Thomas Piketty, economista francés y autor del libro de 700 páginas Capital in the twenty-first century (Le Capital au XXI siècle), sostiene que los mercados libres suelen causar desigualdades de riqueza, que terminan siendo dinásticas y anti-meritocráticas. La solución que todo el mundo sugiere es gravar a los ricos. Pero, al leer el libro, resulta claro que Piketty reconoce que, “durante un largo periodo, la fuerza principal a favor de una mayor igualdad ha sido la difusión de conocimiento y habilidades”.

Después de todo, países como India o Brasil tenían tasas de impuestos extremadamente elevadas en los 70 y 80, sin crear como contrapartida un crecimiento amplio y compartido. Los países del este asiático, por el contrario, con altos grados de alfabetización y una fuerza laboral calificada y en incremento, lograron alcanzar tanto crecimiento como igualdad. Este no es un argumento en contra de los impuestos más elevados,  sino clarifica que, para mejores resultados a largo plazo, la educación es crucial. Desafortunadamente, es un área en la cual Estados Unidos está fallando.

Si leer a Piketty nos recuerda las problemáticas desigualdades en la riqueza, la lectura del informe reciente e innovador de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), acerca de las destrezas de los adultos en los países ricos, crea una imagen igualmente desalentadora de las desigualdades en el tema del conocimiento, el cual para EEUU es aterrador. Treinta y seis millones de adultos norteamericanos tienen bajas destrezas. Y estos no son simplemente los trabajadores con años de trabajo. En dos de las tres categorías en que se basó un sondeo, el dominio en conocimientos básicos de aritmética y tecnología, jóvenes estadounidenses que están por entrar al mercado laboral, entre los 16 y 24 años, ocuparon el último lugar. Este es el primer estudio completo en la historia que se haya realizado sobre las destrezas que los adultos deben poseer para trabajar en el mundo de hoy en día, en alfabetismo, conocimientos básicos numéricos y en tecnología.

Así como las célebres pruebas PISA de la OCDE, dirigidas a evaluar chicos entre cuarto y octavo grado escolar, el sondeo está diseñado para medir la resolución de problemas y no el mero aprendizaje de temas de memoria. El obtener buenos resultados en estas pruebas resulta ser directamente proporcional a la obtención de trabajos, aumentos salariales y productividad, buena salud, e incluso participación cívica y compromiso político conexo. La desigualdad en las destrezas fue íntimamente relacionada con la desigualdad en los ingresos percibidos. Las pruebas demuestran que la gente en todas partes desarrolla las destrezas de aprendizaje en una edad temprana, hacen un pico cercano a los 30 años, y luego este desarrollo comienza a decaer. Así que si la masa laboral comienza con una mala educación y bajas destrezas, estas desventajas tenderán a incrementarse en su vida futura.

El mapa de Estados Unidos en este aspecto es profundamente preocupante. A pesar de ostentar el segundo Producto Bruto Interno más alto per cápita en el mundo, el país en sí tiene una pobre performance en casi todas las otras dimensiones. Está por debajo de la media en alfabetismo y conocimientos básicos en tecnología, y en tercer lugar desde abajo en lo que a conocimientos elementales de matemática se refiere, tomando edades desde los 16 hasta los 65 años. Es interesante notar que Francia, el país de Piketty, también se ubica en un lugar pobre en la mayoría de las categorías.

Las desigualdades en las destrezas están también convirtiéndose en generacionales y afianzadas. Estados Unidos solía tener una amplia brecha entre sus mejores y peores calificados ciudadanos, a pesar de que tenían un porcentaje menor en la franja superior, comparado con países como Japón, Finlandia y Holanda. Y tenía la mayor brecha en resultados entre ciudadanos con padres ricos y educados comparados con aquéllos con padres pobres y con poca o ninguna educación.

El país del norte tiene altos estándares en educación y un numeroso porcentaje de sus trabajadores inmersos en programas de aprendizaje para adultos y de entrenamiento, y gasta mucho dinero en todas estas actividades. Sin embargo, su desempeño es peor que muchos países con pocas ventajas y recursos. Y definitivamente esto no es simplemente debido al número de inmigrantes. Actualmente, cerca de la mitad de los países integrantes de la OCDE tienen un porcentaje mayor de adultos nacidos en países extranjeros que Estados Unidos.

Lo que aprendemos de este estudio es nada más que una extensión de lo que hemos descubierto con los resultados obtenidos en las pruebas PISA. La única fuerza mayor detrás de los decadentes rankings norteamericanos no es que EEUU está haciendo una performance mucho peor, sino que otros países lo han alcanzado y están obteniendo mejores resultados. El sistema de educación y entrenamiento norteamericano es inapropiado para el nuevo entorno globalizado.

Y las cosas no muestran signos de mejora. La reacción bipartidaria contra las asignaturas comunes (common core), un conjunto de estándares nacionales aprobado por los gobernadores, es un ejemplo que se podría calificar de trágico. Los actuales padres, otrora educados en una cultura de bajos estándares y alta autoestima, están escandalizados de que dichas pruebas muestren que muchos de los colegios a lo largo y ancho de Estados Unidos no estén educando a sus hijos de la manera adecuada y esperada (¡las pruebas deben tener sus fallas ya que sus hijos son brillantes!, piensan). Algunos grupos de profesores están molestos con el énfasis en los malos resultados (a pesar de que el número uno de la Federación Norteamericana de Profesores, Randi Weingarten, ha respaldado a la anteriormente llamada “common core”). Y los integrantes del Partido Republicano ahora se oponen a ella, a pesar de haber estado a favor hace apenas unos años, en gran parte porque la administración Obama también apoya el proyecto.

Según Piketty: “la fuerza principal de convergencia (de la riqueza), la difusión del conocimiento, es solamente en parte natural y espontánea. También depende en gran parte de políticas educativas”. En otras palabras, si realmente deseamos reducir la desigualdad, debemos reformar el sistema, gastar dinero donde se necesita, como en la educación inicial y ponernos todos a trabajar en esto, ahora.