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Congreso de los socialistas europeos

La prensa boliviana se ocupó muy poco de la intervención del Vicepresidente en el Congreso de los socialistas europeos. La importancia de esta participación radica en que ha terminado de situar a Bolivia en el mapa teórico-práctico mundial de las transformaciones revolucionarias. Y esto no es casual, sino el resultado de una realidad. Los rusos mostraron en su momento la capacidad del proletariado para conducir los cambios, los chinos, la importancia del campesinado, y los cubanos, la fuerza de la clase media. Lo nuevo del caso boliviano fue que demostró la capacidad de los movimientos sociales y especialmente de las organizaciones étnicas para conducir y empoderarse del “proceso de cambio”.

Y éste no es único mérito del fenómeno. Las políticas redistributivas del Gobierno central (como los bonos Juancito Pinto, Juana Azurduy y la Renta Dignidad), que pasan también por los canales municipales a través de los contratos, y la legislación que favorece a los sectores informales, han permitido el surgimiento de una capa pueblerina acomodada. Esto le da sustento al Vicepresidente para dirigirse con autoridad ante una intelectualidad revolucionaria que evidentemente se ha estancado hace muchos lustros.

El reconocimiento de los méritos del presente proceso no quiere decir que no tenga sus limitaciones, deformaciones o desvaríos, y que su análisis equilibrado podría ayudar a pronosticar su destino. Por ello, hacerle notar al vicepresidente García Linera las limitaciones de este proceso y su posible remate final que, a mi juicio, no tiene nada que ver con el “socialismo del siglo XXI”, sería una buena contribución a la ciencia política que se construye desde Bolivia.

El verdadero poder económico del país se encuentra en los grupos detentadores de la economía informal, como son los gremiales, los transportistas, los contrabandistas organizados, los cocaleros, los cooperativistas mineros y los importadores informales que lavan el dinero procedente del narcotráfico. Todos ellos basan su accionar en el mercantilismo y son exitosos porque crecen a costa del Estado. El mercantilismo es, entonces, el que está produciendo una acelerada “acumulación primaria de capital”, lo que concluirá por transformar a una parte de los sectores informales “de clase en sí a una clase para sí”. Es decir que, cuando se den cuenta de su poder, exigirán reemplazar al MAS en el gobierno y lo harán no a nombre de un “socialismo del siglo XXI”, sino a nombre de una nueva burguesía, cuyas características de agresividad, ética construida en contra del Estado, y dudosa moralidad harán de este país algo muy diferente de lo que hemos conocido hasta ahora.

Esta evolución de las fuerzas fácticas de la economía irá imponiéndose poco a poco hasta llegar al nuevo Estado burgués, que se avizora en lontananza, ya que aún no existe en el ámbito mundial, y menos a nivel de un solo país, una salida hacia una verdadera reorganización de la sociedad que conduzca al equilibrio entre el planeta y la acción depredadora de ese cuerpo social que se llama Humanidad.

Por todo lo señalado, parece muy oportuno que el Vicepresidente se dirija a la intelectualidad y los activistas políticos de la izquierda europea para reclamarles la necesidad de construir, junto con nuestros pueblos, el nuevo macrodiscurso, a fin de reorganizar la sociedad sobre nuevas bases y evitar así el caos futuro y que con tanta irresponsabilidad tolera la actual intelectualidad. Esto significa derrotar a los ideólogos posmodernistas que, aceptando la globalización como un hecho inobjetable, niegan la posibilidad de encontrar un sistema nuevo e integral que asimile, en función de los intereses del hombre, los fenómenos de la mundialización y su natural consecuencia: la necesidad de una propuesta global para la reorganización completa de la sociedad.