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Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 08:18 AM

Piratería y emprendedores truchos

Debajo de la imitación subyace una cobardía del emprendedor nacional a realizar inversiones a largo plazo

/ 20 de diciembre de 2013 / 04:00

Existe en Facebook un foro con más de 20.000 participantes donde se intercambian críticas de restaurantes en La Paz. Ahí se publicó un anuncio de apertura de Shooters, un restaurante de comida rápida con meseras uniformadas con shorts naranjas y tops blancos apretados, es decir, una burda imitación de la franquicia estadounidense Hooters.

Publiqué en ese foro una crítica a este negocio por pretender sacar ventaja indebida de la fama y renombre de marcas ajenas, y con ello contribuir al desprestigio de los emprendedores bolivianos. La respuesta mayoritaria no fue la de secundar la crítica,  sino la de justificar la imitación.

Uno de los participantes me respondió que la imitación marcaria es una forma estratégica de posicionamiento. Respondí que el robo de dinero también es una medida estratégica para mejorar el poder adquisitivo. La ironía no parecía ser suficiente para evidenciar el conflicto. Un segundo detractor me dijo que los consumidores estamos “en el deber” de apoyar los emprendimientos nacionales y que mis críticas no eran conducentes al objetivo. Como una extensión de lo anterior, se mencionó que mientras las alitas de pollo que vende Shooters estén ricas, ¿por qué tendría que importarle al consumidor la imitación marcaria?

Algunos de los participantes me pidieron citas legales de las normas que prohíben agregar una “s” a una marca conocida. Hice las citas legales respectivas, pero las respuestas subsiguientes evadieron tocar la ilegalidad de la imitación. Un participante llegó inclusive a pedir que cesáramos el debate, porque el foro era para discutir sobre buenos o malos restaurantes y no sobre buenos o malos plagios.

Provoca curiosidad cómo un país que se precia de estar en el camino del redescubrimiento de su identidad cultural, la descolonización y la revalorización de aquello que nos distingue como bolivianos tenga en el ámbito empresarial tendencias claramente marcadas hacia la imitación y la piratería de marcas mayormente originadas en Estados Unidos.

Es razonable asumir que debajo del problema subyace una cobardía del emprendedor nacional a realizar inversiones a largo plazo. El desarrollo y posicionamiento de una marca propia es un desafío de un empresario visionario y valiente, dispuesto a construir un negocio con ideas originales y sin ánimo parasitario hacia la competencia. La imitación marcaria es el impulso de un empresario sin identidad, sin imaginación y sin escrúpulos, por tanto, una forma de atajo tramposo para ganar dinero con el prestigio y esfuerzo de sus competidores reales o potenciales.

Aún si el consumidor estuviera consciente de la imitación, le produjera admiración la astucia del imitador o disfrutare la parodia a la marca extranjera famosa (como la vendedora callejera de hamburguesas McDoña), en el caso de Shooters no estamos hablando de un negocio callejero manejado por una persona en condiciones de dificultad económica, con pocas oportunidades laborales o sin acceso a capital para desarrollar un restaurante con marca propia.

Sería interesante ver la reacción de los usuarios del foro de Facebook arriba citado ante un hipotético lanzamiento de gaseosas “Papaya Salvietti’s” o cerveza “Paceña’s” en Chile, Estados Unidos u otro país. Al final de cuentas, solo hay una “s” de diferencia. ¿Les replicarían el desmerecido aplauso que le dan ahora a Shooters o cederían al chauvinismo nacionalista defendiendo que lo trucho solamente es aceptable si llena los bolsillos de un empresario boliviano?

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Los ebrios, la política y la muerte

/ 14 de noviembre de 2019 / 00:31

Un alcohólico puede despertar semidesnudo en un parque cubierto en vómito y excremento. Puede ser avergonzado y excluido por su familia y seres queridos. Puede llegar al punto más bajo de humillación y degradación. Y aún sin tener nada más que perder, el alcohólico es capaz de seguir bebiendo. Lo hará hasta que su hígado no aguante y se encuentre con la muerte.

La política es como un alcohol colectivo, como lo es el fútbol, la religión u otras excusas que usamos para agruparnos y buscar una experiencia unificadora. Cuando la política se conecta con nuestras emociones, nos embriaga a todos en múltiples niveles. Contamina nuestro pensamiento y nuestras conversaciones. Llega a nuestras relaciones de familia, amigos, compañeros de trabajo, y más allá.

