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Espejos y reflejos

La definición de candidatos presidenciales discurre de manera previsible. Solamente resta la decisión del Frente Amplio para tener una escena preelectoral completa. El resto son irrelevantes. Lo que no es irrelevante es lo que sucede en términos discursivos en la arena política, y los sucesos se condensan en un avance de los partidos hacia el centro del espacio de discursividad política. Un centro ocupado por el proyecto masista que se condensa en el modelo estatal esbozado en la Constitución Política del Estado (CPE). Es decir, en el Estado Plurinacional.

Para arribar a esta situación se dieron dos hechos. En primer lugar, el MAS optó por una articulación subordinada del indigenismo al nacionalismo, que se traduce en una construcción minimalista del Estado Plurinacional. Concibo el minimalismo no como una característica del Estado, sino como la expresión de un proceso de edificación gradual e incremental que no provoca graves fisuras ni conflictos. La elección de diputados indígenas y asambleístas departamentales indígenas, la conformación de autonomías indígenas y una Ley de Consulta Previa son elementos destacables de este proceso. Se puede discutir la cantidad de escaños y autonomías indígenas, también es dable criticar la subordinación de los derechos colectivos al interés nacional representado por el Estado. Es posible debatir acerca del ritmo de los cambios institucionales (solo un estatuto departamental y otro indígena aprobados por el Tribunal Constitucional) o sus alcances (menos centralismo, más autogobierno) pero es evidente que nadie pone en discusión el modelo de Estado. El MAS eligió un avance sosegado en su construcción, más sensible a recuperar una mirada de continuidad histórica que a insistir en la ruptura refundacional.

La Agenda Patriótica del Bicentenario es una nítida manifestación de ese giro programático, es una propuesta centrada en políticas públicas que reafirma la presencia dominante del MAS en el centro del espacio político.

En segundo término, las fuerzas de oposición se percataron de la validez y eficacia de la estrategia masista y, paulatinamente, están recorriendo un camino de adaptación al nuevo entorno institucional y a los códigos predominantes del campo político —nacionalismo e indigenismo—. Así, el MSM plantea una “República Plurinacional” para diferenciarse del MAS, pero sin cuestionar el carácter plurinacional del Estado y dejando de lado la antinomia República/Estado Plurinacional utilizada por algunos opositores como modelos excluyentes. De esta manera, lo republicano ya no será usado como antípoda de lo plurinacional. Por su parte, el MDS planteó una sorprendente consigna en su congreso: “consolidar un Estado autonómico indígena”. Es decir, los actores políticos que antaño contrapusieron la autonomía departamental al Estado Plurinacional ahora postulan la articulación de lo regional y lo indígena, tal como lo hizo el MAS al plantear la convivencia de las autonomías departamental e indígena en el nuevo texto constitucional. “Todos somos originarios”, dijo Evo Morales en 2007, pero sus detractores no creían en esa postura centrista. Hoy, esos opositores adoptan esa postura por necesidad electoral; también es una muestra de adaptación a las condiciones discursivas imperantes, puesto que lo indígena y lo plurinacional son sinónimos del actual modelo estatal. Algo similar puede afirmarse respecto a la declaración de Doria Medina acerca del perfil “de izquierda” de UN, puesto que estar a la derecha del MAS implica perder posibilidades de disputar una buena porción del electorado. Y su intento de distinción proviene del vocablo adjunto: “democrática” (pero este es tema de otra columna).

Alguien puede suponer que estos giros discursivos forman parte de un juego de máscaras; a mi juicio, se trata de espejos. Y reflejos.