‘Elogio del amor’
‘Es necesario reinventar el riesgo y la aventura, en contra de la seguridad y la comodidad’ (Alain Badiou)
Recorriendo los pasillos de una librería encontré el libro Elogio del amor de Alain Badiou, filósofo, dramaturgo y novelista francés marroquí. Me llamó la atención el título porque no imaginaba que uno de los autores preferidos por los intelectuales del mundo posmoderno, que aparentan no interesarse por este tipo de trivialidades, haya escrito sobre este tema. El libro recoge una entrevista que le hizo el periodista Nicolás Truong en 2008.
En esta obra Badiou se presenta como filósofo-amante, y afirma que el amor es una fuerza cosmopolita, incitante y sexuada que transgrede fronteras y estatus sociales. En el fervoroso y provocador diálogo, el filósofo de El ser y el acontecimiento afirma que hoy el amor está amenazado por los riesgos que conlleva y por la comodidad que tenemos por asegurarnos el goce ilimitado y hedonista y que, por lo tanto, es una tarea filosófica defenderlo para reinventarlo como alguna vez propuso el poeta Rimbaud. “Es necesario reinventar el riesgo y la aventura, en contra de la seguridad y la comodidad”, propone este hombre discípulo de Platón, Hegel, Lacan y Deleuze.
En el capítulo “Los filósofos y el amor”, Badiou hace referencia a Soren Kierkegaard, de quien, en mis años adolescentes y convencido de que era un feo sin remedio, leí y estudié su Diario de un seductor, buscando algunas claves para apalabrar a las muchachas hermosas que creía inalcanzables. Entonces no sabía que el amor estaba más allá de la seducción, del deseo y de la pasión, concepción que para Badiou fue intuida por Platón, cuando señaló que al ser una experiencia personal de la universalidad posible es filosóficamente esencial.
Badiou reconoce tres concepciones contradictorias acerca del amor: la concepción romántica que se centra en el éxtasis del encuentro; la escéptica, que lo considera una ilusión, y la que afirma que el amor es una construcción de verdad, a la que él se adscribe y propone que es la construcción del “Dos” desde las diferencias personales que van forjando al sujeto del amor. “El amor es siempre la posibilidad de presenciar el nacimiento de un mundo”, dice, lo que me recuerda un verso que escribí: “Alguien ve pasar a una muchacha/ y nace un mundo nuevo”.
El amor, como sabemos, es un misterio, es algo que sucede y reinventa la vida de quienes lo sienten y viene a ser la verdad de la pareja. En medio de la conversación, Truong recuerda un párrafo de Carta a D., una historia de amor de André Gorz: “Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. De nuevo siento en mi pecho un vacío devorador que solo colma el calor de tu cuerpo abrazado al mío”. Listo, por eso Badiou asegura que el amor es una declaración de eternidad. Sin embargo, el peor enemigo de la eternidad y, por tanto del amor, no es el otro, sino el yo. Es a nosotros mismos que debemos vencer para que se construya el “Dos” y podamos nombrar a la única palabra que necesita de dos seres para ser invocada.