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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 08:19 AM

Revoluciones

La calidad de vida no se puede mejorar con ideologías salvadoras, sino con estabilidades aceptables

/ 8 de febrero de 2014 / 05:14

El siglo XIX fue el de las revoluciones de aprendizaje en Latinoamérica; cada vez que el espíritu democrático lograba llegar a un consenso nacional capaz de llamar a elecciones con el ejemplo y el ideal de lo que percibíamos en EEUU, los perdedores se confabulaban para organizar un ejército revolucionario con el fin de derrocarlo, siempre con alguna excusa de legitimidad. Acá se acuñó el término “republiqueta”. Fue siempre un proceso diferente al de las dictaduras militares que, esas sí, desde una plataforma castrense formal se tomaban por la fuerza y el terror las respectivas patrias con el calificativo de “salvadores”. Fue realmente un proceso de aprendizaje hasta comienzos de este siglo, en el que siempre se buscó el control de los factores de la producción y el control político de la sociedad.

La única de las revoluciones contemporáneas —sin rumbo— fue sin duda la Revolución Francesa. El Estado se fue creando por el camino del ch’enko francés, en el entrecruce de fuerzas, liderazgos e ideologías, y naturalmente fue “salvado” por el militar dictador para regresar al camino tradicional, si se lo puede llamar así.

Lentamente en Europa y América aprendimos que la calidad de vida no se podía mejorar con ideologías salvadoras, sino con estabilidades aceptables; y es así como entramos al siglo XX, respetando, cada vez más, los gobiernos legítimamente constituidos, lo cual significó, para nosotros, la plataforma actual del desarrollo latinoamericano. El Gobierno actual del MAS hubiera sido inimaginable hace 80 años, sin un derrocamiento por una revolución o un golpe militar.

Ahora, sin embargo, vivimos la experiencia de los gobiernos democráticos “matusalénicos”, que se perpetúan constitucionalmente amparados por esa búsqueda social de la estabilidad que impera en nuestras sociedades.

Con la Primavera Árabe aparece, de nuevo, el fantasma de la Revolución Francesa. Los pueblos se levantan de manera suicida contra sus gobiernos semiperpetuos o contra las monarquías socialistas sin una meta o una respuesta política, sin imaginar: ¿qué pasará si ganamos? Ocurrió en Túnez y en Libia, y lo vivimos en Egipto, Sudán del Sur, Malí, la República Centroafricana, Myanmar, Siria, Tailandia y en cierta manera en Ucrania, Irak y Afganistán. Todos son casos actuales de esta nueva revolución suicida sin alternativa de gobierno para consolidarla. Es la bronca de un pueblo poco organizado y enfurecido que siente —hasta la médula de los huesos— que su Estado no representa el modelo de vida que quieren para sus hijos y sus nietos. Son pueblos con poco liderazgo, dispuestos a luchar por años, y a sacrificar sus vidas en calles a -20ºC o a +40º C con centenares, millares y hasta millones de muertos y desplazados. En nuestro continente ya hay tensiones similares… ¿reventaremos?

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Impopular

El verdadero desarrollo son libertades y oportunidades para todos, no recuerdos sórdidos

/ 18 de octubre de 2014 / 07:47

Desde hace 20 años o más, he visitado Bolivia de manera recurrente, siempre alrededor del tema de la pobreza. Las tecnologías y las organizaciones han sido una de mis especialidades y tema de la mayoría de los libros que he publicado. Hay un asunto, sin embargo, dentro del cual me siento totalmente ajeno a esta cultura: “el Litoral”.

No he encontrado, hasta ahora, a ningún campesino, pensador, ministro o presidente que no considere la pérdida del litoral como una afrenta que debe ser satisfecha y borrada de la historia, por cualquier medio, para recuperar: “el orgullo nacional”. Colombia perdió Panamá (el centro de su escudo); ni siquiera en una guerra, sino, arrebatado en una minirrevolución artificial promovida por Teddy Roosevelt y garantizada por un acorazado norteamericano: ¡I took Panamá! Lo aceptamos como un sino de nuestra debilidad después de una revolución, esa sí fratricida, y 20 años después nadie se acordaba del hecho; mantenemos las mejores relaciones con Panamá y con EEUU; más bien, le cedimos a Costa Rica un territorio abandonado del Caribe al norte, lo cual nos hizo más hermanos aún.

