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Ostreicher

La mayoría de los entrevistados por los medios de comunicación en los últimos días han expresado su apoyo a la fuga de Jacob Ostreicher, empresario norteamericano que supuestamente enfermó de Alzheimer en la cárcel de Palmasola, donde estuvo 18 meses hasta que estalló el caso de la red de extorsión integrada por abogados, jueces y fiscales, que mantenían a Ostreicher en la cárcel mientras sus bienes eran saqueados.

El asunto tomó dimensión internacional por la acción de Sean Penn, un supuesto amigo de las causas de los pueblos del Tercer Mundo, quien tomó como suya la lucha por liberar al empresario norteamericano. Las acusaciones contra Ostreicher van desde legitimación de ganancias ilícitas hasta asociación delictuosa, que no pudieron ser probadas, pero tampoco desvirtuadas, en un caso laberíntico, dificultado por la existencia de vehículos, propiedades y millones de dólares tentadores para varios de los operadores de justicia, algunos de los que cayeron presa de la corrupción.

Lamentar y quejarse del sistema judicial, de la Fiscalía, de la Policía en términos generales no es suficiente, hay que denunciar, como lo hicieron con cierto éxito los abogados de Ostreicher, con nombres y apellidos. Uno de los escudos de protección que tiene la corrupción es la generalización abusiva.

Es evidente lo lento y corrupto que es el sistema de justicia del país, pero de ahí a romper una orden judicial, existe gran distancia. La mejor forma de cambiar es resistiendo, dentro del ordenamiento legal, y en eso Ostreicher había ganado varias batallas en contra del sistema, victorias que además sirvieron como antecedentes no solo para eliminar a operadores judiciales involucrados con las redes de extorsión, sino para señalar la forma en que se mueve este tipo de grupos.

Su fuga hará que todas las acusaciones en su contra se den por confirmadas y, por ende, los acusados por el mismo tengan ahora menos obstáculos para evadir la acción de la Justicia. Otro efecto negativo de la fuga es que se va haciendo costumbre la acción evasiva de los que creen que se actúa injustamente en contra de ellos, y tomando el caso por sus manos se marchan, tal como hasta ahora lo han hecho Róger Pinto y varios otros.

Con la fuga de Ostreicher perdió el sistema judicial, perdió el propio Jacob Ostreicher, quien había manifestado que después de perder su fortuna no quería perder su credibilidad, y perdió ambas, porque pese a que se realice una película en Hollywood basada en su caso con el típico estereotipo del norteamericano “detenido en el extranjero”, quedará en la incógnita su relación con narcotraficantes brasileños, su nexo con la exótica socia colombiana y la súbita recuperación de la enfermedad de Alzheimer de la que se quejaba en la cárcel.