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Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 14:52 PM

Burbujas y oportunidades perdidas

Más temprano que tarde enfrentaremos los efectos negativos de una crisis de origen externo

/ 28 de febrero de 2014 / 05:22

El presente griego que le dejó el presidente saliente de la Reserva Federal de EEUU (Fed), Ben Bernanke, a su sucesora, Janet Yellen, y a los mercados emergentes al aprobar en la última reunión del Banco Central estadounidense a fines de diciembre la ejecución de la política de reducción del estímulo financiero que pasa de $us 85.000 millones mensuales a $us 65.000 millones, ha generado un cuasi “tsunami” en los mercados financieros y de materias primas.

La nueva política monetaria menos expansiva provoca dos efectos negativos sobre los mercados emergentes. Por un lado se observa un reflujo de capitales de corto plazo que salen de los países emergentes, lo que ha generado incertidumbre e inestabilidad en sus monedas y una tendencia al alza de la tasa de interés. Por otro lado, al disminuir el grifo de dinero abundante y barato, que ha alimentado en los últimos diez años el alza especulativa de materias primas ante la baja rentabilidad en colocaciones alternativas en los países centrales, ha reforzado la tendencia hacia el aterrizaje suave de los precios de las materias primas.

Esto confirma la hipótesis de que el más importante factor detrás del alza de precios de las materias primas y del auge económico transitorio en los países emergentes y América Latina desde 2003 es el capital financiero especulativo en poder de los intermediarios financieros. El tan comentado boom del consumo de materiales primarios por China ha sido el señuelo antes que el factor condicionante, ya que el gigante asiático ha venido subiendo su crecimiento industrial de manera sostenida a una tasa del 15% anual por casi 40 años. Lo que ha cambiado es la posición comercial de  China con el resto del mundo, ya que desde 2003 pasó de ser exportador neto a importador neto de materias primas, generando con su falta de transparencia en sus estadísticas el motivo perfecto para impulsar la especulación.

En efecto, un documento de trabajo del autor demuestra que desde 2003 hasta 2013 se observa una correlación inversa casi perfecta entre el movimiento del índice del S&P 500 de EEUU y el del IPSA de Santiago de Chile, que corresponden a un mercado desarrollado y emergente respectivamente. Solo en 2013 mientras el S&P500 subió en un 30%, la IPSA se derrumbaba en igual porcentaje. A su vez, el precio promedio de los minerales producidos por Bolivia en 2013 bajó en 10%, lo que confirma que los precios de la minería se encuentran en una nueva tendencia bajista iniciada en la segunda mitad de 2011 y que se ha reforzado en el último año. Se debe destacar que a pesar de la caída sostenida, los precios siguen siendo altos y muy rentables para los productores bolivianos. 

No cabe duda de que el gradual cambio de política monetaria de la Fed significa que la política expansiva nos acompañará por algún tiempo, mientras en EEUU la inflación sea demasiado baja, la brecha del producto sea demasiado grande y la creación de empleos sea demasiado débil. Pero también es evidente que en algún momento del proceso de retracción monetaria las tasas de interés en EEUU empezarán a subir y es probable que en esta circunstancia podamos observar el estallido de las burbujas de los precios de materias primas, ingresando a una nueva fase de aterrizaje brusco de los precios.

Cuando esto ocurra, enfrentaremos los efectos negativos de una crisis de origen externo, que no solo nos obligará a poner los pies en la tierra, sino a reflexionar, aunque un poco tarde, que (como siempre ocurre en los países altamente dependientes de la exportación de materias primas) una vez más desaprovechamos una de las coyunturas externas más favorables de precios, debido a las erróneas políticas económicas que nos llevaron a destinar las volátiles altas rentas de recursos naturales al consumo y no a la inversión y desarrollo como aconseja una buena y previsora administración rentable y eficiente de recursos.

¿Se reiteran una vez más los desaciertos de los hacedores de política económica que desde hace casi dos siglos de vida republicana nos mantienen en una estéril controversia de puntos de vista liberales o proteccionistas?

Es economista.

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Burbujas y oportunidades perdidas

Más temprano que tarde enfrentaremos los efectos negativos de una crisis de origen externo

/ 28 de febrero de 2014 / 08:17

El presente griego que le dejó el presidente saliente de la Reserva Federal de EEUU (Fed), Ben Bernanke, a su sucesora, Janet Yellen, y a los mercados emergentes al aprobar en la última reunión del Banco Central estadounidense a fines de diciembre la ejecución de la política de reducción del estímulo financiero que pasa de $us 85.000 millones mensuales a $us 65.000 millones, ha generado un cuasi “tsunami” en los mercados financieros y de materias primas.

