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Tregua olímpica

Concluidos los Juegos, Putin desplegará probablemente de nuevo su ambición imperial

/ 16 de enero de 2014 / 04:11

Falta menos de un mes para la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi (Rusia) y Moscú no quiere dejar ningún cabo suelto. Putin amnistió en la recta final del año al magnate Mijaíl Jodorkovski y a dos integrantes del grupo Pussy Riot. Entre muchas violaciones de derechos, la siempre selectiva atención de Occidente se hubiese concentrado en estos dos asuntos y en los derechos de las minorías sexuales. A Putin este tercer tema le es particularmente cómodo, puesto que le confirma su íntima convicción de la decadencia moral de Occidente y le sintoniza con la gran mayoría de los rusos. Solo el siempre impredecible Cáucaso Norte parece poder aguarle la fiesta.

El otoño fue fructífero para Rusia, que le ganó el pulso a la UE en Armenia y Ucrania. Pero la victoria rusa en Ucrania no fue total: se le interpuso Euromaidan. Cuando el presidente ucraniano, Víktor Yanukovich, anunció que rompía las negociaciones para un acuerdo de asociación con la UE, el camino de Ucrania hacia la Unión Euroasiática bajo hegemonía rusa parecía inexorable. La vigorosa y tenaz protesta ha cambiado el clima político y dificulta extraordinariamente el ingreso de Ucrania en la Unión Aduanera con Rusia, hasta el punto de que los propios altos cargos en Kiev lo niegan. Euromaidan ha resucitado la agonizante opción europea, con la aquiescencia de unos oligarcas ucranianos que temen depender en exclusiva de sus inestables conexiones moscovitas. Así, la astuta maniobra con la que Rusia noqueó a la UE en noviembre se le puede volver en contra si Moscú se encuentra gastando $us 20.000 millones para mantener a un Gobierno inepto y no conseguir arrancar a Ucrania del limbo ni atarla firmemente en su esfera de poder.

No cabe esperar grandes maniobras durante este invierno: Rusia quiere lucir sin sombras en Sochi. Pero, pasada la tregua olímpica, el Kremlin volverá a jugar sus cartas. Además de preparar la reelección de Yanukovich, las presiones se centrarán en evitar que Moldavia y Georgia firmen acuerdos con la UE. Acostumbrados a la cara más dura del poder ruso, habrá que ver cómo reaccionan los georgianos si Rusia empieza a desplegar su poder blando, por ejemplo, eliminando la obligación de visado o facilitando la inmigración y la transferencia de remesas. A los moldavos, la tregua olímpica les puede ahorrar algún corte de gas en pleno invierno, con el que apenas veladamente les amenazó el viceprimer ministro ruso Rogozin en septiembre, pero luego les aguardan presiones rusas enormes para evitar que el actual Gobierno proeuropeo firme antes de las elecciones de noviembre de 2014. Durante febrero, con los Juegos de Sochi y las negociaciones de Ginebra sobre Siria, Putin actuará de estadista responsable. Con el deshielo, muy probablemente, volverá a brotar su ambición imperial.

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Paciencia infinita

La destrucción de  un avión comercial puede ser la gota que colme el vaso contra Rusia

/ 23 de julio de 2014 / 04:02

No bastan las fanfarronadas en la red, reproducidas y luego borradas, por haber derribado un supuesto avión militar ucranio el mismo día y lugar del ataque al vuelo MH17 de Malaysian Airlines? ¿No convencen las fotos que permiten seguir el recorrido de un sistema antiaéreo Buk en territorio rebelde y de vuelta a Rusia? Si quedan dudas de la autoría del disparo, conviene fijarse en el lamentable epílogo a la tragedia.

Usando los cadáveres de las víctimas como moneda de cambio para frenar la ofensiva ucrania, disparando a observadores internacionales que intentaban acceder a los restos del siniestro, negando el acceso a expertos en aviación, los rebeldes de la República Popular de Donetsk muestran una combinación de torpeza, aturdimiento, menosprecio por los principios fundamentales del derecho humanitario, y sensación de impunidad, digna de quien bien hubiese podido derribar un avión comercial con 300 personas a bordo.

La Unión Europea no tiene a un simple vecino incómodo en Rusia: linda con una potencia nuclear con un líder empeñado en doblegar por las malas a un país de 45 millones de habitantes. Sin Crimea, incluso sin el este, Ucrania podría existir; pero, sin Ucrania, la Unión Euroasiática de Putin nace muerta. Ya no se trata solo del sueño neoimperial: esta guerra responde, también, al desmesurado orgullo de Vladímir Putin, confundido con la dignidad de Rusia. El Presidente ruso goza de una inexplicable carta blanca de los otros BRICS y alcanza récords de popularidad inauditos en su propio país. Ante la mirada condescendiente de la comunidad internacional, Putin mina el orden global al tratar de someter a sus vecinos por la fuerza del chantaje y la agresión.

Europa asistió anonadada a la ocupación de territorio ucranio por mal disimuladas unidades rusas, y fue incapaz de reaccionar al unísono. Esta vez un avión civil salido de Ámsterdam ha sido derribado. Sucedió horas después de que los jefes de gobierno de la UE fracasaran en su intento de elegir al nuevo alto representante de política exterior.

La candidata mejor posicionada, la inexperta ministra italiana Federica Mogherini, estuvo en Moscú en plena guerra negociando la construcción bajo el mar Negro del gasoducto South Stream para, precisamente, esquivar a Ucrania. Mientras, Francia negocia la venta a Rusia de dos barcos de asalto anfibio Mistral, Hungría prepara la construcción de dos nuevos reactores nucleares con apoyo ruso; y los puertos de Limassol (Chipre) y Ceuta son escala habitual de la flota de guerra rusa. Tal vez la destrucción de un avión comercial sea la gota que colme el vaso. Pero en París, Roma, Madrid, Budapest, Nicosia o Sofía, el vaso del hartazgo con las agresiones rusas parece no tener fondo.

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