El G77 y Santa Cruz de la Sierra
El desafío nos invita (a todos los cruceños) a ser partícipes activos de nuestra propia ‘marca’
Los países no alineados, los países del “tercer mundo”, los países en vías de desarrollo, como vienen a denominarse en la actualidad, se reúnen desde 1964 en el G77, hoy constituido por 130 estados, para acordar en torno a temas como el comercio, la industria, la alimentación, la agricultura, la energía, las materias primas, las finanzas y las preferencias comerciales.
La presidencia del Grupo, en 1990 a cargo del exmandatario Jaime Paz Zamora, esta vez fue otorgada nuevamente a Bolivia, con la decisión de celebrar su 50º aniversario en Santa Cruz de la Sierra, ciudad que por sus reconocidas condiciones geopolíticas, sociales, físicas y turísticas será “capital del mundo” el 15 y el 16 de junio, a decir del presidente Evo Morales.
Además de los avances en materia política sobre la realidad mundial y sus caminos que lleguen a darse en el contexto del evento, Santa Cruz de la Sierra será nuevamente sede y anfitriona oficial de nivel internacional, lo que conlleva la oportunidad de establecer nuevos lazos culturales, artísticos, económicos, políticos, educativos y turísticos; o, desde el punto de vista de la disconformidad, nada, una raya más a la Historia.
En un mundo donde las “marcas” están a la vanguardia de la “visibilización” de factores positivos y negativos que concentren la atención de intereses de diversa índole, la principal “marca” boliviana de actualidad —por razones de todo tipo y fundamentalmente por su alto nivel de “publicidad”— es Evo Morales, a decir de propios y extraños, fenómeno resumido en los últimos días por el experto internacional en construcción de marcas Hernán Berdichevsky.
Estamos instalados en una conjunción de hitos que confluyen ante el mundo en los próximos meses, que desde todo punto de vista hace que Santa Cruz de la Sierra “selle” un momento importante. Esta ciudad es Bolivia de primera mano ante el mundo, es todos sus problemas y, sobre todo, es los motivos positivos por los cuales resultó elegida como lugar de bienvenida y hospitalidad a la diplomacia, la prensa y los ojos de millones sobre nuestra casa. Y, cómo no, es la foto de la gran ciudad que se desconoce a sí misma en el transcurso de su propia historia, de tanto crecer y desarrollarse a su modo, que poco se detiene a mirarse con orgullo, con curiosidad y sorpresa de los lugares, los detalles, los rincones que atesora sin que sus propios habitantes reparen en cuánto ha cambiado en las amplias latitudes por las que transcurren cientos de barrios, de centralidades y de marginalidades, más allá de la que nos permite nuestra cotidiana rutina.
La provocación, con sus gustos y sus matices, está dada. El desafío nos invita a caminar mirándonos y mostrándonos con los mejores propósitos, para ser partícipes activos de nuestra propia “marca”, la que tenemos en ebullición, entre la tradición y la posmodernidad.