La nueva política monetaria menos expansiva provoca dos efectos negativos sobre los mercados emergentes. Por un lado se observa un reflujo de capitales de corto plazo que salen de los países emergentes, lo que ha generado incertidumbre e inestabilidad en sus monedas y una tendencia al alza de la tasa de interés.

Por otro lado, al disminuir el grifo de dinero abundante y barato, que ha alimentado en los últimos diez años el alza especulativa de materias primas ante la baja rentabilidad en colocaciones alternativas en los países centrales, ha reforzado la tendencia hacia el aterrizaje suave de los precios de las materias primas.

Esto confirma la hipótesis de que el más importante factor detrás del alza de precios de las materias primas y del auge económico transitorio en los países emergentes y América Latina desde 2003 es el capital financiero especulativo en poder de los intermediarios financieros. El tan comentado boom del consumo de materiales primarios por China ha sido el señuelo antes que el factor condicionante, ya que el gigante asiático ha venido subiendo su crecimiento industrial de manera sostenida a una tasa del 15% anual por casi 40 años. Lo que ha cambiado es la posición comercial de  China con el resto del mundo, ya que desde 2003 pasó de ser exportador neto a importador neto de materias primas, generando con su falta de transparencia en sus estadísticas el motivo perfecto para impulsar la especulación.

En efecto, un documento de trabajo del autor demuestra que desde 2003 hasta 2013 se observa una correlación inversa casi perfecta entre el movimiento del índice del S&P 500 de EEUU y el del IPSA de Santiago de Chile, que corresponden a un mercado desarrollado y emergente respectivamente. Solo en 2013 mientras el S&P500 subió en un 30%, la IPSA se derrumbaba en igual porcentaje. A su vez, el precio promedio de los minerales producidos por Bolivia en 2013 bajó en 10%, lo que confirma que los precios de la minería se encuentran en una nueva tendencia bajista iniciada en la segunda mitad de 2011 y que se ha reforzado en el último año. Se debe destacar que a pesar de la caída sostenida, los precios siguen siendo altos y muy rentables para los productores bolivianos. 

No cabe duda de que el gradual cambio de política monetaria de la Fed significa que la política expansiva nos acompañará por algún tiempo, mientras en EEUU la inflación sea demasiado baja, la brecha del producto sea demasiado grande y la creación de empleos sea demasiado débil. Pero también es evidente que en algún momento del proceso de retracción monetaria las tasas de interés en EEUU empezarán a subir y es probable que en esta circunstancia podamos observar el estallido de las burbujas de los precios de materias primas, ingresando a una nueva fase de aterrizaje brusco de los precios.

Cuando esto ocurra, enfrentaremos los efectos negativos de una crisis de origen externo, que no solo nos obligará a poner los pies en la tierra, sino a reflexionar, aunque un poco tarde, que (como siempre ocurre en los países altamente dependientes de la exportación de materias primas) una vez más desaprovechamos una de las coyunturas externas más favorables de precios, debido a las erróneas políticas económicas que nos llevaron a destinar las volátiles altas rentas de recursos naturales al consumo y no a la inversión y desarrollo como aconseja una buena y previsora administración rentable y eficiente de recursos.

¿Se reiteran una vez más los desaciertos de los hacedores de política económica que desde hace casi dos siglos de vida republicana nos mantienen en una estéril controversia de puntos de vista liberales o proteccionistas?

Es economista.

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Burbujas y especulación financiera

El exceso de deuda pública se ha convertido en un grave problema macroeconómico

/ 12 de diciembre de 2013 / 05:48

Las burbujas de precios de materias primas en la era pre y pos colapso de la banca internacional de inversiones en 2008 tiene relación estrecha con dos fenómenos producto de la globalización: el desarrollo explosivo de la innovación financiera y la emergencia de China al desarrollo económico y el consumo masivo de materias primas.

La innovación y expansión del mercado de derivados ha generado una crisis financiera no resuelta, cuya expresión concreta es el exceso de deuda privada y pública, que limita las posibilidades de una rápida recuperación y pone en riesgo la estabilidad económica mundial. En 1960, la deuda de los hogares en el Reino Unido era menor al 15% del PIB; para 2008 había superado el 90%. En EEUU, el crédito privado creció desde el 70% del PIB en 1945 hasta más del 200% en 2008. La ortodoxia del libre mercado sostenía que mientras la deuda se mantuviera en el sector privado y la inflación fuera baja, su impacto macroeconómico era neutral. Los hechos demuestran que están equivocados.

