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La ‘Asamblea Pluri’ que viene

El presente análisis es un esfuerzo para arriesgar la siguiente conjetura: las elecciones de octubre reconfigurarán —en el mejor de los casos— el Órgano Legislativo. No el Ejecutivo, pues las máximas autoridades ejecutivas del país (incluyendo a ministros) seguirán siendo las mismas, como viene siendo hace años. Equipo ganador no se toca, dicen los futboleros.

La rearticulación y reconstitución de los partidos políticos, agrupaciones ciudadanas, sectores sociales, grupos de presión, movimientos sociales y toda organización de la sociedad civil que aspire a ocupar un espacio de representación en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) ha sido una característica de los últimos meses. La atomización de fuerzas tiene como objetivo el re-cálculo del peso político individual para llegar con buen pie a instancias de negociación multipartidarias y forjar alianzas que permitan un escenario futuro equilibrado en la ALP.

Este momento de articulación política a nivel sectorial ha develado uno de los objetivos de la oposición, que es disputar espacios en la ALP, y con ello, intentar dar un equilibrio desde las cámaras legislativas a la hegemonía del Gobierno, que tiene el control total de los tres poderes del Estado, y sumado a ello, ejerce una presión constante sobre el Tribunal Supremo Electoral, cerrando así el círculo de dominación donde no existe el punto de equilibrio que constituya escenarios de debate para llegar a soluciones creativas y permitir el normal desenvolvimiento de la democracia en el país.

En espacios televisivos, escritos, radiofónicos y virtuales se realizan incontables esfuerzos al utilizar la aritmética política y operar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones con el objetivo de consolidar una matriz política que pueda hacer frente al leviatán masista y sus ramificaciones a lo largo y ancho del país; centrando su análisis en la fantástica idea de arrebatarle la presidencia a Evo Morales Ayma, ignorando así los espacios-tiempos políticos que conlleva un proceso de restitución de élites políticas y procesos hegemónicos.

La voluntad política para construir alianzas es indispensable en el ejercicio del poder para la reconfiguración del orden; sin embargo, no es suficiente para encarar elecciones, puesto que los votantes fijan sus expectativas en el proyecto político y el candidato. Las alianzas electorales no son partidos políticos. Parecen, pero no lo son.

Es por ello que la siguiente “fiesta democrática” en el mejor de los casos será un plebiscito presidencial y un recambio de representantes de la ALP, por ello es que la selección de los candidatos al Parlamento tiene que ser en función de la racionalidad y sentido común, además de la ansiada legitimidad sectorial para que los debates auguren una esperanza de equilibrio democrático en el único espacio de discusión que ofrece el escenario político boliviano, y no volver a cometer los mismos errores del pasado eligiendo aspirantes ignaros que balbucean en la palestra congresal y que son incapaces de realizar una crítica coherente, creativa y proactiva.