, caer, recomenzar y persistir a pesar de todo. Por eso se convirtió en el inmortal árbol que fue, y que a pesar de ya no estar seguirá siendo.

Los niños que se enterraron esta semana, y los tantos otros que cada semana y cada mes y cada año son arrancados de la tierra, no tuvieron ese gran privilegio. Pero la vida que perdieron no es solamente su pérdida: es la nuestra. Los árboles que no llegarán a ser podían habernos dado sombra, alegría, alimentos, protección, semillas. Entre esos niños pudo haber otro Madiba.