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Temblores y estabilidad

El “giro a la izquierda” en América Latina tiene varias facetas. En la región andina se expresó de manera profunda en Venezuela, Ecuador y Bolivia mediante procesos refundacionales, que derivaron en la configuración de nuevos modelos estatales. Sus seguidores englobaron estos procesos en la fórmula del “socialismo del siglo XXI”, y sus críticos los condenaron con el epíteto de “populismo autoritario”. Estos regímenes cambiaron el rostro de la democracia y la ampliaron mediante procesos de inclusión política, así como impulsaron la equidad social con medidas redistributivas. Sus logros políticos y sociales provocaron su permanencia en el gobierno durante una década (más o menos) mediante la reelección presidencial de sus líderes. El panorama optimista de los años anteriores (Chávez fue reelecto por tercera vez en 2012 y Nicolás Maduro, su sucesor, ganó en 2013; Correa logró su reelección en 2013) empieza a mostrar novedades de tono gris, excepto en Bolivia, porque Evo Morales parece encaminarse a su reelección en octubre. Estos días, en Venezuela la crisis económica y la protesta social impulsan la propuesta opositora de renuncia del presidente Maduro. En Ecuador, la derrota electoral del partido oficialista en las principales ciudades pone en duda la fortaleza del partido de gobierno y el peso del liderazgo de Correa. Un balance de esos acontecimientos es útil para reflexionar sobre nuestro país.

El fallecimiento de Chávez, en marzo se cumple un año, puso en duda la continuidad de la revolución bolivariana y planteó el desafío de la rutinización de su carisma con una transición controlada por el líder desde su lecho de enfermo y de la victoria electoral de su sucesor, Nicolás Maduro, hace apenas diez meses. Ese tránsito parecía controlado por el chavismo y se ratificó con su victoria electoral en las elecciones municipales de diciembre pasado. Sin embargo, la polarización política no se mitigó con la muerte de Chávez y volvió a la palestra estos días para estremecer ese país y poner un rasgo de incertidumbre, porque se radicalizó debido a un giro en la oposición que actuaba bajo el mando de Henrique Capriles, su candidato único. El surgimiento de nuevos actores que disputan la conducción de la oposición con posturas radicales provocó una exacerbación de la polarización, porque también se potenciaron los sectores duros del chavismo. La política se desplazó a las calles y no existen escenarios institucionales ni actores políticos para el diálogo y la concertación.

Es un cuadro parecido a Bolivia en 2007, no obstante, un dato fundamental en nuestro país fue la existencia de posiciones dispares en las filas de la oposición; sobre todo porque los partidos no se plegaron a la oposición cívica y prefectural. En buena medida, las posturas moderadas de Doria Medina y Jorge Quiroga impidieron que Unidad Nacional y Podemos se subordinen al Conalde, y esa disyunción impidió que la polarización conduzca a un enfrentamiento generalizado durante la Asamblea Constituyente y encaminó la realización del referendo constitucional bajo condiciones impuestas por la oposición parlamentaria, puesto que, entonces, Bolivia tenía una figura de “gobierno dividido” debido al control opositor del Senado.

Los resultados electorales en Ecuador crean las condiciones para que se forme un cuadro similar al que vivió Bolivia durante la primera gestión gubernamental del MAS, debido a que se forjó una “división vertical de poderes” porque las principales autoridades subnacionales son contrarias a Correa, aunque resta saber si conformarán un bloque opositor a la usanza de Conalde y si los resultados electorales municipales tendrá algún efecto en la correlación de fuerzas parlamentarias que, por ahora, son favorables al oficialismo. Mientras en Ecuador y Venezuela se agitan las aguas con diversa intensidad, el proceso político boliviano discurre sin sobresaltos ni contratiempos y se encamina a la contienda electoral de octubre.