La ebriedad es molesta solamente para el sobrio. La sobriedad nos hace conscientes del miedo y la duda. Por eso, la ebriedad busca que la sobriedad sea exterminada. Hay sobrios dispuestos a renunciar a ella, con tal de no sentir nada incómodo. Para tolerar la ebriedad política, es necesario sumarse a ella. Al sobrio le invitamos trago para que nos acompañe. Si no acepta, lo presionamos. Y si no cede, lo alienamos.

El ebrio político hace del poder una virtud y del Estado, un dios. Hace de charlatanes profetas y líderes. El poder se vuelve asunto de vida o muerte; un clásico de fútbol. Hay que ganarle al contrario para poder llevar la copa. Hay que ganar las elecciones, la presidencia, la revolución, el trono, la democracia… a cualquier coste, porque ganar poder es “glorioso”. La política es un drama de extremos irreconciliables: buenos y malos, héroes y villanos. Quien sea héroe o villano dependerá de donde nos sentemos en este teatro político: a la izquierda, a la derecha, o al centro.

Este teatro además no es horizontal. No hay sitio para todos. Para los que participen, la política nos seduce a tomar partido, a definirnos por un bando y conectarnos emocionalmente con su farsa. Es una obra teatral con actores mediocres, sin libreto, trucha, improvisada y falsa, pero que asumimos como real y que trae consecuencias reales. A veces violencia y muerte.

Los medios y las redes sociales son una botella de interminable licor político. Con nuestros celulares, la botella ya no tiene fondo. Tenemos sed y alcohol todo el día, sin pausa ni descanso. Ya no recordamos lo que es estar sobrio. Mientras el drama se profundiza, más ebrios nos ponemos. La política coloniza nuestros hígados y, poseídos por el sopor etílico, deliramos. Tenemos alucinaciones. Se nos abren los cielos y entra la luz de la verdad. Y la verdad es clara: el poder es para los “nuestros”, nunca para ellos, los “otros”. El poder es una cuestión de membresía y nuestro club es el campeón, el mejor, el acertado, el elegido.

Nuestros cerebros, idiotizados, no reconocen margen de error, no toleran crítica alguna. Nos lideran quienes nos imitan y simplifican. Nuestro líder nos entiende porque nos reduce a ideas simples. Sabe lo que dice, y lo sabemos porque dice lo que opinamos o creemos opinar. En ese círculo es imposible fallar. Y si alguien nos contradice o nos opone, se nos llena el corazón de fervor y buscamos algún arma para silenciar al enemigo. Salimos a luchar. Algo pasa y la memoria se apaga.

Despertamos nuevamente a la mañana siguiente, con la boca seca, el estómago adolorido, la ropa sucia, el cuerpo frío, en un lugar desconocido sin saber cómo llegamos hasta ahí. Hay sangre por todos lados. No sabemos de dónde viene. En el campo de batalla hay otra gente borracha durmiendo a nuestro lado. Hay cadáveres también. Borrachos dormidos y cadáveres son indistinguibles. Están unidos en un abrazo trágico: unos porque siguen inconscientes, y otros porque nunca podrán despertarse. Nuestro país necesita la unidad de los sobrios, porque la política y sus ebrios, solo nos traerán dolor y muerte.

* Abogado.

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La estatua de Bolívar en Sevilla

La historia es flexible a la hora de distinguir a criminales de conquistadores, a los sediciosos de los libertadores.

/ 26 de octubre de 2019 / 23:50

En Sevilla encontré un monumento a Simón Bolívar. Sobre el pedestal de la estatua se ve una placa que recoge una frase del Libertador escrita en 1821 en una carta dirigida al rey de España, Fernando VII: “Es nuestra ambición ofrecer a los españoles una segunda patria, pero erguida, no abrumada de cadenas”. Una frase demasiado gentil del que era al final de cuentas un rebelde a la corona. Me di el trabajo de buscar la carta.

Más allá del estilo literario barroco y el formalismo ritualista, se puede sentir un cierto tono de complicidad. La riña del Libertador con España era su oposición al centralismo de la Monarquía visto desde su posición de aristócrata americano, deseoso de expandir la autonomía política de los americanos. Con creativa zalamería, Bolívar alaba al rey de España por haber manifestado interés en encontrar paz. Y le encomienda entrar en el sagrario de la inmortalidad.

Bolívar agradece al rey por concederle al pueblo americano justicia y agrega que, de reconocer a Colombia, estará sobre una cima, dominando todas las prosperidades. Promete que Colombia hará, a través de su ejemplo, “gloria de los monarcas”. Se despide del rey con respetuosos homenajes y se ratifica como su más obediente servidor. Habrá que poner estas pintorescas expresiones en el contexto del estilo literario, sin caer en la ingenuidad histórica.

