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Las aves sagradas

En  la cosmovisión indígena, las aves tienen un carácter sagrado, son los seres del ámbito del vuelo, las que llegan más cerca al padre Sol. Además de su belleza encarnada en sus plumajes, cantan con múltiples entonaciones, de ahí que la mayoría de sus nombres tienen origen onomatopéyico. Muchas de ellas se han extinguido y su recuerdo está plasmado en tejidos y piedras que se encontraron en los sitios arqueológicos de Tiwanaku y otros espacios sagrados regados por nuestro continente. Los jefes de Estado tiwanakota llevaban una diadema de plumas en su cabeza. Para el Inca y las clases altas del Tawantinsuyu se elaboraba un qumpi, o ropa muy fina, con plumas multicolores entretejidas. Los cronistas relatan que los guerreros incorporaban plumas a sus vestimentas y joyas. En las danzas religiosas era un elemento indispensable, porque representaban a los suris, kori kentis, lulis y otras aves que convivían con los pobladores.

La pluma del cóndor es considerada mágica, porque esta ave —según los mitos de origen— fue enviada por los hombres que vivían en la oscuridad a traer la luz del Sol en su cuello. De allí que el resto de su cuerpo, por las quemaduras durante su hazaña civilizatoria, sea negro. Esta ave dio origen a la designación de las máximas autoridades como Mallku. Los ayoreo, bauré, bororó, cayubaba, mosetén, wenayek, chimanes y sirionos usaban las plumas como parte de su arreglo corporal y de su estética mágico-religiosa. Cada pluma mantiene las virtudes de las aves, que son trasmitidas al que la posee.

Francisco Eder, en su texto Breve descripción de la reducción de Mojos (1772) relata: “Combinadas artísticamente las cosen a una tela, pero de manera que quede cubierta toda la labor y que las plumas queden apretadas entre sí con tal belleza que parezcan nacer de allí (…) varias aves, animales o incluso hombres blandiendo el dardo o pescando algo, al bailar, lo agitan como escudo”. Muchas de estas técnicas perviven en la danza de los macheteros.

La utilización de las plumas por parte de las culturas indígenas para la elaboración de sus objetos-memoria tiene significados mágico-religiosos, y requería de una compleja técnica, como la empleada en el aragüi de la cultura chiriguana, consistente en un cabezal de plumas de varios colores que se usaba en las ceremonias y en las confrontaciones bélicas. Asimismo, en las culturas andinas los conocimientos técnicos fueron menguando en el siglo XIX, para reaparecer con fuerza en las festividades patronales que se realizan hasta nuestros días, pero despojados de sus sentidos sacros y descontextualizados de su relación ser humano-naturaleza.

Hoy existe una legislación que protege a varias especies en peligro de extinción, sobre todo a las parigüanas o flamencos rosados, cuya vida es muy frágil por las agresiones a su hábitat. Asimismo, en cada turbión que ocurre en época de lluvias, la desaparición masiva de la fauna en el subtrópico y el trópico de Aby Ayala es dramática y afecta la vida de las comunidades asentadas a orillas de los ríos.

Si bien es prioritaria la vida de los seres humanos, no debemos pasar por alto la de los animales, porque son su extensión con la que comparten la naturaleza, en este caso, desatada y sin control. A veces la vida prosaica y rutinaria de las ciudades nos hace pensar que todo se resolverá por sí mismo, pero sabemos que no es así. Por ejemplo las inundaciones son cada vez más intensas y azotan a más regiones, y la estela de destrucción y desolación que dejan a su paso es cada vez mayor. A su vez, las ciudades se vuelven cada vez más difíciles de habitar en condiciones favorables, y esta situación tiene un responsable: en un zoológico de Europa, al final de la visita está enjaulado el animal más peligroso del planeta, es un espejo donde nos miramos al salir.