Alemania en 1918 tuvo que entregar territorios tan ancestrales como nuestro Potosí a Polonia, a Bélgica, a Francia, a Checoslovaquia y hasta a Dinamarca; y en la Segunda Guerra mundial otras áreas de Prusia y Sajonia. En esos lugares todavía el idioma es el alemán.

El orgullo colombiano más reciente es haber superado a la economía argentina, ahogada en un socialismo infantil por sus resultados, y ser ahora la tercera de Latinoamérica, en un territorio equivalente al boliviano. El actual orgullo de Alemania es el de ser el motor de la Unión Europea, formada en buena parte por aquellos ante los cuales entregamos territorios vitales. Prusia Oriental, la tierra de mis antecesores, es hoy territorio de Polonia, y naturalmente amo y admiro el esfuerzo polaco por entrar con enorme vitalidad, por la puerta grande, al mundo desarrollado. Hay admiración genuina y fraternal, y no rencor de ningún tipo.

Bolivia, para entrar por esa puerta grande del desarrollo, debe, en mi concepto absolutamente impopular, olvidar la afrenta, por demás obvia, de haber perdido una guerra económica, inventada por los compradores ingleses de guano y salitre, y de la cual fueron héroes antepasados míos como los Yanguas. En nuestro subcontinente, Bolivia y Paraguay continúan con su pensamiento retrógrado limitante por una pérdida territorial equivalente a cualquier otra en el mundo.

El verdadero desarrollo, ese que envidiamos en japoneses, coreanos, gringos y europeos, son libertades y oportunidades para todos, no recuerdos sórdidos de tres o cuatro generaciones atrás, reciclados para alimentar un orgullo improductivo en la dinámica del mundo actual. ¡Perdón!

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Desarrollo y pobreza

Deberíamos preguntarnos qué candidato nos ofrece más oportunidades y libertades en su propuesta política

/ 9 de octubre de 2014 / 04:02

Aunque los economistas evalúan el desarrollo mediante variables como el PIB per cápita o el coeficiente Gini de desigualdad, el tema es mucho más complejo y humano que simples medidas de tamaño y densidad. No es comparable un ternero con una motocicleta, así su altura y peso sean similares, hay mucho, muchísimo más en la diferencia. Costa Rica o el Estado de Kerala en el sur de la India son francamente más desarrollados que otros países que los doblan o triplican en ingreso y hasta en equidad. ¿Dónde está entonces el meollo del asunto? ¿Qué le debemos exigir a los futuros gobernantes que realmente nos ofrezcan en esta época electoral? 

La reciente encuesta de Ipsos sobre la percepción que tenemos de los diferentes candidatos corresponde a su reacción ante los problemas endémicos del país, y no a su posición realista ante lo que significa la propuesta de mejora en la calidad de la vida de todos los ciudadanos, o la percepción que tengamos de la calidad personal o profesional de cada candidato. Apenas se apunta a cómo creemos que manejarían los temas-conflicto: narcotráfico, corrupción, desempleo, pobreza o desigualdad. Es decir, una encuesta sobre lo que no queremos, en vez de una posición ante lo que querríamos del país.

Para imaginar ese futuro que deseamos, nos ayudarían a pensar dos definiciones no convencionales de desarrollo: por un lado, el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas… “desarrollo es una medida de las oportunidades que se presentan en la vida cotidiana a las personas”, oportunidades de aprender algo nuevo, útil y relevante; oportunidades de trabajar en nuestro propio negocio; oportunidades de encontrar y desempeñarnos en un empleo útil, atractivo, relevante y reconocido por los demás; oportunidades para dar dirección al futuro de nuestra familia,  para interactuar y liderar procesos sociales; oportunidades para alimentarnos y tener una mejor salud; es decir, oportunidades para vivir una vida plena y feliz, como lo dice la Constitución norteamericana. La otra definición corresponde al indio Amartya Sen, quien ganó el Premio Nobel de Economía en el tema de la pobreza mientras trabajábamos juntos en el Proyecto regional para la Superación de la Pobreza del PNUD; mi mayor orgullo académico es ser coautor en tres de sus libros sobre el tema del desarrollo. Amartya llegó, después de muchos años, a la conclusión de que desarrollo es simplemente ¡libertades de todo tipo a lo largo de toda la vida! Recomiendo su libro al respecto.

Deberíamos preguntarnos antes de votar: ¿quién nos ofrece más oportunidades y libertades en su propuesta política, más allá de quién será el mejor contra el narcotráfico, el crimen o el desempleo?

