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¿Qué pasa en Venezuela?

Cuál es la situación real de Venezuela? ¿Son las manifestaciones y barricadas un ejemplo de la lucha de un pueblo por su libertad? ¿Está el gobierno de Maduro a punto de caer? A continuación, un breve análisis de la realidad actual de Venezuela.

Estuve los últimos cinco meses en Venezuela y fui espectador relativamente imparcial de los últimos acontecimientos. Cuando analizo lo que dicen los medios de uno y otro lado, es un deber presentar un punto de vista por encima de las fuerzas contendientes. Primero: el gran pecado del actual Gobierno es el desastre económico inexplicable en un país que tiene el mayor ingreso de divisas per cápita de Latinoamérica. Al mismo tiempo, el populismo iniciado por el gobierno de Carlos Andrés Pérez llegó ahora a extremos insólitos: gasolina, luz, comunicación telefónica son prácticamente gratuitas. El otro: el Gobierno no supo distribuir los alimentos y productos de la canasta básica al asumir el control radical de su distribución. Por último, toleró el incremento de la corrupción y no pudo controlar la violencia.

A pesar de este balance negativo, Maduro ganó las últimas elecciones. ¿Cómo explicar esta incongruencia? Por una sola razón: el pueblo pobre de Venezuela ha elevado significativamente su calidad de vida. Antes de Chávez, las cuentas bancarias eran de dominio casi exclusivo de las clases económicamente altas y de las clases medias profesionales. Hoy, el número de cuentas bancarias se ha incrementado y, en consecuencia, la clase marginal ahora tiene acceso a los bienes de consumo. Solo un ejemplo: los que antes asolaban las calles en bicicleta ahora lo hacen en motocicletas.

Segundo: la oposición venezolana estaba convencida de que en esas elecciones demostraría,  triunfando, que hubo fraude en los anteriores comicios y que, en consecuencia, iba a acceder al gobierno de Venezuela democráticamente. Pero fracasó. Ante esta derrota, la oposición necesitaba demostrar su poder, con marchas y bloqueos, perfectamente organizados. Pero, en lugar de permitir estas formas de protesta, el Gobierno cayó en la trampa de responder a algunas formas menores de violencia con violencia, grave error que Chávez no hubiera cometido. De esta manera, la oposición logró que se produjeran las primeras muertes y continuó con la provocación para generar las que hasta ahora debemos lamentar. Así, las meras marchas y bloqueos llegaron a la prensa y a los organismos internacionales.

Los bloqueos y manifestaciones evidentemente no pretenden solo desacreditar al Gobierno, sino buscan algo más contundente: un golpe de Estado y la intervención internacional.

Se necesita ser ingenuo para pensar que las agencias internacionales no están comprometidas con este movimiento político. Analizando con detenimiento los videos que circulan en internet, se advierte que están elaborados según un plan premeditado de desestabilización del Gobierno de Venezuela. Obviamente, no es admisible ahora en una intervención militar como las del siglo pasado en Latinoamérica, pero se intentó, en la OEA, con países aliados, lograr sanciones a un país “sin libertad”, sin éxito.

Por esto, la violencia de las marchas debía acrecentarse, ahora con el apoyo de Obama, para que la respuesta del Gobierno a las marchas sea mayor. Lo lograron, pero esa no es comparable con la represión de los gobiernos militares totalitarios del siglo pasado. Mucho menos se puede plantear que el Gobierno de Venezuela sea comunista, pues el comunismo dejó de existir en el mundo. La actual Venezuela es una sociedad de consumo tradicional.

Por último, ¿cuál es, a mi entender, la solución de esta crisis? Una sola: que la oposición se convenza que así no podrá tumbar al Gobierno y que el Gobierno aprenda a ceder a propuestas justas y valederas.