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Posibilidad intacta de volver al mar

El fallo de la Corte de La Haya  no afecta las posibilidades bolivianas de un acceso soberano al mar

/ 31 de enero de 2014 / 04:01

El fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) entre Perú y Chile traza nuevas delimitaciones en la frontera marítima de ambos países, y pone fin a décadas de discusiones y a seis años de litigio. El veredicto concede territorio marítimo chileno a Perú (22.500 km2 y otros 28.000 km2 adicionales), pero respeta la postura chilena de trazar la línea divisoria a partir del denominado Hito 1, que se extiende en paralelo desde la frontera terrestre.

Todo este proceso y desenlace jurídico no deslegitima la demanda interpuesta por Bolivia contra Chile ante la CIJ, porque sencillamente es un derecho creado históricamente y que nace desde la Guerra del Pacífico, impulsada por los grupos de poder de la oligarquía chilena, conflicto que dejó a Bolivia sin costa marítima y sin conexión con el mundo.

Tras la firma del Tratado de Paz de 1904, en reiteradas oportunidades el Estado chileno se comprometió a facilitar a Bolivia una salida al mar. Obviamente ese ofrecimiento era producto del resarcimiento de la semejante barbarie cometida contra el país, el despojo de 120.000 km2 de territorio, en cuyas entrañas se encontraron grandes riquezas, incluido el depósito de cobre más grande del mundo que ha sido el principal sostén económico de ese país hasta nuestros días.

Hasta los años 70, Chile ha manifestado su intención de facilitar a Bolivia de una franja territorial marítima que lo vincule y conecte al océano Pacífico. Por ejemplo, en una nota fechada el 20 de junio de 1950, el canciller Chile afirma que su gobierno “está dispuesto a ingresar formalmente a una negociación directa dirigida a encontrar la fórmula que pueda hacer posible que se le otorgue a Bolivia su propia y soberana salida al océano Pacífico y para que Chile obtenga compensaciones que no son de naturaleza territorial y que efectivamente toma en consideración sus intereses”.

Las negociaciones que se dieron entre 1975 y 1978, durante las presidencias de Hugo Banzer Suárez y Augusto Pinochet, constituye otro importante antecedente respecto a los acercamientos entre ambas naciones para dar curso a la reivindicación marítima de Bolivia. El 8 de febrero de 1975, en un vagón de ferrocarril, los presidentes de Bolivia y Chile firmaron la Declaración Conjunta de Charaña (conocida como el abrazo de Charaña). En una nota del 19 de diciembre de 1975, ese país declaró, una vez más, que “Chile estaría preparada para negociar con Bolivia la cesión de una franja de territorio al norte de Arica y hasta la línea de la Concordia”. Sin embargo, el ofrecimiento estaba acompañado de una contraoferta de “canje de territorios” por una superficie equivalente a la que ese país cedería en el corredor de acceso al mar, lo que inviabilizó todo el proceso. No obstante, queda el antecedente de que hay un tema pendiente entre Chile y Bolivia. 

En este sentido, la demanda marítima boliviana reclama un derecho justo, que es el cumplimiento de esa autoobligación asumida por los propios gobernantes chilenos a lo largo de la historia de resolver la mediterraneidad boliviana, consecuencia de una injusta guerra. Por esta razón, la posición y la demanda de Bolivia en la corte de La Haya no tienen relación con el fallo que emitió la CIJ entre Perú y Chile. La controversia pacífica entre Bolivia y Chile, instaurada en el máximo tribunal internacional, busca que este último país no dilate más el problema del enclaustramiento boliviano y se siente a negociar, de manera seria y en el menor tiempo posible, una alternativa de salida que conecte a Bolivia hacia el mar. No interesa por donde, pero sí que exista un acceso con soberanía.

