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Un mea culpa por la ocasión

Otra vez, en medio de los aprestos por el Día del Periodista, las redes sociales y los medios de comunicación comienzan a alimentarse de discusiones sobre el ejercicio periodístico ahora. ¿El tema de debate? Siempre las libertades de expresión y de prensa “en riesgo” (y no el derecho a la información de la gente). ¿Y nosotros? Casi nada de reflexión.

Menos mal que el Gobierno y el Movimiento Al Socialismo (MAS) han dejado de hablar de una Ley de Medios, asunto por demás urticante a la luz de las susceptibilidades y pasiones fundamentalistas en el gremio, a pesar de la evidente antigüedad y desactualizada Ley de Imprenta, que data de 1925.

Despejada esa preocupación, en estos días abundan otros ejemplos para hacerse/nos a las víctimas, en muchos casos con justa razón: juicios contra periodistas y medios que fueron instaurados por un momento (juicios al fin, ahora en las gavetas), ataques extremos del Gobierno debido a su obsesión por llamarlos a aquéllos de oposición y de actuar en consecuencia, o simplemente el mote de “enemigos” por ser críticos de la gestión gubernamental.

En contraposición, está llamativamente fuera de discusión/reflexión la responsabilidad profesional en el manejo de la información. Aquí también hay ejemplos, como hacer aparecer muertos cuando no hay (Chaparina o Caihuasi), excomulgar ministros o simplemente la inferencia de una declaración para titulares espectaculares y el irrespeto a los colegas y medios cuando se usan sus primicias o informes sin citarlos o, peor, tratándoles de “un canal de televisión” o “un periódico”, sin nombre.

Si bien es estresante e indignante la permanente agresión gubernamental contra los periodistas y medios (¿acaso esto es nuevo?), los periodistas deberíamos empeñar el mismo esfuerzo de defendernos de esos extremos en actuar en consecuencia cuando haya necesidad de un mea culpa. No somos los dueños absolutos de las libertades de expresión y de prensa; el público tiene derecho a la información, que sea responsable, plural, oportuna y enmarcada en la verdad.

Poco hicimos al respecto, nos distrajimos en lo que (nos) hacen (cierto, con justa razón) en vez de lo que hacemos. Nuestras organizaciones se han convertido en activistas parecidas a los partidos políticos; algunas asociaciones aparentan ser de oposición y los sindicatos, del oficialismo. Pero hablan por nosotros. Y entre nosotros parece haber, como nunca, una actitud poco ética al tildarnos de todo sin un justificativo ni argumento alguno, como si fuéramos corderos sin alma ni dignidad ni conciencia.

Claro que no todo está mal. Muchos casos de corrupción salieron a la luz pública gracias al trabajo de medios y periodistas, como que muchos poderosos bajaron el tono o sufren su soberbia debido al papel que jugamos o que el abuso de las autoridades (aquí quiero mencionar especialmente la agresión del alcalde Percy Fernández contra una colega) contra la sociedad y su dignidad. Sin embargo, hace falta un mea culpa.