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La fama y el dato

A propósito de informes de fin de año, que suelen despertarnos de nuestra ensoñada condición de cambio, especialmente cuando la situación del país es comparada con la de otros países del mundo y de la región, el Banco Mundial presentó el informe Risking your health. causes, consequences, and interventions to prevent risky behaviors” que sin embargo no tiende a generar el efecto señalado, al poner en entredicho aquella colonial asociación entre consumo de alcohol y marginación que las élites acostumbran a reproducir, con un dejo de desprecio hacia las prácticas populares.

El informe, que aborda el consumo de droga, cigarro, alcohol, comida chatarra y sexo inseguro, consideradas conductas riesgosas, muestra datos que contrastan con aquella fama alcohólica del país que depende de una referencia a la incesante celebración de fiestas. Y es que según el artículo de Damien de Walque y Sébastien Piguet: Overview of the prevalence and trends of risky behaviors in the developing world, con datos del Global Information System on Alcohol and Health, el consumo per cápita en litros de alcohol en adultos mayores de 15 años sería en Bolivia de 2,50 a 4,99, uno de los más bajos, junto con Colombia y Ecuador; a diferencia de los 5,00 a 7,49 litros que se consumiría en Uruguay, Paraguay, Brasil, Venezuela, Chile y México, o los 7,50 a 9,99 litros que se consumiría en Argentina, el consumo per cápita más alto de la región. Pero, según el estudio, incluso el nivel de consumo de los países latinoamericanos sería muy bajo con relación a las Islas Vírgenes, Moldavia e Islas Caimán, cuyo consumo per cápita sería superior a los 20 litros; las Islas Cook, Aruba, Luxemburgo, Antillas Holandesas, República Checa, cuyo consumo superaría los 15 litros; o Bielorrusia, Bosnia Herzegovina, Uganda, Letonia, Rumania y Lituania, cuyo consumo superaría los 12 litros.

Sin embargo, como el estudio no busca definir simplemente el nivel etílico de cada país, sino establecer el carácter poco saludable del consumo de alcohol, el informe presenta un índice de su consumo para referir cómo la gente bebe en vez de cuánto, mediante una escala de riesgo que va del nivel menos riesgoso al más riesgoso, y sobre la base de un conjunto de atributos como la cantidad de alcohol consumido por ocasión, el consumo festivo, la proporción de eventos de consumo, de bebedores cotidianos y el consumo en lugares públicos, con relación al porcentaje de muertes registradas.

Así, a partir del porcentaje de muertes atribuibles al consumo de alcohol, Bolivia forma parte de un grupo de países cuyo nivel de consumo de alcohol es considerado muy riesgoso (10% a 14%); frente al curioso caso argentino, cuyo nivel de riesgo sería medio (5% a 9,9%); y los países centroamericanos, México y Ecuador, cuyo nivel sería alto (más de 10%).

Aunque el informe reconoce limitaciones en el consumo no registrado de alcohol, como las preparaciones caseras o la producción ilegal, el problema del país no radicaría por tanto en la cantidad de alcohol consumido, sino en los efectos de esa práctica, pues el riesgo derivado de ello es nomás reconocible en las fatalidades que a menudo presenciamos.

No obstante, sin que ello suponga darle la razón a un potentado jalisciense que alguna vez, en México, me dijo: “en Bolivia daba pena ver a los inditos todos borrachos”, el informe aboga más bien por la intervención pública vía legislación con fuertes mecanismos de reforzamiento, más que las simples campañas informativas, para que los datos del consumo de alcohol no refuercen una mala fama del país, sino que eviten su relación con otras prácticas riesgosas que representan un gasto para el Estado y minan el capital humano de cada país.