1.240 millones de habitantes, seis veces y media la extensión de España, encajonados entre la cordillera más alta del mundo, el Himalaya, y el océano Índico; demasiado diverso para hablar con una sola voz, muy regionalizado, muy joven: el 50% de la población tiene menos de 26 años. India, la primera democracia del mundo. Sus 815 millones de electores, la suma de la población de Europa y Estados Unidos, comenzaron a votar el lunes y lo seguirán haciendo hasta el 12 de mayo. Churchill, protagonista del imperio británico que colonizó la India, decía que este país es solo un término geográfico.

Puntal del mundo emergente, India mezcla la modernidad, el software más avanzado de los campus tecnológicos de Bangalore, donde las grandes multinacionales externalizan sus servicios, con un sistema social jerarquizado de castas y la miseria más aguda. Los votantes se sienten frustrados por el Gobierno central de Nueva Delhi, que no resuelve el acceso a una buena educación y sanidad para todos, y es lento en sacar a flote al sector más oprimido de la población, aunque 140 millones de pobres extremos han abandonado esa categoría en la última década. En India la venalidad es rampante: el negocio de los políticos es la corrupción.

El voto se compra regularmente, a menudo simplemente con el reparto gratuito de alcohol el día de la votación. Hace solo un lustro, India era un país de moda que crecía al 9%, sinónimo de modernidad y vitalidad. La economía ha reducido su crecimiento al 5%. La burocracia y el intervencionismo agostan a la iniciativa privada. Las violaciones de mujeres ofrecen una imagen penosa del país. El Tribunal Supremo ha restaurado una ley colonial para criminalizar la homosexualidad.
Se extiende la idea de una India interrumpida, un gigante que tropieza. Y un hartazgo de la dinastía política gobernante de los Nehru/Ghandi, el partido del Congreso, laico, que según las encuestas perderá el poder. Previsiblemente en beneficio del BJP, el partido nacionalista hindú y de su polémico líder Narendra Modi. Pesa sobre él la acusación, nunca probada judicialmente, de haber atizado el odio étnico de los hindúes hacia los musulmanes (el 13% de la población) en pogromos que provocaron la muerte de cientos de musulmanes en 2002. Promete empleo para la enorme bolsa de jóvenes que cada año se agolpan a las puertas del mercado laboral.

India no es un jugador mundial, posee armas nucleares, y mantiene su viejo no alineamiento, equilibrando sus relaciones con Estados Unidos y Rusia. Su vecindad con China le concede una enorme importancia geopolítica de contrapeso en el orden internacional, mientras que sus fronteras con Pakistán, también una nación atómica, son fuente de fricción. Pakistán es solo un enemigo, China es el adversario, dicen en India. A diferencia de China, un país con un Estado fuerte y una sociedad débil, India es un caso de éxito privado y fracaso público. Se dice que India crece por la noche… cuando el Gobierno duerme, la Italia de Asia.