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Venezuela en las redes

Venezuela, entre varios otros temas de análisis, está mostrando un punto de inflexión acerca de las causas, motivaciones y credibilidad del ciberactivismo, entendido como la política hecha por los ciudadanos en la web que puede motivar o no la salida a las calles. Teóricos sociales como Castells y Fukuyama han identificado las motivaciones más profundas de los movimientos que usan la web para sus protestas como prodignidad humana, en defensa de los derechos humanos y de esperanza por un futuro mejor. Todo con alguna dosis anarquista, soñadora y la fuerza pura, transparente y genuina, que se le suele atribuir a las manifestaciones ciudadanas por el solo hecho de serlas.

Para ayudar a caracterizar, algunos ejemplos de estas manifestaciones son la Primavera Árabe, los indignados en España, #OccupyWallStreet y más cercanamente el movimiento estudiantil por la educación en Chile y las protestas en Brasil por los precios del transporte público, los enormes montos de dinero que se están gastando para el Mundial de fútbol de este año y la corrupción.

Sin embargo, Venezuela parece ser diferente. Si bien allí los manifestantes son principalmente los estudiantes de clase media, como en todos los casos mencionados, y están usando intensamente las redes sociales como una fuente 24/7 que informa o desinforma pero que al menos deja fluir información (como también sucedió en todos los casos anteriores); la motivación principal parece ser diferente aunque consignas prodignidad humana, contra el fascismo o contra la tiranía se deslizan en las comunicaciones en redes sociales.

Más bien, intereses partidarios guían los mensajes, una estrategia de oposición (la de López) que pretende acelerar la salida de Maduro, por un lado, y el oficialismo chavista que pretende minimizar la arremetida opositora, por otro, convocan a la difusión de mensajes y el posicionamiento de etiquetas (hashtags) en Twitter para polarizar aún más, abusar de la emocionalidad que permiten las redes sociales, profundizar las ya intolerantes diferencias sociales, negar espacios de deliberación y fragmentar aún más a la oposición pero también al chavismo. Y para esto no han dudado en usar fotos falsas de otras manifestaciones en Bulgaria, en Chile y en España; o en difundir consignas llenas de odio, confiando en la viralización acrítica y debilitando la fuerza de las denuncias en fotos y videos verdaderos y anulando voces críticas, de reflexión más calmada.

Venezuela está mostrando algo que ya sabíamos pero que no queríamos decir muy fuerte: internet sirve tanto para concentrar y potenciar fuerzas de una revolución que derroca a un dictador como para profundizar la polarización y la intolerancia.