Fernando VI, obligado a abdicar por Napoleón, recuperó el trono de España cuando Francia perdió la campaña en Rusia. Después de seis años de despotismo, fue presionado a someterse a una Constitución Liberal un año antes de la carta de Bolívar. Las tropas españolas originalmente destinadas a viajar a América para reprimir el avance bolivariano se sublevaron al rey, lo cual facilitó las pretensiones bolivarianas.

La naciente “independencia” de los países latinoamericanos, incluida la de Bolivia, fue una transición del absolutismo monárquico al absolutismo de plutocracias elitistas, resguardadas por militares, Constituciones débiles, pugnas internas, guerras locales, repartijas de territorio y sociedades altamente jerarquizadas por la desigualdad económica y el racismo. Bolívar fue una suerte de virrey bajo un nuevo logo denominado “República”, sin democracia efectiva para la gente, pero bastantes licencias y privilegios para él y su clase.

En el proceso lo convencieron de realizar un acto de sublime narcisismo: ponerle su nombre a nuestro país. “Honor” que compartimos con los colombianos, cuyo país honra irónicamente a Cristóbal Colón, el navegante genovés que dio inicio a la Colonia (de la cual ahora, gracias a Bolívar, somos “libres”). Con estatuas e himnos celebramos al padre ausente e indiferente que nunca vivió el experimento democrático.

En España, recientemente concluyó el llamado “juicio del procés”, con la condena contra varios líderes del movimiento político catalán que el 1 de octubre de 2017 convocaron a un referendo, para decidir sobre la independencia de Cataluña del Reino de España. El referendo fue juzgado como ilegal. Muchos de los acusados han sufrido condenas de entre 9 y 13 años de cárcel por el delito de sedición y malversación.

La historia es flexible cuando se trata de distinguir a los criminales de los conquistadores, a los sediciosos de los libertadores, a los genocidas de los héroes. Algunos hicieron de la rebeldía un camino hacia la libertad y otros hicieron de ella una promesa vacía. Sin respeto al voto, la libertad es una farsa cruel. La libertad democrática demanda el respeto a las decisiones mayoritarias. Mientras el voto sea ignorado o remitido a revisiones judiciales, muchos podrán denominarse libertadores, demócratas u otros apelativos inmerecidos. Que no quepa duda de que no son más que vulgares tiranos.

* Es abogado.

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Oralidad radical: el camino a la reforma

Es momento de movilizarnos para destruir los pilares que sostienen este sistema judicial caduco y corrupto.

/ 15 de diciembre de 2017 / 04:09

Parece que a nadie le interesa la Justicia. Por lo menos a nadie que no haya sufrido en carne propia los males del sistema judicial. Nuestros clientes sí lo han sufrido. ¿Clientes? Mejor dicho víctimas; y por doble partida. Sufren primero el hecho y después el maltrato inhumano de la burocracia judicial. Son gente humilde que entrega sus ahorros a un charlatán sin recibir el valor de lo pagado. Son parejas que quieren separarse y definir la situación de sus hijos. Son familias con disputas por bienes o agravios. Son empresarios que tratan de sobrevivir la asfixia tributaria, laboral y burocrática. Son trabajadores que desconocen sus derechos, sin capacidad, conocimiento o medios para negociar o exigir mejores condiciones de trabajo. Hombres, mujeres y niños que han sufrido el abuso, el maltrato o la violencia en cualquiera de sus formas. Quieren una reparación, y la mayor parte de las veces no llega. Todas las víctimas sufren el hecho, y la burocracia las revictimiza.

Sabemos a quién no le interesa la reforma de la Justicia, a los impunes. Esa clase privilegiada con poder o dinero: los verdaderos magistrados. Tampoco interesa la reforma a las instituciones estatales que, abusando de su poder, demoran, obstaculizan o niegan servicios esenciales a ciudadanos bajo la barata y falaz excusa de “proceder conforme a ley”. El conflicto humano es altamente lucrativo. Mientras haya conflicto, habrá un mercado de criminales dispuesto a traficarlo. Por muy trágica que sea la situación, no podemos rendirnos ante los burócratas judiciales. Es momento de movilizar a la ciudadanía para destruir los pilares que sostienen este sistema caduco y corrupto.

¿Qué se puede hacer? Podemos empezar eliminando todos los códigos procesales y simplificar la organización judicial. No necesitamos procedimientos diferenciados. No necesitamos expedientes. No necesitamos juzgados, ni secretarios, ni auxiliares, ni supernumerarios, ni pasantes. No necesitamos actuaciones escritas. Necesitamos oralidad y audiencias. Salas de audiencias, sin oficinas, archivos, papeles o escritorios. ¿Y el trámite? Dos sencillos pasos: solicitar la audiencia y participar en ella. Así de simple. Estos dos únicos pasos aplican a toda materia, procedimiento o decisión judicial.

