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Rusia-UE: el momento de las decisiones

Los trágicos errores y el terrible flagelo que sufrió el continente europeo en el siglo pasado, causado por dos guerras mundiales, deberían servir de ejemplo de sabiduría política a otras regiones que intentan escapar de un abismo de conflictos, y puedan así emprender el camino del desarrollo y la prosperidad. La base para esto ya está colocada: la confrontación ideológica irreconciliable que dividió a Europa en el siglo XX forma parte del pasado, y en todo el espacio euroatlántico reinan ahora los principios de la democracia y la economía de mercado. Sin embargo, en los últimos tiempos observamos una tendencia al aumento de la intensidad de las polémicas. Los medios de comunicación occidentales están desarrollando una campaña de información antirrusa, en la que se utiliza una fraseología inspirada en la Guerra Fría.

La situación en Ucrania se encuentra en el centro de las controversias de los medios de comunicación europeos. La conclusión por parte de Kiev del acuerdo de asociación con la Unión Europea, que se preparó en el marco del programa “Asociación Oriental” de la UE, se ha convertido en la manzana de la discordia. Después de analizar las consecuencias económicas de la aplicación de dicho acuerdo, la decisión adoptada por el Gobierno ucraniano de retrasar su firma ha despertado una tormenta de reacciones negativas por parte de la UE y se ha convertido en un impulso para la oposición interna en Ucrania.

Ante esto, desde el principio, los autores de la Asociación Oriental declararon que ese proyecto no tenía un componente de confrontación y solo estaba destinado a ayudar a los países situados en el flanco oriental de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y a resolver los problemas de desarrollo y modernización, sin cuestionar por ello sus tradicionales relaciones históricas con otros vecinos, entre los que se encuentra Rusia.

Sin embargo, pronto empezaron a plantearlo de otra forma a nuestros vecinos comunes con la UE: hay que definirse con quién se está, con Europa o con Rusia. Aceptar el lado europeo significa cumplir todos los preceptos de Bruselas. Este punto de vista contradice la lógica de las acciones encaminadas a eliminar las líneas divisorias en Europa, lógica plasmada en documentos como los de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), y se asemejan a otra ronda de intentos de desplazar estas líneas hacia el este.

Es evidente que esta postura no puede satisfacer a Rusia. No obstante, nosotros siempre hemos pensado de forma clara y consecuente que la elección de un factor para su propio desarrollo y la decisión de la cuestión sobre la participación en cualquier estructura de integración constituyen un derecho soberano de cada Estado. Nunca hemos intentado imponer nada a nadie, ya que comprendemos que la integración solo puede ser sólida si se basa en los intereses comunes.

¿Qué está pasando en Ucrania? Es imposible ignorar que en las acciones de las fuerzas antigubernamentales en Ucrania cada vez adquieren más relevancia las actitudes nacionalistas y extremistas, y la retórica antirrusa de determinados medios se suma a los llamamientos antisemitas y racistas. Para nosotros, lo que sucede en Ucrania es una tentativa de toma del poder por la fuerza, el intento de un golpe de Estado. En cualquier capital de un país de la UE los disturbios y la violencia callejera son percibidos como en principio se merecen: como una amenaza al orden social y a la construcción democrática.

Rusia empleará toda su influencia para que en este país se establezca la paz y la tranquilidad. Rusia, en relaciones con UE, aboga por la creación a la larga de un espacio económico y social común, comprendido desde Lisboa a Vladivostok, en el que estén permitidos la libre circulación de personas y el libre intercambio de bienes y servicios. La iniciativa, planteada por el presidente Vladímir Putin, está establecida en el concepto de la política exterior de Rusia. La dirección de la UE comparte verbalmente este enfoque. Sin embargo, todavía estamos muy lejos de que esta disposición sea determinante para la aceptación en Bruselas de las decisiones cotidianas. 

Rusia no se plantea el objetivo de ingresar en la UE, y por eso la cooperación entre estos actores importantísimos en el espacio europeo solo puede ser igualitaria. Estamos convencidos de que el movimiento en esa dirección es completamente real. Por esto, precisamente, en la reciente cumbre Rusia-UE el presidente Putin propuso estudiar la posibilidad de crear para 2020 una zona de libre comercio entre la UE y la Comunidad Económica Euroasiática (CEEA). El potencial de colaboración entre Rusia y la UE es enorme. Nos unen la complementariedad y la interdependencia económica y unas raíces culturales comunes. Rusia cubre la tercera parte de las necesidades de petróleo y de gas natural de la UE, y casi la cuarta parte de carbón y de derivados del petróleo. La UE no tiene otro socio que sea capaz de garantizar un suministro estable de las cantidades que necesita. Sobre esta base, la elaboración de una visión de conjunto de las perspectivas de desarrollo de las relaciones permitiría sin ninguna duda resolver las cuestiones problemáticas que, inevitablemente, surgen y surgirán en la cooperación bilateral.

Pienso que los estereotipos de la época pasada continúan impidiendo a muchos en la UE acercarse a la cuestión a gran escala sobre el futuro de las relaciones con Rusia en el siglo XXI. La filosofía del trabajo conjunto es parte fundamental de la doctrina de la política exterior de Rusia. Estamos plenamente de acuerdo en que los valores comunes están llamados a ser un elemento esencial en la construcción de la casa europea. Sin embargo, es imprescindible ponerse de acuerdo en lo que representan y en quién los determina.

El conjunto de valores básicos en los que podría basarse la cooperación europea está recogido en los documentos de la ONU, la OSCE y el Consejo de Europa. No obstante, todos tenemos que reconocer que los pueblos de Europa, estando de acuerdo con unos valores fundamentales (que incluyen el respeto de las bases democráticas de la organización de la vida social, los derechos humanos y las libertades básicas), deben reconocerse mutuamente el derecho a ser diferentes, a preservar su identidad cultural, en completa correspondencia con los convenios universales y las declaraciones en el ámbito de los derechos humanos.

Podemos decir que las relaciones entre Rusia y la Unión Europea han llegado al momento de la verdad. Para construir una cooperación coherente y deliberada hay que comprender si estamos dispuestos a avanzar hacia la consecución de los objetivos ambiciosos de una verdadera asociación estratégica.