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Gluten

Millones andan sumergidos en la creencia de que la proteína que nos hizo humanos nos está matando

/ 20 de septiembre de 2014 / 06:48

El gluten está de moda, una moda perversa en el mundo desarrollado y naturalmente entre los que siguen manías de las economías regidas por los intereses mercantiles en contra de la esencia de lo humano.

Los paleontólogos más reconocidos están de acuerdo en que nos separamos de nuestros primos chimpancés en la sabana africana cuando, forzados por un cambio ambiental, mudamos nuestra alimentación frugívora por las semillas de pasto, base que solo se modificó en algo con la aparición de la caza tecnificada hace unos 2 millones de años. Con excepción de insectos o carroña, por 4 millones de años, nuestra proteína provino del gluten de esas semillas que ahora llamamos cereales.

Algunos pueblos africanos, asiáticos y americanos cambiaron la proteína del gluten por la de granos como la quinua, y la limitada del arroz y el maíz, y es posible que en casos aislados pudieran ahora reaccionar ante el gluten. La cebada europea (tradicional boliviana) es una prueba de cómo conservamos mayoritariamente esa capacidad aún después de 15.000 años de vida americana sin gluten afro/asiático.

En el mundo solamente el 0,6% de la población reacciona inmunitariamente contra el gluten en la llamada enfermedad “celíaca”, que puede ser desde molesta hasta mortal. En  EEUU, con una inmigración desproporcionada y con una alimentación basada energéticamente en el trigo (pan, pizza, tortas, etc.), dicha proporción llega al 1%…  ¡pero no más!  Ahora, por lo menos la mitad de la población norteamericana y nuestros ricos autóctonos, incluyendo a la mayoría de los médicos, andan sumergidos en la creencia comercial de que la proteína que nos hizo humanos nos está matando. La gente deja el gluten, le desaparecen las molestias estomacales y adelgazan. ¿Milagro? ¡Real pero totalmente falso en su concepción! Al dejar el trigo, el centeno y la avena, la gente obviamente adelgaza, y al eliminar los carbohidratos refinados (cadenitas de 3 a 12 glucosas) les funciona mejor la digestión, hasta que… descubren la “comida libre de gluten”; y sintiéndose seguros con alimentos “verdaderamente sanos, en su imaginación equivocada” se atiborran de otras harinas para recuperar el peso perdido con un metabolismo reprogramado negativamente por el abandono del pan.

La revista Forbes publicó hace un par de meses la explicación del Dr. Peter Gibson, investigador de talla mundial y director de la Unidad Gastrointestinal del Alfred Hospital de Australia, que en un escrutinio masivo y detallado demostró que la llamada “Sensibilidad Generalizada al Gluten” sí existe, pero no al gluten, sino a los carbohidratos refinados de nuestra cultura copiada. Lo más aterrador es que los nutricionistas y médicos han caído en esta trampa de una guerra comercial, en vez de buscar la solución en los carbohidratos complejos que nos hicieron humanos.

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China

Hay que asegurarse de que la planta genere baterías chino-bolivianas y no su propio litio refinado

/ 6 de septiembre de 2014 / 04:03

China ha surgido inesperadamente como el mayor actor de la economía mundial. Durante 200 años, la producción industrial global obedeció a la amalgama occidental de la “ilustración” sobre un patrón protestante del trabajo digno, transformados en la revolución industrial de las naciones del norte que imperó en el mundo. La única excepción hasta comienzos del siglo XX fue Japón, que contrastó su laboriosidad, con una visión del mundo diferente; se dio el lujo de retar al Occidente en Pearl Harbor con una dinámica política, científica, tecnológica y productiva inimaginable a mitad del siglo pasado.

Japón, sin embargo, despertó el potencial de los tigres asiáticos. Era indudable ya en 1976 en tiempos de la inestabilidad de la famosa “Banda de los cuatro”, cuando trabajé limitadamente en China, que el embotellamiento mental, político y en especial económico generado por la visión revolucionaria y etnocéntrica-campesina de Mao había llegado a su fin. China, la nación más antigua del mundo, innovadora, laboriosa y subyugada, cuyo nombre se escribe con el ideograma del centro del mundo, estaba por despertar. Ya en los años 60 conocí a decenas de excelentes estudiantes chinos de posgrado al máximo nivel tecnológico en los EEUU, cuya meta ciega era contribuir a la hegemonía del futuro imperio, algo inimaginable en ese momento, desde la perspectiva deprimente de comunas populares, fabricantes de palas, bicicletas y motores a diésel de los años 20.