La oralidad es nuestro mecanismo natural de comunicación. Ha sido profanado por los tramitólogos con título de abogados. Hay que rescatar y radicalizar la abogacía de la oralidad a favor del ciudadano. En audiencia podemos y debemos ser escuchados. Sin papeles ni formalismos, se crea un equilibrio entre el poder estatal y el poder popular. Y si es así, la abogacía y la judicatura se refinarán en el arte de la argumentación. Cada audiencia debe tener jueces designados al azar, sin posibilidad de contacto previo con las partes. Un juez no debe hacer nada más que dirigir audiencias y tomar decisiones, a la luz pública. La preparación y registro de la audiencia corresponderá a otra oficina sin relación jerárquica con los jueces. Sin papeles, sin burocracia, sin demora, sin oportunidad para negociar el fallo. No existe abogacía fuera de la oralidad plena y absoluta. Los abogados no somos redactores de memoriales, ni gestores de trámites. Los abogados somos profesionales de la argumentación que solo adquiere valor real cuando se realiza oralmente. No podemos aspirar a menos. No debemos aspirar a menos. Nada por debajo de eso podrá llamarse “reforma”. La ciudadanía pide a gritos justicia. Justicia es el poder de ser escuchados. Justicia es oralidad. Sin audiencias, no hay Justicia. A mí me interesa la Justicia. ¿A usted? 

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Voto nulo, voto intrascendente

El valor del voto se lo mide en el impacto que éste tiene en las decisiones de política pública.

/ 27 de noviembre de 2017 / 11:01

Al igual que en 2011, la oposición ha optado por hacer de las elecciones judiciales un plebiscito de aprobación o desaprobación al Gobierno. Ya hemos pasado por esta calle y sabemos dónde termina: en la designación de las autoridades judiciales elegidas por el voto de la minoría votante oficialista. Si los candidatos preseleccionados por la Asamblea Legislativa Plurinacional (o “masistrados”, como los llama la oposición) son o no idóneos, probos, imparciales, ello ya no importa a la luz del voto nulo, porque este tipo de sufragio no produce nada más que un acto efímero de protesta. El voto no invalida los resultados electorales, ni contiene dentro de sí ninguna resistencia efectiva a los males de la Justicia.

El deterioro de la democracia se muestra en la devaluación del voto. El valor del voto se lo mide en el impacto que éste tiene en las decisiones de política pública. Si el voto no es respetado o no genera impacto en las acciones del Estado, la democracia es un acto formal sin contenido real. La sustitución desinformada y politizada de las cúpulas del Órgano Judicial no resolverá los problemas de la Justicia; de hecho, puede agravarlas.

Para ejercer un voto trascendente en las elecciones judiciales es necesario apoyar un proyecto de justicia. Los candidatos a las cúpulas del Órgano Judicial deberían ser elegidos sobre la base de sus planes para reformar la Justicia, mejorar su calidad y su accesibilidad. La prohibición legal impuesta a los candidatos judiciales en sentido de “no hacer campaña” perjudica enormemente la necesidad del ciudadano de escuchar un necesario debate sobre cómo rescatar la Justicia y convertirla en un servicio público. Este debate es importante, ya que los postulantes (especialmente aquellos para el Consejo de la Magistratura), con o sin doctorados, necesitan ser valorados en función de la viabilidad y creatividad de esos proyectos.

Apostar al voto nulo es apostar al status quo; y con él, a que el cáncer que afecta la Justicia se continúe propagando. Hemos tenido un proceso participativo (Cumbre de Justicia) para formular propuestas de solución. ¿Cuáles son las iniciativas legislativas o políticas propuestas por la oposición para implementar las conclusiones de dicha cumbre? ¿Cuál ha sido la participación de la oposición en el esfuerzo de implementar reformas legales y judiciales que eliminen la corrupción, la burocracia, la retardación de justicia y la protección de los jueces de presiones o influencias externas? ¿Hay algo de sustancia detrás de esta invitación de los opositores a votar nulo? ¿Qué sectores sociales están detrás de la oposición en la implementación de estas propuestas?

Quienes nos invitan al voto nulo nos invitan a una postura inerte, intrascendente, a la pereza política y a la continuación de la apatía hacia algo que nos afecta a todos: la posibilidad de que cualquiera de nosotros o un ser querido sea victimizado por el sistema judicial. La verdadera campaña está en la recuperación de la Justicia a favor del ciudadano. Esta campaña es mucho más urgente e importante que el nombramiento de los gatos gordos que se sentarán en las cómodas sillas de los altos tribunales en Sucre.

