Días atrás, varias personas se organizaron para eliminar perros y gatos en una urbanización de Warnes, con la excusa de contrarrestar el avance de la rabia en ese municipio cruceño. Incluso para que las familias les entreguen sus mascotas, estas personas se hicieron pasar por funcionarios del Sedes.
A raíz de esta “cruzada”, 70 animales fueron asesinados con inyecciones de formol, métodos de asfixia o el empleo de fierros que traspasaron sus paladares hasta llegar al cerebro, según denunciaron organizaciones protectoras de animales. Es decir, de la peor manera, prolongando el dolor y la agonía de las mascotas hasta el cansancio, sin respetar ninguna de las recomendaciones ni protocolos establecidos para la eutanasia de animales.
Esta cruel acción generó la indignación de la presidenta de la Cámara de Diputados, quien se comprometió a promover la creación de una ley que penalice la matanza de animales domésticos cuanto antes. Se trata sin duda de un esperanzador anuncio, en medio de un comportamiento escandaloso, que revela no solo la insensibilidad y falta de consideración de algunos ciudadanos hacia las mascotas, sino también la ausencia de institucionalidad y de unidades especializadas para controlar la tenencia de mascotas y la proliferación de animales en las calles.