Frente Amplio y su alter ego
Sorprende que el FA haya asumido el sustantivo ‘izquierda’ para agregarle la cualidad ‘democrática’
Como si fuera un personaje salido de la novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (donde se explora la idea de que el bien y el mal existen dentro de una misma persona en constante guerra, en la que opera un juego de espejos donde emerge el otro Yo, es decir, el alter ego) el reciente Frente Amplio (FA) —en el que uno de sus líderes más visibles es el empresario Samuel Doria Medina— se autodefinió como una “izquierda democrática” (sic) y, como era previsible, desató una ola de comentarios mezclados entre ironía, incredulidad e inclusive carcajadas.
Como sabemos, todo proceso de construcción identitario, mucho más en el campo político, se da a través de procesos de representación. En este sentido, resulta llamativo que el FA haya asumido el sustantivo “izquierda” para agregarle la cualidad “democrática”. Haciendo una inferencia (para eso no se necesita ser muy inteligentes) se concluye que los ideólogos del FA quieren decir: “somos de izquierda; pero a diferencia del Movimiento Al Socialismo (MAS), somos democráticos”.
Una primera constatación es que, no sólo en Bolivia sino en toda América Latina, el campo político de hoy está ideológicamente marcado por un “giro a la izquierda”, y no se puede comprender, por lo tanto, cualquier interpelación política externamente a las fronteras (pre)dominantemente delineadas por este viraje discursivo. En este contexto, se explica —a pesar de que muchos de los integrantes del Frente Amplio tienen un pasado conservador conocido— que con afanes electorales esta agrupación asumiera la “etiqueta de izquierda”, aunque suena como una broma anticipada por el día de inocentes. Empero, esta identificación provoca trastornos emergentes de esta doble personalidad, que luego se patentiza en un ambiguo y contradictorio discurso. Por ejemplo, para diferenciarse, de modo que los trastornos no se conviertan en patológicos, el FA se proclama como una “izquierda democrática” a través de un juego asociativo, y así opta por el derrotero más fácil de calificar al MAS “como un poder despótico y autoritario”. Esta estrategia discursiva sólo devela la ausencia de un horizonte ideológico y programático alternativo.
En el intento de disputarle el campo de lo popular y de arrebatarles las banderas del izquierdismo, en este caso al MAS, el FA sólo se encamina por un laberinto confuso e indescifrable desnudando una crisis ideológica, ya que este rasgo padecen los otros frentes políticos opositores para encarar seriamente las venideras elecciones presidenciales y parlamentarias.
El problema no es que esta agrupación se haya asumido como tal, sino que su orientación ideológica se caracteriza por ser ambigua y contradictoria, ya que, simultáneamente, se autodefinen de “izquierda”, dicen que no es “doctrinaria”, “conviven armónicamente con el liberalismo” y que sus principios articuladores son los ideales de “libertad, igualdad y equidad”; y al mismo tiempo aseguran “reconocer el Estado Plurinacional, pero reivindican principios republicanos y la construcción del Estado social y democrático de derecho”.
Todo un chenko ideológico, que podría servir de inspiración literaria a Stevenson para crear un nuevo personaje neurótico lidiando con su alter ego.