En tiempos de auge, el exceso de deuda impulsa ciclos de sobreinversión, y en períodos de crisis tiene un gran efecto depresivo, ya que empresas y consumidores excesivamente apalancados bajan la inversión y el consumo. Para contrarrestar estos efectos y evitar una deflación, los hacedores de política económica justificaron el traspaso de deuda privada a deuda pública, y el exceso de deuda pública se ha convertido desde entonces en un grave problema macroeconómico.

Es un problema porque los gobiernos al socializar la deuda privada hicieron que el servicio de la deuda pública imponga programas de ajuste estructural bajando el bienestar de su población para cumplir con los bancos (la deflación europea y su profunda crisis social y política) o, alternativamente, como es el caso de EEUU, a financiar el desequilibrio con políticas fiscales y monetarias expansivas. En ambos casos, la receta para evitar la deflación tiene en común una política de dinero abundante y barato. Es decir, reestructuración de la deuda y la economía altamente recesiva por un lado, y monetización del déficit fiscal, que tampoco genera una recuperación sostenida, por el otro.

Estas políticas de dinero barato y abundante desplazan el apalancamiento hacia el sector público, y pueden provocar el resurgimiento del apalancamiento privado en las economías desarrolladas. La pregunta es, ¿cuál fue entonces el destino de los flujos monetarios en los cinco años de poscrisis? Con tasas de ganancia en su nivel más bajo y en ausencia de un proceso de innovación productiva sostenido y generalizado, la especulación financiera resulta una alternativa atractiva y rentable.

La evidencia de una relación profunda entre bancos y mercado de metales es la avalancha de demandas que recibe el sistema judicial de EEUU. La Commodities Futures Trading Commision (CFTC) ha emitido citaciones a Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Morgan Stanley y otros a denuncia de propietarios de almacenes y usuarios de metales, de que estamos frente a un proceso de acaparamiento de metales para subir artificialmente los precios. La CFTC se pregunta si los grandes bancos deben ser propietarios de activos físicos, el transporte y su almacenamiento. Se impusieron multas millonarias, pero no prosperaron las investigaciones del ente regulador. La especulación financiera goza de buena salud mientras las tasas de interés sean bajas, sin embargo, su alza se concretará cuando la recuperación económica mundial sea una realidad sin vuelta.

Queda por analizar el impacto del incrementado consumo de metales de China y el Asia sobre el boom de precios que ya dura 11 años, y que muchos se adelantan a predecir que ha finalizado.

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¿Por qué explotó la burbuja de los 70?

La especulación del estaño generó la pérdida de mercados frente al aluminio, su sustituto más barato

/ 22 de noviembre de 2013 / 07:39

Las burbujas de precios de materias primas (petróleo y estaño, entre otros) no explotaron ni desaparecieron bruscamente en 1981, el año que empieza el cambio estructural en la economía mundial y se refleja en un aterrizaje suave pero sostenido de precios hasta septiembre de 1985. El derrumbe de precios de las materias primas ocurrió luego de que desapareciese el dinero abundante y barato para financiar las existencias y cuando los especuladores se quedan sin un céntimo para seguir comprando, ya que no pueden financiarse en la banca internacional con créditos warrant ni con el aporte que los países productores realizaban al fondo de estabilización de precios. Estos canales se fueron secando en un período de dinero escaso y caro y con tasas de interés en ascenso.

El derrumbe del precio y el sinceramiento del mercado del estaño se dan el 24 de octubre de 1985 (dos meses después del DS 21060) cuando el Gerente de la Reserva de Estabilización del Consejo Internacional del Estaño (CIE) no fue a comprar estaño en la Bolsa de Metales de Londres (LME). Ese día se puso en evidencia que el estaño había alcanzado su precio máximo de sustitución y que su consumo industrial había sido parcialmente sustituido por el aluminio. El Gerente de la Reserva del CIE era el único que compraba estaño en el mercado incrementando sus existencias, llegando a un volumen equivalente a un año de consumo mundial de ese mineral sin producción alguna. El precio luego de tres meses sin demanda estuvo bordeando el cero, para llegar en 1985 a 2,3 $us/libra, precio bajo que se mantuvo sin cambios por 17 años, mismo período que el mercado tardó en eliminar el exceso de oferta. La especulación que llevó al estaño hasta precios artificiales muy altos generó al mismo tiempo la pérdida de mercados frente al aluminio, su sustituto más barato.

