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Hábitos de navegación

Trescientas cincuenta mil personas en Bolivia están conectadas a internet a través de un smartphone, según la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Telecomunicaciones y Transportes (ATT). De esta manera, el teléfono (o más propiamente el dispositivo móvil) forma parte de lo que llevamos con nosotros todo el tiempo, y esto está cambiando los hábitos de socialización de los bolivianos. Hemos comenzado a conectarnos a nuestras redes sociales y a otros servicios web con fruición.

Comparto algunas situaciones curiosas que hemos comentado con amigos. La gente de mi generación, entre 40 y 50 años, ya usan WhatsApp y Facebook con intensidad desde sus móviles, y varios lo hacen de manera compulsiva. El gusto que provoca estar en contacto con los amigos que uno quiere, con otros que no quiere tanto e incluso con los que detesta provoca que se adopten hábitos que eran criticados en los hijos hasta ahora. La tortilla se ha dado la vuelta. Me ha tocado escuchar la queja de los hijos hacia los padres: “No me das atención, ¡solo chateas en tu celular!”.

La verdad es que sí, están conversando en WhatsApp o monitoreando cuantos likes han recibido sus fotos en Facebook, y no conversan con sus hijos. Esto muestra que los adultos y los adolescentes son capaces de tomar las redes sociales con el mismo ímpetu, olvidando que una llamada telefónica, una visita inesperada, una cena con una linda charla son un acto valioso de aprecio, que cuentan más que 200 likes en Facebook.

El control de llegada a clases de los hijos en algunos colegios a través de tablets (información que llega automáticamente a los padres) es algo que me rebela. Los hijos ya no tienen la libertad no digamos de chacharse, sino de hasta llegar tarde a una clase. Suena el control de Vigilar y Castigar de las instituciones panópticas del que Foucalt nos habló. En esas aventuras de llegar tarde o, finalmente, hasta de chacharse del colegio, nos hacíamos más amigas, construíamos una parte de nuestra historia compartida que, 25 años después, solemos recordar a carcajadas.

Las redes sociales, también en Bolivia, han abierto la opción de mantener relaciones virtuales, éstas nos acompañan cotidianamente de manera parcial, crean una ilusión de compañía, de respaldo, de que no estamos solos; incluso a veces se sienten muy reales y lo son, lo son en la medida en que uno mismo quiere darle realidad; pero no hay que olvidar que un abrazo fuerte, cálido; una sonrisa que ilumina el rostro; y también una buena negociación mirando a los ojos de quien está en frente no tienen precio. Parafraseando la publicidad, para todo lo demás, existe Facebook.