Usted puede votar nulo si quiere, pero la Justicia seguirá igual o peor. Su voto será nulo en todo sentido, en forma, efecto, importancia y trascendencia… sin valor; como la anómica y delirante histeria neurótica en la que se ha empantanado la oposición.

Es su derecho votar como quiera. Pero sepa que si vota nulo y se desentiende de la situación de la Justicia después de depositar el voto en el ánfora, usted no habrá hecho nada por la democracia, por la Justicia, ni por la gente que sufre diariamente los abusos del maltrato, la burocracia, la corrupción y la retardación. Si quiere darle valor a su voto, súmese a un proyecto de reforma a la Justicia, en vez de encarcelar su voto en el calabozo de la protesta visceral y vacía.

Es abogado, gerente general en Genego.

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Justicia sin maquillaje

Ya es hora de que la Justicia esté realmente al servicio de los sectores más débiles y vulnerables.

/ 9 de junio de 2016 / 02:49

A quién le pertenece la Justicia? Ante el reclamo popular de reformar el sistema judicial del país, ha surgido una corriente de resistencia de quienes esperan continuar explotando el modelo colonialista impuesto a los usuarios y usuarias de la Justicia en Bolivia. Queda claro que el cambio no será iniciativa de los políticos, ni de los jueces, ni de los fiscales, ni de los policías, ni siquiera de los abogados. La razón es simple. Así como está, la Justicia los protege y les garantiza privilegios a costa de quienes viven en la necesidad y la carencia.

Dichos grupos pretenden limitar las propuestas de cambio que la Cumbre de Justicia Plural pretende impulsar a superficialidades intrascendentes. Intentarán promover “consensos” para limitar el cambio al mínimo aceptable para todos; cambiar el sistema de elección de las autoridades jerárquicas; digitalizar expedientes; agravar las sanciones disciplinarias; modificar los Códigos; acortar plazos procesales; aumentar el número de juzgados y el presupuesto judicial. En resumidas cuentas: maquillaje, maquillaje y más maquillaje.

La Justicia Indígena Originaria Campesina (JIOC) debe ser el faro luminoso que ayude a evitar el naufragio de la Justicia Ordinaria. De ésta hemos aprendido que la Justicia no es ni puede ser monopolio de los abogados. También hemos aprendido que el acceso a la Justicia significa dar un servicio de gestión de conflictos con eficiencia, cercanía, oralidad, celeridad y participación ciudadana (experiencias que impulsan las iniciativas de centros de conciliación y mediación comunitaria, justicia vecinal, justicia restaurativa, entre otros). Ante todo, la Justicia debe ser un servicio y ser más accesible a los sectores vulnerables, como niñas, niños, adultos mayores, personas con discapacidad, personas con escasos recursos económicos, entre otros.

Es momento de efectivizar los principios constitucionales que deberían regir la Justicia Ordinaria (Art. 180 de la Constitución Política del Estado): audiencias orales, públicas y transparentes; decisiones judiciales inmediatas; celeridad de verdad y, ante todo, calidad de servicio con participación y control ciudadano.

En el camino habrá avances, retrocesos y estancamientos. Ninguno de ellos debe entenderse por sí solo como éxito o fracaso de la transformación de la Justicia, porque ésta es continua e incesante. La cumbre no marca la meta, sino la dirección para el inicio de la travesía. El cambio debe ser una iniciativa ciudadana; por tanto, los movimientos sociales deben integrar y dirigir todas las comisiones e instancias que supervisen el cumplimiento de los mandatos que emanen de la cumbre.

La reforma judicial es un reclamo colectivo en el medio de nuestras diversas diferencias. Las y los delegados a la cumbre tienen la responsabilidad de desacreditar aquellas propuestas de cambios insustanciales o superficiales al sistema judicial. Sin duda habrá disensos y desacuerdos, pero éstos son el combustible necesario para la transformación. La falta de consensos es un buen síntoma cuando éstos pretenden usarse como protección cómplice a las aves carroñeras que no terminan de deshuesar el cadáver de la Justicia.

Esperemos que una potente avalancha democrática destruya las estructuras actuales de la Justicia boliviana, en un espíritu de genuina renovación con participación ciudadana. Esperemos que dicho espíritu venga de las voces activas y presentes de los movimientos populares y sociales, como protagonistas principales de la Cumbre de Justicia. ¿A quién le pertenece la Justicia? A quienes no la tienen. Y ya es hora de que la Justicia esté realmente al servicio de los más débiles. 

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