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Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 13:24 PM

‘Placemaking’

Y es que allá lo público requiere alimentarse de la participación de la comunidad

/ 20 de marzo de 2014 / 07:48

Hay quienes afirman que el placemaking es una de las ideas más transformadoras de las ciudades en los últimos tiempos. Esto porque se cimienta en la búsqueda de la recuperación de la vitalidad de los espacios públicos con actividades que no son impuestas, sino son el resultado de las aspiraciones que tiene la población sobre el sitio donde deciden reunirse entre ciudadanos.

Una especie de redescubrimiento de los distintos valores del espacio público a través de visiones comunes y colectivas entre la ciudadanía. Para ello, ciertas plazas, calles o nuevos sitios son seleccionados para el desarrollo de algunas experiencias. Y es que allá lo público requiere alimentarse de la participación de la comunidad para expresar nuevamente su potencial.

Así, esas ciudades, por ejemplo las europeas, han logrado detener lo que en los últimos años ha sido considerado como característica del nuevo siglo: la desaparición del uso masivo de los espacios creados para el disfrute de la población. Este hecho se fue difundiendo en escritos y teorías urbanas que afirman que el espacio público ha muerto esencialmente en las grandes metrópolis. Es evidente que el “aislamiento conectado” (comunicación virtual) ha logrado desplazar en importancia al uso del espacio público; sin embargo, no cabe duda de que toda persona existe como cuerpo y esto es un primer motivo de su necesidad de movimiento, juego y demás, sin olvidar que también es un ser social, el cual requiere de contacto con otros ciudadanos.

¿Y cómo empezó el placemaking? Apareció como un movimiento silencioso en ciertas urbes desarrolladas que buscaban “reinventar” distintos sitios públicos; una especie de conexión de esos territorios con la población para su uso masivo. Es una nueva configuración colectiva del espacio de todos —como señalan ciertos escritos— donde los expertos son “las comunidades”, que colaboran en identificar problemas útiles para los cambios anhelados. De esta forma, esos talentos de grupo ayudan a crear un lugar exitoso y sobre todo vital. Sin embargo, además de ideas innovadoras, en algunos casos se requiere de apoyo financiero para realizar proyectos de mejoramiento. Todo ello con el fin de encontrar formas de rehabilitación o reutilización de esos espacios públicos, sin olvidar que toda nueva propuesta será antes practicada que construida.

Un método algo parecido al de los imaginarios, que hace más de una década estuvo vigente en esta urbe, con resultados acordes a su implementación.
La Paz es una ciudad por excelencia urbana, y esa potencialidad y los distintos impactos a causa de aquello fueron apreciados en diversos escritos que acompañaron nuestra reflexión en los últimos tres años. En ellos se revaloriza la palabra “lugar”, que connota el vínculo emocional de la población con su territorio. Una esencia y valor que hace la diferencia con otras urbes.

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Y es que allá lo público requiere alimentarse de la participación de la comunidad

/ 20 de marzo de 2014 / 07:48

Hay quienes afirman que el placemaking es una de las ideas más transformadoras de las ciudades en los últimos tiempos. Esto porque se cimienta en la búsqueda de la recuperación de la vitalidad de los espacios públicos con actividades que no son impuestas, sino son el resultado de las aspiraciones que tiene la población sobre el sitio donde deciden reunirse entre ciudadanos.

Una especie de redescubrimiento de los distintos valores del espacio público a través de visiones comunes y colectivas entre la ciudadanía. Para ello, ciertas plazas, calles o nuevos sitios son seleccionados para el desarrollo de algunas experiencias. Y es que allá lo público requiere alimentarse de la participación de la comunidad para expresar nuevamente su potencial.

Así, esas ciudades, por ejemplo las europeas, han logrado detener lo que en los últimos años ha sido considerado como característica del nuevo siglo: la desaparición del uso masivo de los espacios creados para el disfrute de la población. Este hecho se fue difundiendo en escritos y teorías urbanas que afirman que el espacio público ha muerto esencialmente en las grandes metrópolis. Es evidente que el “aislamiento conectado” (comunicación virtual) ha logrado desplazar en importancia al uso del espacio público; sin embargo, no cabe duda de que toda persona existe como cuerpo y esto es un primer motivo de su necesidad de movimiento, juego y demás, sin olvidar que también es un ser social, el cual requiere de contacto con otros ciudadanos.

¿Y cómo empezó el placemaking? Apareció como un movimiento silencioso en ciertas urbes desarrolladas que buscaban “reinventar” distintos sitios públicos; una especie de conexión de esos territorios con la población para su uso masivo. Es una nueva configuración colectiva del espacio de todos —como señalan ciertos escritos— donde los expertos son “las comunidades”, que colaboran en identificar problemas útiles para los cambios anhelados. De esta forma, esos talentos de grupo ayudan a crear un lugar exitoso y sobre todo vital. Sin embargo, además de ideas innovadoras, en algunos casos se requiere de apoyo financiero para realizar proyectos de mejoramiento. Todo ello con el fin de encontrar formas de rehabilitación o reutilización de esos espacios públicos, sin olvidar que toda nueva propuesta será antes practicada que construida.

Un método algo parecido al de los imaginarios, que hace más de una década estuvo vigente en esta urbe, con resultados acordes a su implementación.
La Paz es una ciudad por excelencia urbana, y esa potencialidad y los distintos impactos a causa de aquello fueron apreciados en diversos escritos que acompañaron nuestra reflexión en los últimos tres años. En ellos se revaloriza la palabra “lugar”, que connota el vínculo emocional de la población con su territorio. Una esencia y valor que hace la diferencia con otras urbes.

