10% más
La última operación bautismal de la región se congrega en torno a una nueva contraseña: refundación
Imaginemos que luchamos por vivir y trabajar en otro país, y de pronto nos anuncian que por una negociación del sindicato, en la cual poco participamos, nos acaban de incrementar el salario real en 10%. Un regalo del cielo. ¡Gracias compañeros del sindicato! La felicidad de la familia es indescriptible. Podemos mejorar al fin nuestra comida con algo más de carne y pescado, y al fin tendremos con que tomar unas vacaciones, así sean modestas, el próximo verano. El país en que vivimos se beneficia, ya que por las compras y gastos extras de todos los empleados de la empresa aumenta la demanda por productos y servicios que impulsan la economía. Todos ganamos, casi nadie perdió, y las directivas del sindicato tienen asegurada su pronta reelección. El único perdedor momentáneo es el dueño de la fábrica, quien se ve obligado a aumentar sus precios y a comprar materia prima de menor calidad, con la consiguiente caída de las ventas, lo que finalmente redunda en una disminución gradual de personal; y en caso de quiebra, en la desaparición de una fuente de creación de riqueza. En este pequeño mundo, de nuestra familia en el extranjero con amplia posibilidad de encontrar empleo alterno, la aventura apenas nos obligó a buscar un nuevo empleo.
Otra opción hubiera sido que la empresa, con amplio margen entre sus costos y sus precios, hubiera resentido en algo el resultado de la negociación, pero luego se daría cuenta de que la productividad de sus trabajadores se incrementó en bastante más que ese 10%, gracias a la mejora del clima empresarial, y en especial por el cambio de actitud de toda la planilla ya no se desperdiciaba tanta materia prima y tiempo valioso. Al año siguiente, al evaluar los efectos productivos del incremento salarial, los dueños de la empresa propondrían un nuevo incremento, esta vez directamente conectado con un aumento de productividad (más producto por hora trabajada con espíritu de pertenencia).
Trabajé durante toda mi vida en cerca de 40 países del mundo (todos los latinoamericanos) y pude ver desde la perspectiva de la superación de la pobreza el peor caso negativo de un incremento unilateral del salario en una economía estancada por la falta de oferta de productos. Alan García, con la esperanza de que ocurriera la mejora puntual descrita arriba en todo el Perú, realizó un incremento mucho mayor que el propuesto acá y generó, sin desearlo, el mayor cierre de empresas y la inflación más grande de la historia, tanto que el pueblo se levantó y dio nacimiento a Sendero Luminoso, movimiento guerrillero que atormentó a ese país por muchísimos años.
Para que funcione, el país debe tener sobrecapacidad productiva represada en muchos campos, de tal manera que este incremento de la demanda tire de la economía.