El rumbo que tomó su desarrollo era también inimaginable. Un gobierno cerrado de camarilla comunista estricta, que ofrecía estabilidad jurídica y económica reales y a largo plazo a sus enemigos, lo que promovió la mayor inversión extranjera de la historia, precisamente lo contrario de lo que ellos proponen al mundo luego de su éxito monumental.

Es cierto que el crecimiento se ha ralentizado, sin embargo, se hace conscientemente en favor de una mayor equidad nacional, que era una bomba de tiempo con la mecha encendida.

¿Qué relación económica y comercial nos ofrecen ahora? Precisamente la contraria a la que disparó su desarrollo. Ante la debilidad de la economía del —día a día— de Maduro, se están apoderando de las reservas más grandes de petróleo del mundo; en mejores condiciones de negociación, de casi la totalidad de la producción petrolera del Ecuador, de una parte importante de la producción minera peruana y la de soja de Argentina. Como excepción, este último país realizó un forcejeo arriesgado con bloqueos de importación, y es el único que ha logrado inversiones con valor agregado como hidroeléctricas y plantas de fertilizantes. Diego Guelar nos abre los ojos en su reciente libro. Mucho de lo prometido no se ha cumplido. Y hay que poner el ojo al tema del litio, para que la planta genere baterías chino-bolivianas y no su propio litio refinado (continuará).

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Caja de Pandora

Se ha descubierto que el aluminio es francamente peligroso para casi todos nosotros

/ 9 de agosto de 2014 / 06:48

El aluminio (Al) es el metal más abundante sobre la superficie terrestre, con el oxígeno y el silicio representan todo lo que vemos en campos y montañas. El hierro es solo el tinte naranja y los yacimientos de otros minerales son apenas pequeños afloramientos excepcionales en lugares milagrosos como Bolivia. El zar de Rusia se vanagloriaba de sus preciosos cubiertos de campaña, los más livianos y brillantes del mundo hace apenas 120 años. Hoy vivimos en un mundo “aluminizado”. De los aviones de la Primera Guerra Mundial pasamos a las ollas, el papel incombustible, las latas de refresco, el tratamiento de agua y hasta las lociones antisolares. Vivimos en el mundo del aluminio, un metal tres veces más liviano que el hierro, aparentemente inoxidable de bello color brillante o mate.

A pesar del cabildeo de los imperios, que demuestran “su inocuidad”, se ha venido descubriendo, sin embargo, que el aluminio es francamente peligroso para casi todos nosotros. Desde hace 30 años eliminé las ollas de aluminio de mi casa, con excepción de la de presión, recubierta en su interior con una capa de grasa dorada en caliente.

Algunas personas encapsulan el aluminio en un “Caballo de Troya” molecular, y al penetrar su barrera cerebral desarrollan demencia que se confunde con el Alzheimer. En los cánceres de mama cercanos a la axila se ha encontrado concentración de aluminio tres a cinco veces mayores que lo común (uno a 3 ppm, ya que lo normal debería ser ¡nada!);  quien ya tiene esas altas concentraciones tiene mucho más probabilidad de contraerlo. Más aún, el aluminio dispara el potencial de metástasis de esas células cancerosas. Los antiácidos a base de hidróxido de aluminio, que son los más económicos y la mayor parte de los dentífricos, ponen directamente ese metal en nuestro cuerpo. Para colmo, hoy se agrega aluminio a las vacunas para mejorar su eficacia.

En estos campos, la Universidad de Reading se ha convertido en el punto focal de la investigación. En el río Pará, donde Brasil tiene la mayor planta de Al del mundo (como de costumbre), la pesca ha casi desaparecido, y en un accidente ocurrido en el acueducto de Camford (UK), en el que hubo una mortandad total de peces por causa de un error de un operador, se encontraron cantidades desmesuradas de Al en el organismo de quienes la probaron con garantía de potabilidad; esa gente presenta ahora toda clase de enfermedades intratables.

En 2012 se destapó la Caja de Pandora del aluminio en un congreso mundial de enfermedades autoinmunes en la ciudad de Granada, en el que se presentaron millares de evidencias científicas de su toxicidad. Ya es hora de que nuestros gobiernos comiencen a preocuparse por un factor importante, y hasta ahora bien escondido de nuestra salud. Recomiendo un documental sobre el tema en la Deutche Welle. 

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