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Cusi, ¿yatiri o magistrado?

A estas alturas de su actividad pública, ya estoy confundido sobre si Gualberto Cusi es yatiri, político o, finalmente, magistrado del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP). Por descarte, pareciera ser más cualquiera de las dos primeras.

Elegido por voto popular en la inédita votación judicial de noviembre de 2011, el abogado aymara es de manera recurrente noticia o comidilla en los medios de información del país. Y nada más y menos antes de los comicios causó sorpresa, cuando invitó a los periodistas a un desayuno para el mismo día de las elecciones, al puro estilo de los candidatos a cargos políticos.

Ya había dicho que se inspira en la hoja de coca para tomar decisiones en el TCP y, muy suelto de cuerpo, hasta vaticinó —atribuyendo a la misma técnica ancestral— que Evo Morales ganará las elecciones de este año, aunque no terminará su mandato.

Pero dijo que la habilitación para una nueva elección de Morales, dispuesta por el TCP sin su participación, es inconstitucional.

En agosto de 2013 denunció que el Órgano Ejecutivo incurre en injerencia en el Órgano Judicial, aunque días después se retractó: “Este órgano jurisdiccional es autónomo y no existe injerencia de otros órganos del Estado”.

También, en noviembre del año pasado, pidió la renuncia de la entonces ministra de Justicia, Cecilia Ayllón. Así, mucho más…

Todo un personaje. Lo último que dijo es que verá en coca si apoya o no la continuidad de Ruddy Flores, otro personaje, que renunció a la presidencia del TCP tras polémicas declaraciones, cuando dijo que espiaban sus comunicaciones.

Está bien, también creo en las lecturas de la coca. Mi abuelita Micaela solía decidir muchas cosas viendo el lado claro y oscuro, los bordes y las deformaciones, de la hoja sagrada, sea para viajar, para comprar un bien o para describir más allá de las técnicas médicas los problemas de salud.

Siempre acertaba. Sin embargo, no creo que se habría atrevido a ayudarme a decidir, por ejemplo, una respuesta de sí y no en un examen. Eso sería simple azar; la respuesta correcta a este tipo de decisiones siempre tiene argumento lógico o sustentado.

Así, un caso de derecho positivo no es cosa del azar; es imposible de dirimirlo con la hoja de coca, aunque el gran Cergio Prudencio diga lo contrario (“Pero en ese mundo hegemónico y ensimismado, ¿cuántos procesos judiciales no habrán sido dirimidos en confesionarios? Que hable la coca. ¿Y cuántos —peor aún— en transas de chequera? Que hable la coca. ¿De qué puede presumir esta sociedad tan solapada?”) en aras de la reivindicación de la hoja.

Que Cusi decida con esas lecturas si apoya o no a Flores es cosa sencilla, lo puede hacer hasta deshojando margaritas o lanzando al aire monedas. Es un asunto secundario conocer su decisión en ese caso. Él es magistrado de una de las instituciones más importantes del Estado; su actuación no condice con la investidura que tiene. Que discrepe con los fallos, es su derecho y es democrático; pero que parezca político, no va con sus funciones.

Con el perdón de los yatiris, el magistrado está haciendo mejor trabajo que ellos y no el que precisamente le asignaron los electores. Como magistrado, es buen yatiri hasta probar lo contrario. Y con mis respetos, doctor Cusi, habla más de lo que quisiéramos escucharlo.

Es periodista.