En algunos casos la mejor manera de definir algo es empezar por decir lo que aquello no es. El feminismo “no es lo contrario del machismo. No es una lucha contra el hombre. No es una lucha solo de mujeres. No es un movimiento excluyente. No es una moda ni una tendencia. No es una lucha de mujeres frustradas. No es represión” (Asamblea Estatal 15M). Es liberación. El feminismo es, y en esto me aferro a las palabras de Cheris Kramarae y Paula Treichler, la noción radical de que las mujeres son personas.

La prensa es masculina, no solo porque la mayoría de periodistas sean hombres, sino porque hay mujeres que están al servicio del poder con un discurso patriarcal. El proyecto de Monitoreo Global de los Medios, un programa de la Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC), durante la primera década de 2000 monitoreó casi 13.000 noticias en Tv, radio y diarios de 76 países del planeta, y en los resultados encontró que mientras las mujeres representábamos en el mundo un 52% de la población en ese tiempo, solamente dos mujeres de cada diez personas figuraban en las noticias.

Este dato refleja una no inclusión de mujeres. Karina Vergara, periodista y feminista, afirma que “no ser nombradas, no existir, es por una parte el negar, nuevamente, nuestro papel en la historia, al ocultar implícitamente nuestras aportaciones”.

Cuando sí deciden abrir espacios para las mujeres en los medios, con frecuencia suelen generar productos que rayan en la misoginia o difunden una imagen estereotipada del sexo femenino, utilizan menor número de mujeres como fuentes opinantes o constantemente publican imágenes de mujeres como objeto sexual. Frente a esta situación surgió el periodismo feminista, que ha sido ejercido por muchas mujeres en las últimas décadas y que no es ni ha sido reconocido, pues la labor de todas ellas no fue ni es solo femenina, sino que trasciende a lo feminista.

Ejercer la labor periodística a partir de una visión feminista es, pues, la plena conciencia de que las mujeres no son objetos, sino sujetos. Sujetos pensantes, sujetos capaces de merecer un espacio en el periodismo, tanto en la producción de materiales como en la cobertura por parte de los medios, que muchas veces no consideran como noticia los hechos que las involucran.

Este panorama evidencia la necesidad de continuar con el ejercicio del periodismo feminista y, con certeza, que esa continuidad se dará, en parte, cuando en las reuniones editoriales se deje de asumir que para el contenido de los suplementos femeninos a este colectivo le importa más la rutina de ejercicios y dieta de Davinia Fernández que lo que ocurre en la política, en la cultura, en el arte o en otros tantos temas que se niegan a ofrecernos.