El Gabo
Pero lo tuvo, fue el primero de su generación en alcanzar el Premio Nobel
Terminé de leer la novela y recuerdo que dije en voz alta “así que así había podido escribirse”. La de Cien años de soledad se parecía a la historia de tantas familias latinoamericanas que para nosotros es tan fácil entenderla. Con sus varones soñadores (el mayor de los hijos de mi padre, o sea yo, se llevó la flor en la familia) y sus mujeres con los pies en la tierra (mi madre, la Gorda Salmón).
Con sus familias basadas en las matriarcas (ay, Ursula cuánto te parecías a mi abuela Roxana Muñoz), con sus gitanos alquimistas capaces de descifrar pergaminos (acaso no somos un poco ellos cuando buscamos desentrañar la historia de los de abajo), con su violencia (Latinoamérica vista desde el espejo fragmentado de la realidad). Sí, Cien años de soledad tiene un poco de cada uno de nosotros. Pero lo tiene cada página del Gabo porque él supo convertir en belleza las pulsaciones de nuestros pueblos, sus historias contadas, los calurosos anocheceres, o las muy frías noches.
Y después busqué todos sus escritos, con decir que leí Crónica de una muerte anunciada publicada en periódico, en una edición de Semana de Última Hora, dirigida por Mariano Baptista.
Y sus trabajos periodísticos. Sus crónicas y reportajes tienen la lucidez de captar detalles que pasarían desapercibidos a alguien que no fuera un artista como aquélla sobre Caracas sin agua en la que decía que el vecino se afeitaba con jugo de durazno. Recuerdo que Ted Córdova Claure me decía que su mayor error fue haberle dicho a García Márquez que no renunciara al periodismo (trabajaban juntos en Prensa Latina) porque como escritor no tenía futuro. Pero lo tuvo, fue el primero de su generación en alcanzar el Premio Nobel. Y lo tenía totalmente merecido. Gabo fue el mejor escritor del boom y lo fue también del siglo XX, por lo menos en cuanto se refiere a la lengua castellana.
Dice la periodista argentina Gabriela Cabezón: “La revolución, la novela latinoamericana mundial, la conciencia política siempre activa e interviniendo en los hechos: esos rasgos de García Márquez lo hacen un hombre del siglo XX: Mucho de eso que está terminando de desaparecer con su muerte”.
No lo creo. La revolución es la vida, el compromiso social es una muestra de ética. La belleza de la pluma que sabe que la literatura no se acaba en la palabra sino que vive de ella para hacerse constructora de un mejor mañana. Por eso nunca estaremos condenados a vivir cien años de soledad y tendremos siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.