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/ 20 de marzo de 2014 / 07:48

Hay quienes afirman que el placemaking es una de las ideas más transformadoras de las ciudades en los últimos tiempos. Esto porque se cimienta en la búsqueda de la recuperación de la vitalidad de los espacios públicos con actividades que no son impuestas, sino son el resultado de las aspiraciones que tiene la población sobre el sitio donde deciden reunirse entre ciudadanos.

Una especie de redescubrimiento de los distintos valores del espacio público a través de visiones comunes y colectivas entre la ciudadanía. Para ello, ciertas plazas, calles o nuevos sitios son seleccionados para el desarrollo de algunas experiencias. Y es que allá lo público requiere alimentarse de la participación de la comunidad para expresar nuevamente su potencial.

Así, esas ciudades, por ejemplo las europeas, han logrado detener lo que en los últimos años ha sido considerado como característica del nuevo siglo: la desaparición del uso masivo de los espacios creados para el disfrute de la población. Este hecho se fue difundiendo en escritos y teorías urbanas que afirman que el espacio público ha muerto esencialmente en las grandes metrópolis. Es evidente que el “aislamiento conectado” (comunicación virtual) ha logrado desplazar en importancia al uso del espacio público; sin embargo, no cabe duda de que toda persona existe como cuerpo y esto es un primer motivo de su necesidad de movimiento, juego y demás, sin olvidar que también es un ser social, el cual requiere de contacto con otros ciudadanos.

¿Y cómo empezó el placemaking? Apareció como un movimiento silencioso en ciertas urbes desarrolladas que buscaban “reinventar” distintos sitios públicos; una especie de conexión de esos territorios con la población para su uso masivo. Es una nueva configuración colectiva del espacio de todos —como señalan ciertos escritos— donde los expertos son “las comunidades”, que colaboran en identificar problemas útiles para los cambios anhelados. De esta forma, esos talentos de grupo ayudan a crear un lugar exitoso y sobre todo vital. Sin embargo, además de ideas innovadoras, en algunos casos se requiere de apoyo financiero para realizar proyectos de mejoramiento. Todo ello con el fin de encontrar formas de rehabilitación o reutilización de esos espacios públicos, sin olvidar que toda nueva propuesta será antes practicada que construida.

Un método algo parecido al de los imaginarios, que hace más de una década estuvo vigente en esta urbe, con resultados acordes a su implementación.
La Paz es una ciudad por excelencia urbana, y esa potencialidad y los distintos impactos a causa de aquello fueron apreciados en diversos escritos que acompañaron nuestra reflexión en los últimos tres años. En ellos se revaloriza la palabra “lugar”, que connota el vínculo emocional de la población con su territorio. Una esencia y valor que hace la diferencia con otras urbes.

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Letreros y… más anuncios

 La contaminación visual se ha convertido en otro de los grandes problemas de la ciudad de La Paz

/ 23 de enero de 2014 / 07:14

En los últimos años ha ido creciendo permanentemente el número de letreros en la sede de gobierno, lo mismo que los paneles publicitarios, gigantografías y otras variedades. Con ello, la contaminación visual se ha convertido en otro de los grandes problemas de La Paz. Una multiplicación desmedida de mensajes que han llegado a superponerse entre sí.

En varios países se ha comprobado que este fenómeno es dañino para la capacidad de concentración y percepción visual de la población. Esto especialmente para los choferes o quienes conducen automóviles. Esa contaminación se agrava aún más cuando su crecimiento no es controlado y ocasiona impactos negativos como el estrés, distracciones peligrosas, dolores de cabeza y accidentes de tránsito. Lo lamentable es cómo todo eso interfiere y altera la imagen y el paisaje urbano de la urbe paceña, que tiene la particularidad de ser apreciada en diferentes planos gracias a su importante topografía.

Asimismo, existen otras formas de publicidad mediante avisos impresos, con iluminación, de pie, colgados, etc. En el caso de los panfletos, se trata de papelería que es distribuida en las aceras. En la mayoría de los casos esos anuncios ni siquiera son leídos, ya que a los pocos segundos son botados al piso de calles y avenidas. Resultado: incremento de basura y suciedad en la ciudad.

Además de esas realidades, cabe recordar que 2014 es un año electoral, por lo que desde sus primeros días se observan afiches que pregonan cualidades de algunos partidos. Así, el mosaico de mensajes crecerá cada vez más. Y si bien aquello forma parte de la escritura territorial temporal que tiene toda urbe, es evidente que se necesita pensar en nuevas formas y técnicas de presentación.

En el último tiempo, en muchos países la escenificación política ha reducido el uso masivo de la ciudad. Hoy, la comunicación y propaganda de sus intenciones son anunciadas en mayor número en la televisión y en las redes sociales. Esto denota que el vivir ciudadano (cultura urbana) se está estructurando cediendo cada vez más el protagonismo del espacio público a las tecnologías electrónicas. Empero, no cabe duda que aquello está liberando a esas ciudades de una evidente agresión publicitaria.

En esta ciudad, el espacio urbano está en constante cambio en años electorales. Si bien la propaganda política impresa (afiches) es presentada para recordar la significación ideológica de cada partido y atraer el voto de la población, ambos son motivos suficientes para que presenten algo de singularidad y atractivo renovador. Por todo ello, el controlar la proliferación de letreros y anuncios comerciales es evidentemente una tarea importante en La Paz, al igual que regular y normar sus dimensiones. O, por lo menos, que aquello entre en sintonía con el lugar.

Solo así el respeto y aprecio por la configuración e imagen de esta ciudad se podrá convertir en un requerimiento. Y para ello un primer paso es la definición de límites para la propaganda política. Esto incluso con el riesgo de privarnos del disfrute de los diálogos anónimos que presentan ciertos carteles políticos con la ciudadanía.

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