En el caso del petróleo, los precios bajaron desde 1981 al ritmo que bajaba la demanda afectada por la recesión mundial y que expresó por medio de las tendencias al uso de tecnologías más eficientes y menor uso del petróleo y sus derivados. El exceso de oferta incrementado por la disposición y venta de inventarios explotó a partir de 1987, bajando el petróleo hasta los 10 $us/barril.

Con precios y rentas en caída libre, la economía boliviana transitó por los estrechos senderos de la crisis económica, social y política, impulsada por enormes desequilibrios fiscal y externo, financiados con impresión de dinero hasta llegar a una de las cuatro hiperinflaciones más elevadas del mundo en período de paz.

La frágil memoria del boliviano relaciona el auge del consumo de los años setenta con el gobierno del general Banzer y la crisis hiperinflacionaria con el gobierno populista de izquierda que le sucedió. Éste último intentó estabilizar la economía —sin éxito— mediante programas de ajustes graduales. La responsabilidad del sindicalismo minero en este fracaso fue enorme, al contribuir al déficit y colapso de la Comibol con demandas sociales extremas (escala móvil de salarios)  y una oposición frontal a la UDP. Esta fue una de las causas de la mayor derrota del movimiento minero con el fracaso de la marcha por la vida y la imposición del programa de ajuste estructural en democracia (DS 21060) por 18 años.

Con la ejecución de una política antiinflacionaria y cambios estructurales, colapsa el modelo de capitalismo de Estado de desarrollo hacia adentro y se inicia el sueño liberal de que, con la mano invisible del mercado y la ingenua inserción a la globalización se podía generar crecimiento sostenido. La realidad ha sido más terca que la utopía y desde entonces se ha reafirmado el modelo primario exportador y el uso de las rentas de recursos naturales en favor de las empresas extranjeras y los grupos minoritarios de poder económico interno y externo.

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La burbuja de los años setenta

La burbuja de precios de las materias primas de los 70 fue tan singular como la de la década reciente

/ 25 de octubre de 2013 / 04:01

La burbuja de precios de las materias primas metálicas y energéticas surgida entre 1972 y 1980 fue tan singular como la de la década reciente (2003-2013). Aparece al inicio de la fase recesiva de la cuarta larga onda del capitalismo mundial, cobijada y prohijada por políticas fiscales y monetarias expansivas vigentes en EEUU y Europa. La crisis del capitalismo en dicha década fue de estancamiento con inflación, una suerte de intento fallido por prolongar hasta 1970 la expansión iniciada después de la Segunda Guerra Mundial, y de combatir las tendencias recesivas cíclicas mediante políticas keynesianas expansivas.

La consecuencia lógica fueron presiones inflacionarias alimentadas por desequilibrios gemelos: en EEUU, como consecuencia de la derrota sufrida en la guerra de Vietnam; y en Europa, como efecto de presiones de inflación de costo, luego de las heroicas jornadas obrero-estudiantiles en las cuales se desata la espiral salarios-precios. Las políticas keynesianas buscaban prolongar la expansión económica, pero sólo impulsaron la inflación ya presente en la cresta de la onda ascendente anterior. Las economías emergentes vivían entonces en un Nirvana (parafraseando a Carlos Díaz-Alejandro), una combinación afortunada de precios altos de las materias primas, bajas tasas de interés y exceso de liquidez.

La burbuja especulativa de precios en petróleo y estaño empezó a principios de los 70, iniciada y sostenida por organizaciones gubernamentales de países productores pobres (la OPEP y el CIE), convencidos de que el empleo de políticas de regulación de oferta y acumulación de stocks era muy rentable, elevando los precios en un ambiente de dinero barato y abundante. La diferencia estuvo en los instrumentos utilizados: la fijación de crecientes cuotas de exportación, en ambos casos; y en el caso del estaño, el uso de fondos de estabilización de precios y el manejo de una escala de precios de referencia que subía en contra de los fundamentos del mercado, con crecientes excesos de oferta. De 1971 a 1980, el precio del petróleo subió de $us 3 hasta $us 45 el barril, y el del estaño de $us 1,75  hasta $us 7,50 la libra.

