Burbujas y especulación financiera
El exceso de deuda pública se ha convertido en un grave problema macroeconómico
Las burbujas de precios de materias primas en la era pre y pos colapso de la banca internacional de inversiones en 2008 tiene relación estrecha con dos fenómenos producto de la globalización: el desarrollo explosivo de la innovación financiera y la emergencia de China al desarrollo económico y el consumo masivo de materias primas.
La innovación y expansión del mercado de derivados ha generado una crisis financiera no resuelta, cuya expresión concreta es el exceso de deuda privada y pública, que limita las posibilidades de una rápida recuperación y pone en riesgo la estabilidad económica mundial. En 1960, la deuda de los hogares en el Reino Unido era menor al 15% del PIB; para 2008 había superado el 90%. En EEUU, el crédito privado creció desde el 70% del PIB en 1945 hasta más del 200% en 2008. La ortodoxia del libre mercado sostenía que mientras la deuda se mantuviera en el sector privado y la inflación fuera baja, su impacto macroeconómico era neutral. Los hechos demuestran que están equivocados.
En tiempos de auge, el exceso de deuda impulsa ciclos de sobreinversión, y en períodos de crisis tiene un gran efecto depresivo, ya que empresas y consumidores excesivamente apalancados bajan la inversión y el consumo. Para contrarrestar estos efectos y evitar una deflación, los hacedores de política económica justificaron el traspaso de deuda privada a deuda pública, y el exceso de deuda pública se ha convertido desde entonces en un grave problema macroeconómico.
Es un problema porque los gobiernos al socializar la deuda privada hicieron que el servicio de la deuda pública imponga programas de ajuste estructural bajando el bienestar de su población para cumplir con los bancos (la deflación europea y su profunda crisis social y política) o, alternativamente, como es el caso de EEUU, a financiar el desequilibrio con políticas fiscales y monetarias expansivas. En ambos casos, la receta para evitar la deflación tiene en común una política de dinero abundante y barato. Es decir, reestructuración de la deuda y la economía altamente recesiva por un lado, y monetización del déficit fiscal, que tampoco genera una recuperación sostenida, por el otro.
Estas políticas de dinero barato y abundante desplazan el apalancamiento hacia el sector público, y pueden provocar el resurgimiento del apalancamiento privado en las economías desarrolladas. La pregunta es, ¿cuál fue entonces el destino de los flujos monetarios en los cinco años de poscrisis? Con tasas de ganancia en su nivel más bajo y en ausencia de un proceso de innovación productiva sostenido y generalizado, la especulación financiera resulta una alternativa atractiva y rentable.
La evidencia de una relación profunda entre bancos y mercado de metales es la avalancha de demandas que recibe el sistema judicial de EEUU. La Commodities Futures Trading Commision (CFTC) ha emitido citaciones a Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Morgan Stanley y otros a denuncia de propietarios de almacenes y usuarios de metales, de que estamos frente a un proceso de acaparamiento de metales para subir artificialmente los precios. La CFTC se pregunta si los grandes bancos deben ser propietarios de activos físicos, el transporte y su almacenamiento. Se impusieron multas millonarias, pero no prosperaron las investigaciones del ente regulador. La especulación financiera goza de buena salud mientras las tasas de interés sean bajas, sin embargo, su alza se concretará cuando la recuperación económica mundial sea una realidad sin vuelta.
Queda por analizar el impacto del incrementado consumo de metales de China y el Asia sobre el boom de precios que ya dura 11 años, y que muchos se adelantan a predecir que ha finalizado.