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Encuesta por primarias: ¿da igual?

Tras tantas idas y venidas, al fin conocemos el método. El llamado Frente Amplio, agrupación que ha atraído a varias personalidades políticas en torno a las iniciativas convergentes de Samuel Doria Medina, ha tomado la decisión que venía demorando durante semanas. Elegirá a su candidato presidencial aplicando una encuesta. El dato más relevante, que acompaña a este hecho, es la cancelación de sus prometidas elecciones primarias. El desistimiento habla más que la carta sustituta elegida.  

Lo que el Frente Amplio no quiere o no puede hacer será convocar a sus militantes y simpatizantes, registrarlos en un padrón, inscribir candidatos, dar la largada a sus respectivas campañas y montar, algún domingo, una movilización con filas de votantes, banderas, brazaletes, lectura de actas y proclamación del triunfador.   

El método definido por los frenteamplistas carece de tales rimbombancias. El único gesto público capaz de resplandecer será la firma del cheque mediante el cual una empresa encuestadora se hará de un suculento contrato. A continuación, habrá quizás una conferencia de prensa organizada para mostrar a los reflectores, la boleta con la única pregunta puesta a consideración de una muestra demográfica representativa. Supongo que la consulta será directa: ¿Cuál de los siguientes individuos debería ser el candidato presidencial del Frente Amplio?  

Los nombres ya fueron coreados con anticipación. Habrá que decidirse entre Samuel Doria Medina, Rafael Quispe, Jimena Costa, José Antonio Quiroga o Erick Morón. La rueda de prensa final se convocará para permitir que la encuestadora dé a conocer una torta estadística y el nombre del airoso ganador. El método descrito fue empleado exitosamente en el Beni. Gracias a él, Doria Medina aquilató oportunamente el peso del actual gobernador Lens. A la consulta le siguió el voto en línea sucesiva; novedosa forma de volcar la técnica numérica dura en la inestable superficie del sufragio.

El estimado lector ya habrá notado las diferencias. Unas elecciones primarias congregan a los convencidos repartiéndoles credenciales, y buscan, de yapa, impresionar a quienes se pretende persuadir.  Sirven además para dar forma a un punto de vista que se va haciendo vigoroso entre la ciudadanía. Son un acto de fuerza colectiva, una exhibición de convocatoria y apego. ¿Ayudan también a saber cuál es el mayor polo de atracción? Quizás menos. Al convocar a los convencidos, es muy posible que solo nos digan, modestamente, quién ha engrasado la logística más eficaz.  

Nada de ello sucede con la encuesta. Primero, porque, conjeturo, la boleta no se aplicará a los simpatizantes del Frente Amplio. Los que la llenen acudirán a indagar en la sociedad boliviana y se encontrarán con una diversidad ideológica, en la que quizás predominen los seguidores de Evo Morales.

Por eso mismo, solo a duras penas los interrogados sabrán quiénes son los postulados y quizás muchos los hayan oído nombrar únicamente cuando los portavoces del MAS decidieron atacarlos. Con el corto tiempo disponible, tampoco parece recomendable que los aspirantes frenteamplistas se esfuercen por colocar su foto sonrient

e en cada poste de las ciudades. “Si alguien te encuesta, elígeme”, tuviera que ser la consigna dirigida a la masa amorfa del electorado. Todo esto me hace pensar que encuesta no reemplaza primarias, y que los datos que esta primera arroje están más cantados que serenata cumpleañera.