Con rentas de recursos altas y en ascenso, Bolivia experimentó un boom transitorio de consumo suntuario importado. La Bolivia saudita y de auge del estaño de la era Banzer y de los regímenes militares fue atribuida por el imaginario popular a los gobernantes. En realidad, ellos sólo capturaron las altas rentas mineras a través de una política tributaria expansiva: el 50% de los precios del estaño (puesto en frontera) fueron al Estado como regalías e impuestos a la exportación. Un tercio de los ingresos totales del gobierno se originaba en impuestos a la minería. El Ejecutivo distribuyó las rentas altas a través de la política de sobrevaluación del boliviano, subsidios fiscales, financieros, y de precios que sostenían la arquitectura del modelo de desarrollo hacia adentro con protección creciente. Los beneficiarios: la burguesía agraria de tierras bajas, el comercio importador, la banca y una clase media emergente, dentro del frenesí de expansión del consumo importado.

El año 1981 marca el punto de inflexión de la tendencia al alza de precios de las materias primas. La aplicación de políticas de ajuste estructural en los países desarrollados a partir de políticas fiscales y monetarias restrictivas —que supuso desde entonces la vigencia de un ambiente de dinero escaso y caro (altas tasas de interés reales)— marca un nuevo escenario externo para los países pobres exportadores de materias primas: un ambiente de estrechez financiera externa creciente y cuellos de botella, también externos, caracterizados por una combinación desafortunada de precios de materias primas con tendencia a la baja, altas tasas de interés y creciente iliquidez.

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Lecciones de las burbujas especulativas

Las burbujas se inician con políticas de regulación de oferta que conducen al alza de precios

/ 19 de septiembre de 2013 / 05:33

El gran ciclo de precios altos de las materias primas metálicas y energéticas se mantiene por diez años (2003-2013), sostenido por el fenómeno de la especulación. Esto explica por qué en el decenio reciente, mientras el mundo capitalista transitaba por las sombras hacia la depresión, los países de economía emergente gozaron del boom de precios de las materias primas. Existe algún consenso en que el ciclo pudo haber terminado, sin embargo, el fenómeno especulativo es impredecible y se alimenta de la política monetaria expansiva vigente en los países capitalistas del norte, la cual provee la cantidad de dinero barato que requiere la especulación.

Si el hombre aprende de sus errores y no los reitera invariablemente, entonces cobra sentido analizar fenómenos especulativos similares en el pasado reciente, a fin de extraer lecciones útiles para el diseño de la futura política empresarial y gubernamental.

Las conjuras especulativas se inician con políticas de regulación de oferta que conducen al alza de precios. Las medidas van desde la imposición de controles a la exportación (fijación de cuotas), el manejo de fondos mixtos de estabilización de precios, hasta simples compras de bienes, sostenidas y acumulativas. Esto conduce a la formación de existencias (en activos y físico) crecientes en el tiempo. Mantener estas existencias demanda, a su vez, el acceso a dinero barato y abundante.

Las estrategias especulativas no pueden extenderse en el tiempo indefinidamente, así como no existe un acceso ilimitado al financiamiento y, por tanto, no es posible incrementar indefinidamente existencias de materias primas en los almacenes. La estrategia especulativa es piramidal, ya que requiere de bases cada vez más amplias y de una mayor cantidad de apostadores en la base para el crecimiento del ingreso. Este proceso conduce a la formación de burbujas especulativas que eventualmente explotan.

Un aspecto frecuentemente ignorado cuando se inician estas corridas especulativas es que cada materia prima, sin excepción, tiene un precio máximo de sustitución. Alcanzado este nivel, resulta más rentable usar productos sucedáneos más baratos. Que cada precio máximo sea alto o bajo no es relevante, lo importante es tomar en cuenta que en algún momento los precios dejarán de subir y cualquier burbuja explotará. La mejor estrategia de sobrevivencia, en este caso, es salir de su tendencia lo más rápido posible.

La especulación tiene mejores perspectivas de éxito en la fase del ciclo en la cual los precios suben. Esto es lo que ocurrió en la década de los ochenta, al término de la fase expansiva de la cuarta larga onda, que se prolongó por diez años más gracias a las políticas monetarias expansivas en la crisis de estanflación. Por eso, los recientes diez años de precios especulativos altos (2003-2013) aparecen como un fenómeno atípico, ya que ocurren en plena fase depresiva de la cuarta larga onda del capitalismo mundial. Queda pendiente abordar el análisis comparado de la especulación de precios de los años setenta y de la década reciente, y sus consecuencias sobre el mercado del estaño y del petróleo, además de los efectos sobre la economía nacional.

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