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Los inmigrantes

No llegan ya los dedos de las manos para contar los muertos en la valla fronteriza del Tarajal de Ceuta y es probable que haya más...

/ 9 de febrero de 2014 / 04:00

No llegan ya los dedos de las manos para contar los muertos en la valla fronteriza del Tarajal de Ceuta y es probable que haya más víctimas en el cementerio de lo invisible. Mientras se producía la tragedia en las alambradas del sur, se reunían en Cracovia los ministros de Interior de los seis países más poderosos de la Unión Europea. El de España, entre ellos. Leo y releo el despacho de agencia que da cuenta de los resultados de la cita, convocada para reforzar las fronteras europeas, “con el objetivo de mejorar la lucha contra el terrorismo internacional, la inmigración irregular y la delincuencia organizada”.

No acabo de entender qué pinta ahí la inmigración, emparedada entre el terrorismo y la delincuencia. No es un detalle formal, de redacción de la noticia. Las declaraciones de los ministros van en esa línea, metiendo todo en un mismo saco. Lo único que tiene en común un inmigrante con un terrorista o un mafioso es el ser tratado, cada vez más, como un asunto de policía. La inmigración no es el problema. El problema está en la política mugrienta que ofrece a la opinión malhumorada un churrasco de miedo con la especie picante de una “avalancha” africana. El miedo de verdad es el menú que come el inmigrante.

Esas personas no pueden seguir siendo tratadas como alimañas al acecho. Muchas ya están marcadas por las cicatrices de las concertinas que coronan la empalizada. Para el Imperio Romano, Júpiter Término era el dios de las fronteras al que se rendía culto con sangre. La Unión Europea es la principal vendedora de armas a los países africanos y muchos inmigrantes huyen de regímenes o de facciones que utilizan esas armas. Mientras, se han eliminado gran parte de los proyectos de cooperación. Los inmigrantes no son un peligro. En su maleta vacía traen la materia prima que más necesita Europa: agallas y esperanza.

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Espionaje total

Orwell profetizó que el nuevo autoritarismo llegaría ondeando la bandera liberal como señuelo

/ 6 de noviembre de 2013 / 05:05

El mundo libre tiene un gran problema: nos están chuleando la libertad. Cualquiera que sea el antro del Averno en que se encuentre, el cazabrujas senador McCarthy debe de estar desternillándose de risa (durante sus diez años en el Senado norteamericano, desde 1947 a 1957, McCarthy y su equipo se hicieron famosos por sus investigaciones sobre personas en el Gobierno de Estados Unidos y otros sospechosos de ser agentes soviéticos o simpatizantes del comunismo infiltrados en la administración pública o el ejército).

Brindará con toda la pandilla de espectros históricos que antepusieron la seguridad del Estado, es decir, su propiedad privada, a la libertad, cuando sabemos que la inseguridad empieza justo cuando se violan las libertades. Orwell profetizó que el nuevo autoritarismo llegaría ondeando la bandera liberal como señuelo. Pero uno nunca acaba de creerse las grandes profecías, porque bastante castigo tiene con el tarot diario nacional. Vemos cuánta razón tenía el autor de 1984 cuando la Oreja que Todo lo Oye se ha interesado por el móvil de Merkel y hasta por las conversaciones de Rajoy.

Los dirigentes franceses acusan a Estados Unidos de no respetar a sus aliados y no entender de otra cosa “que des cibles ou des vassaux”. O punto de tiro o vasallos. Sobre lo primero, Amnistía Internacional ha denunciado la criminalidad celestial de los drones. En cuanto al espionaje total, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense podría presentarlo como un triunfo definitivo de la globalización, equiparable a la expansión de transgénicos y pesticidas de Monsanto.

Hay quien ve cierta lógica imperial en enterarse, por ejemplo, de qué pie cojea el pollo en América Latina. Pero los imperios también se aburren. Lo que tiene morbo es enterarse de los secretos del francés, ese “cotilleo sublime” que inspiró a Proust. No digamos ya las conversaciones de Merkel, contándole al presidente griego lo de Hansel y Gretel.

Lo más fascinante para la NSA tiene que ser la escucha del móvil de Rajoy. Esos interminables silencios, con signos de puntuación y faltas de ortografía, que ni el más avezado espía consigue descifrar. Con todo, bien haría la NSA en concentrar su labor en territorio propio a ver si averiguan de una vez quién demonios mató a Kennedy.

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El poder ladrón

La corrupción no solamente nos escandaliza y asquea, sino que nos gobierna

/ 7 de abril de 2013 / 04:00

Un cura reprochó a uno de sus feligreses el no haber encargado ninguna misa por el padre difunto. “Si el viejo está en el cielo, ¿le valen de algo las misas?”, preguntó el paisano. “Hombre, en ese caso no”, dijo el párroco. “Y si está en el infierno, ¿le valen de algo?”. “En ese caso tampoco”. Pero el cura, claro, esperaba su momento triunfal: “Pero, ¿y si está en el purgatorio?”. A lo que el paisano respondió: “Ah, mire, en ese caso, si las hizo, que las pague.” Leo este duelo verbal en El declive del Imperio vaticano, de Javier López Facal, un libro serio tocado por un espíritu tan sutil que podría obrar el milagro de hacer sonreír al mismísimo monseñor Rouco. En la vida diaria, creyentes y no creyentes pueden compartir muchas cosas, empezando por el humor, e incluso concordar con la antífona de jueves santo: “En donde hay cariño y amor, allí está Dios”. Amén.

A propósito de creyentes y no creyentes, ya en la órbita civil, hay una toma de conciencia común en España: la corrupción no sólo nos escandaliza y asquea, sino que nos gobierna, en el sentido de ocuparlo todo, va marcando el ritmo del país, asfixiando el tiempo, como el avance de una noche maloliente incubada en espacios suntuosos. El poder oculto ha dejado de ser una metáfora. No sólo expolia el dinero público, sino también el espectáculo. El aire chulesco anticipa el peor desenlace: los grandes corruptos ampliarán el negocio sin necesidad de ocultar la catadura, despreocupados del cielo y del infierno. La ciudadanía ha perdido la confianza básica en esta democracia usurpada. Lo que queda de derecha democrática e izquierda alternativa tienen que ponerse de acuerdo para hacer frente al todopoderoso Partido de los Ladrones. Quien las hizo, que las pague. Me temo que encima vamos a tener que pagarles las misas.

Escritor y periodista español, es columnista del diario El País.

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