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Los medios y el tema marítimo

A la prensa que no toma posición en el asunto

/ 21 de octubre de 2012 / 04:01

Haciendo zapping por varios canales de televisión y programas de radio a la cobertura informativa de la 67 Asamblea General de la ONU y las repercusiones del reclamo marítimo boliviano, como a las respuestas agresivas chilenas, observé y escuché con mucha preocupación a varios “líderes de opinión pública” no decir ni comentar nada en favor de la posición boliviana.

Los medios de comunicación cumplen una función muy importante en el desarrollo de la sociedad. Al margen de informar, educar y entretener, tienen la misión de orientar y, en este caso específico, asumir una posición patriótica, colocarse la camiseta boliviana. No hablo de chauvinismo, sino de dar una correcta y justa interpretación de la problemática marítima a nuestro pueblo, que espera que  este reclamo sea superado.

Sin embargo, me pregunto: ¿Por qué enmudecieron los medios de comunicación ante este tema? ¿Acaso nuestros líderes de opinión pública desconocen el tema marítimo? ¿Faltó patriotismo? ¿Los medios no consideran importante el reclamo centenario de Bolivia?

No es admisible pensar que no exista compromiso con la patria, sino que se anteponen los principios periodísticos de la imparcialidad, es decir, ser neutral, sin afectar al uno ni al otro (tipo bisagra); estar al margen de ambos lados. Sin embargo, sabemos que esos enunciados son simples retóricas.

A lo que voy es que el trato de esa “información específica” debiera ser orientadora, especialmente para las nuevas generaciones, porque se trata de un tema delicado y sensible que tiene que ver mucho con la expectativa legítima y la autoestima del boliviano, la defensa de la patria y los intereses nacionales ante el mundo.     

La reintegración marítima de Bolivia al océano Pacífico no debe ser considerada como un tema político ideológico o de gobierno, sino como un tema estructural de nacionalidad y territorialidad. Me causó pánico y decepción escuchar que algunos medios nacionales hacen de cajas de resonancia chilenas cuando nos mentalizan con frases como: “Bolivia no tiene derecho al mar”, “Evo Morales vuelve a atacar a Chile”, “Chile reitera que es un tema bilateral” y otros.

Pasaron 108 años de espera, incluidos los diálogos y negociaciones bilaterales con Chile, ¿cuáles son las conclusiones? Rodeos, divagaciones e intimidaciones de los más encarnizados al estilo de Conrado Ríos y Abraham König. A ellos se suma el presidente de Chile, Sebastián Piñera, con sus temerarias afirmaciones en pleno siglo XXI de “usar toda la fuerza del mundo para hacer respetar territorio chileno”, además de mentir a la comunidad internacional al señalar que su gobierno cumple con el Tratado de Paz y Amistad de 1904. A esto se agregan las insidiosas afirmaciones de un desfasado candidato a la Alcaldía de Santiago.

La prensa nacional, comprometida con la causa marítima boliviana, debe cerrar filas en torno a la posición de un acceso soberano al océano Pacífico para nuestro país, tal como lo hicieron nuestros antecesores durante la época de la invasión chilena (1879). La patria debe anteponerse a los criterios inocentes de la neutralidad, imparcialidad o de medias tintas.

Bolivia nació a la vida independiente (1825) con amplias costas hacia el mar; Chile era un país reducido que se expandió a costa de otros países mediante nefastas invasiones como la que ocurrió en 1879 con la Guerra del Pacífico,  que dejó a Bolivia enclaustrada.    

No tener un acceso al mar es obstaculizar un derecho justo de relacionamiento directo con el mundo y es violar los derechos humanos de un país hermano. Es un derecho universal que todos los países tengan acceso a los beneficios de los recursos naturales marítimos, que nuestras exportaciones gocen de todos los beneficios portuarios, y que las importaciones, sin intermediarios, beneficien con mayor desarrollo al país en el aspecto de costo y beneficio.

Bolivia fue un país marítimo (1825-1879) y por dignidad, derecho y justicia no puede permanecer en el encierro geográfico; por tanto, la lucha debe ser unánime y permanente por recobrar una puerta de contacto directo, útil y soberano con el mundo. 

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